LECTIO DIVINA
Oración inicial
Amado Dios y Padre celestial, me presento ante ti con un corazón abierto y sediento de tu verdad. Al iniciar este tiempo de estudio de tu Santa Palabra, te imploro humildemente que derrames sobre mí el don de la inteligencia. Concédeme la capacidad de comprender profundamente el sentido de la Escritura, de discernir las verdades eternas que en ellas se revelan y de desentrañar la riqueza de tu plan para mi vida y para el mundo. Que mi mente se ilumine con tu luz divina, permitiéndome captar la esencia de tus enseñanzas y crecer en el conocimiento de tu ser.
Además, Padre amoroso, te suplico que me otorgues el don de la sabiduría. No solo anhelo entender tu Palabra, sino también aplicarla con discernimiento y prudencia en cada aspecto de mi existencia. Dame la sabiduría para tomar decisiones que te honren, para vivir de acuerdo a tus principios y para reflejar tu amor y tu justicia en mis acciones. Amén.
LECTURA (¿Qué dice la Palabra? Leer el texto bíblico dos o tres veces)
Texto Bíblico:
Jn 8,1-11
Lectura del santo Evangelio según San Juan
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?». Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?». Ella contestó: «Ninguno, Señor». Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».
Palabra del Señor.
Preguntas para reflexionar personalmente o en grupo:
- Considerando el contexto cultural y religioso de la época, ¿qué implicaciones tenía para la mujer ser sorprendida en adulterio y ser presentada de esta manera ante Jesús en el templo? (Cf. Lev 20, 10).
- ¿Cuál crees que era la verdadera intención de los escribas y fariseos al preguntarle a Jesús sobre qué hacer con la mujer adúltera (“tú, ¿qué dices?”) y cómo la acción de Jesús de escribir en el suelo desvía su trampa inicial? (Cf. Jer 17, 13).
- La respuesta de Jesús, “El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra”, es una declaración poderosa. ¿Cómo desafía esta frase la justicia humana basada en la ley y qué revela sobre la perspectiva divina del pecado y el juicio?
- Al final del encuentro, Jesús le dice a la mujer: “Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más”. ¿Cómo se equilibran en esta declaración la gracia y la exigencia de cambio, y qué nos enseña esto sobre el perdón y la transformación personal?
MEDITACIÓN (¿Qué me dice la Palabra?)
La escena del evangelio de hoy (Juan 8, 1-11) se abre con la rutina de Jesús, un maestro que busca la soledad para orar y luego se entrega a la enseñanza en el templo. Esta imagen inicial nos invita a reflexionar sobre la importancia de la comunión con el Padre Dios y la dedicación a nuestra misión en el mundo. Nos recuerda que incluso en medio de la multitud, necesitamos momentos de silencio y oración para encontrar fuerza y claridad.
De repente, la tranquilidad se ve interrumpida por la irrupción de los escribas y fariseos, quienes arrastran a una mujer acusada de adulterio. Su intención es clara: poner a prueba a Jesús, obligándolo a elegir entre la Ley y la misericordia. Esta confrontación nos revela la hipocresía humana y la tendencia a usar la ley para condenar en lugar de buscar la redención. Nos invita a examinar nuestras propias motivaciones y a preguntarnos si nuestras acciones están guiadas por la justicia o por el juicio.
La respuesta de Jesús es un golpe maestro de sabiduría divina. En lugar de caer en la trampa, se inclina y escribe en el suelo, un gesto que invita a la introspección y al silencio. Luego, con una frase lapidaria, desafía a los acusadores: “El que esté sin pecado, que tire la primera piedra”. Esta declaración desnuda la conciencia de los presentes, revelando la fragilidad humana y la necesidad de misericordia. Uno a uno, los acusadores se retiran, dejando a Jesús solo con la mujer.
En este momento de silencio y soledad, se produce un encuentro transformador. Jesús, sin condenar, ofrece a la mujer la oportunidad de un nuevo comienzo. “Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más”. Estas palabras no solo perdonan el pecado, sino que también invitan a la transformación personal, a dejar atrás el pasado y abrazar una vida nueva.
