“Esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos”

Oración inicial

Señor Dios, me presento ante ti con humildad y sencillez, dispuesto a escuchar tu Palabra y a dejar que transforme mi corazón. Abre mis oídos y mi mente para comprender el mensaje que hoy quieres darme. Que tu Espíritu Santo ilumine mi interior, me dé la sabiduría para discernir y el valor para poner en práctica lo que me enseñas. Haz que mi fe sea generosa y sincera, confiando en ti sin reservas. Te entrego este tiempo de oración y meditación, pidiéndote que me ayudes a vivir cada día más cerca de tu amor. Amén.

 

LECTURA (¿Qué dice la Palabra?)

Texto Bíblico: Mc 12, 38-44

En aquel tiempo, enseñaba Jesús a la multitud y le decía: “¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplios ropajes y recibir reverencias en las calles; buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; se echan sobre los bienes de las viudas haciendo ostentación de largos rezos. Éstos recibirán un castigo muy riguroso”.

En una ocasión Jesús estaba sentado frente a las alcancías del templo, mirando cómo la gente echaba allí sus monedas. Muchos ricos daban en abundancia. En esto, se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor. Llamando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo: “Yo les aseguro que esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos. Porque los demás han echado de lo que les sobraba; pero ésta, en su pobreza ha echado todo lo que tenía para vivir”.

Palabra del Señor.

 

Preguntas para reflexionar personalmente o en grupo:

¿En qué contexto o lugar se desarrolla la narración?

¿Qué personajes intervienen y cuáles eran sus actitudes?

¿Qué mensaje transmite Jesús a sus discípulos?

¿Qué verbos o signos resaltan en la narración?

¿Qué palabras o frases resuenan en mí al leer este pasaje?

 MEDITACIÓN (¿Qué me dice la Palabra)
   

Fuente: Papa Francisco.

  • El Evangelio nos pone delante de este sorprendente contraste: los ricos, que dan lo superfluo para hacerse ver, y una pobre mujer que, sin aparentar, ofrece todo lo poco que tiene. Dos símbolos de actitudes humanas. Jesús mira las dos escenas. Y es precisamente este verbo —“mirar”— que resume su enseñanza: quien vive la fe con duplicidad, como esos escribas, “debemos mirar” para no ser como ellos; mientras que a la viuda debemos “mirarla” para tomarla como modelo. Detengámonos en esto: tener cuidado con los hipócritas y mirar a la pobre viuda.
  • Ante todo, tener cuidado con los hipócritas, es decir estar atentos a no basar la vida en el culto de la apariencia, de la exterioridad, en el cuidado exagerado de la propia imagen. Y, sobre todo, estar atentos a no doblegar la fe a nuestros intereses. […] Estar alerta, para no caer en la vanidad, para no obsesionarnos con las apariencias, perdiendo la sustancia y viviendo en la superficialidad. Preguntémonos, nos ayudará: en lo que decimos y hacemos, ¿deseamos ser apreciados y gratificados o dar un servicio a Dios y al prójimo, especialmente a los más débiles? Estemos alerta ante las falsedades del corazón, ante la hipocresía, ¡que es una enfermedad peligrosa del alma! Es un doble pensar, un doble juzgar, como dice la propia palabra: “juzgar por debajo”, aparecer de una manera e “hipo”, por debajo, tener otro pensamiento. Dobles, gente con doble alma, doblez de alma.
  • Jesús alaba el hecho de que esta viuda da todo lo que tiene. No le queda nada, pero encuentra en Dios su todo. No teme perder lo poco que tiene, porque confía en el tanto de Dios, y ese tanto de Dios multiplica la alegría de quien dona. […] El Señor siempre, ante la generosidad de la gente, va más allá, es más generoso. Pero es Él, no nuestra avaricia. De esta manera Jesús la propone como maestra de fe, ella no frecuenta el Templo para tener la conciencia tranquila, no reza para hacerse ver, no hace alarde de su fe, sino que dona con el corazón, con generosidad y gratuidad. Sus monedas tienen un sonido más bonito que las grandes ofrendas de los ricos, porque expresan una vida dedicada a Dios con sinceridad, una fe que no vive de apariencias sino de confianza incondicional. Aprendamos de ella: una fe sin adornos externos, sino sincera interiormente; una fe hecha de humilde amor a Dios y a los hermanos.

 

ORACIÓN ¿Qué me hace decir a Dios la Palabra?

En este momento, si la lectio se está haciendo en comunidad varios pueden participar haciendo una oración espontánea. También se puede hacer la siguiente oración:

Señor Jesús, tú conoces mi corazón y sabes cuántas veces busco reconocimiento y me dejo llevar por las apariencias. Ayúdame a vivir con humildad y autenticidad, y enséñame a ser generoso de corazón, como la viuda, entregándote lo que soy y tengo, sin reservas. Dame la gracia de confiar en ti y vivir desprendido, sabiendo que tú cuidas de mí. Que mi vida sea un testimonio de amor y entrega a los demás, siguiendo tu ejemplo. Amén.

 

CONTEMPLACIÓN (Dios me mira y yo lo miro)

En este momento podemos poner música instrumental o canciones de adoración en un volumen adecuado. Permanezcamos por unos minutos en un silencio elocuente, con un espíritu contemplativo ante la mirada de Dios. Experimentemos la alegría, la paz, el gozo de sabernos amados, guiados y protegidos por el Padre. Dejemos que Cristo nos configure progresivamente con él en el seno de su corazón.

En medio del silencio, se puede hacer una reflexión sobre el tema que se está tratando.

Ejercicio de contemplación: Imaginemos a Jesús mirando con amor y ternura a la viuda. Dejamos que esa mirada de Jesús también esté sobre nosotros. Su mirada no juzga ni critica, sino que invita al amor genuino, a una vida entregada. Dejémonos envolver por su amor, permitiendo que transforme nuestro corazón.

 

ACCIÓN (compromisos)

Reflexionemos sobre un área en la que podamos ser más generosos, ya sea en tiempo, ayuda, escucha o recursos. Hagamos un acto concreto de entrega sin esperar reconocimiento. Ofrezcamos este acto a Dios como muestra de confianza y generosidad.

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