Esta escena nos invita a reflexionar sobre nuestra propia capacidad para perdonar y ser perdonados. Nos desafía a abandonar la cultura del juicio y la condena, y a construir una comunidad donde la misericordia y la compasión sean la norma. Nos recuerda que todos somos vulnerables al pecado, pero que también somos capaces de transformación y redención.
Finalmente, este pasaje nos deja con una pregunta profunda: ¿cómo respondemos a aquellos que han errado? ¿Los condenamos y los excluimos, o les ofrecemos una oportunidad para el arrepentimiento y la reconciliación? La respuesta de Jesús nos muestra el camino: un camino de amor, perdón y esperanza, que nos invita a construir un mundo más justo y compasivo.
ORACIÓN (¿Qué me hace decir a Dios la Palabra)? De manera espontánea los hermanos pueden hacer una oración en voz alta a partir de lo reflexionado. También pueden pedir por necesidades particulares o de la comunidad).
CONTEMPLACIÓN (Dios me mira y yo lo miro)
Me visualizo en la escena del templo al amanecer, la multitud expectante ante Jesús. De pronto, la irrupción violenta: una mujer, acusada de adulterio, es presentada con dureza por los líderes religiosos, quienes exigen su castigo según la ley. Siento la tensión palpable, la vergüenza de la mujer expuesta y la aparente justicia implacable de sus acusadores. En medio de este juicio público, Jesús se inclina y escribe en la tierra, un gesto que detiene el frenesí y crea un silencio expectante, invitando quizás a una introspección silenciosa en todos los presentes.
La respuesta de Jesús resuena con una verdad liberadora: “El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra”. Esta frase desnuda la hipocresía y confronta la propia imperfección de cada uno. Uno a uno, los acusadores se retiran, dejando a Jesús solo con la mujer, en un espacio transformado por la gracia. Su pregunta “¿Dónde están tus acusadores?” y su declaración “Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más” revelan una misericordia que ofrece un nuevo comienzo, invitándonos a reflexionar sobre el perdón y la oportunidad de transformación.
ACCIÓN (en este momento de manera personal o como comunidad se pueden proponer unos compromisos para ponerlos en práctica. Proponemos unos para fomentar el estudio de la Biblia).
- Practicar la autoevaluación honesta antes de juzgar a otros: Al igual que los acusadores de la mujer fueron confrontados con su propio pecado, me comprometo a examinar mis propias faltas y debilidades antes de emitir juicios sobre los demás.
- Extender la gracia y la compasión, incluso ante el pecado: La actitud de Jesús hacia la mujer adúltera no fue de condena inmediata, sino de confrontación suave y una invitación al cambio. Me comprometo a esforzarme por responder a las faltas de los demás con gracia y compasión, buscando entender las circunstancias y ofreciendo apoyo en lugar de juicios severos. Esto no implica ignorar el pecado, sino abordarlo con un espíritu de amor y buscando la restauración.
- Buscar activamente la transformación personal y evitar la reincidencia en el error: El mandato final de Jesús a la mujer, “Anda, y en adelante no peques más”, subraya la importancia del arrepentimiento genuino y el compromiso con un cambio de vida. Me comprometo a reflexionar sobre mis propias áreas de debilidad y a buscar activamente la transformación personal, esforzándome por no repetir errores pasados y creciendo en mi camino espiritual.
ORACIÓN FINAL
Padre celestial, te damos gracias por la claridad con la que tu Palabra ilumina nuestras vidas. Hoy, a través del relato de tu hijo Jesús y la mujer adúltera, hemos sido confrontados con la profundidad de tu misericordia y la llamada a la humildad en nuestro juicio hacia los demás. Te pedimos perdón por las veces que hemos sido rápidos para señalar la falta ajena, olvidando nuestra propia necesidad de gracia y redención. Que la escena en el templo quede grabada en nuestros corazones, recordándonos que solo tú, Señor, eres el juez justo y que tu amor incondicional ofrece siempre una oportunidad para el arrepentimiento y un nuevo comienzo. Por Jesucristo nuestro Señor.