“Este pueblo con la boca me respeta, pero su corazón está muy lejos de mí”

Oración

Señor Jesús envía tu Espíritu para que él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección. Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu Palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

Texto Bíblico: Marcos 7,1-8.14-15.21-23

Algunos fariseos y algunos maestros de la Ley que habían venido de Jerusalén se reunieron alrededor de Jesús. Vieron que algunos de sus discípulos estaban comiendo con las manos inmundas, es decir, no se habían lavado las manos. Los judíos, y especialmente los fariseos, siguen las enseñanzas que recibieron de los antiguos: comen solo después de lavarse las manos con mucho cuidado. Y al regresar del mercado, no comen sino se han lavado primero; y hay muchas otras cosas tradicionales que practican, como la forma correcta de lavar vasos, jarras, la vajilla de cobre y la cama. Los fariseos y los maestros de la Ley le preguntaron a Jesús: “¿Por qué tus discípulos no obedecen las enseñanzas de los antiguos y comen sin lavarse las manos?” Jesús les respondió: “Hipócritas. ¡Muy bien profetizó Isaías de ustedes! Como ha sido escrito: Este pueblo con la boca me respeta, pero su corazón está muy lejos de mí. La adoración de este pueblo es inútil, porque enseñan leyes humanas como si fueran los mandamientos de Dios”. Y continuó: “Abandonando el mandamiento de Dios, ustedes obedecen las enseñanzas humanas”. Jesús volvió a llamar a la multitud y les decía: “¡Escuchen todo lo que voy a decir y entiendan!” “Todo lo que viene de afuera y entra a una persona no la hace impura, pero lo que sale de adentro, es decir, del corazón de la persona, la hace impura. Porque del corazón salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los crímenes de muerte, el adulterio, la codicia, el mal, las mentiras, las inmoralidades, la envidia, la calumnia, el orgullo insolente y la insensatez. Todo esto viene de adentro y hace que la gente sea inmunda”.

Palabra del Señor.

 

Preguntas para reflexionar personalmente o en grupo:

  • ¿Quiénes llegaron de Jerusalén para ver a Jesús?
  • ¿Cuál de las tradiciones no cumplían algunos de los discípulos?
  • ¿Cómo reaccionaron los fariseos y escribas al ver el comportamiento de los discípulos?, ¿qué le preguntan a Jesús?
  • ¿Con qué palabra los califica Jesús a los fariseos y letrados? ¿Por qué?
  • ¿A cuál profeta cita Jesús? ¿Qué dice esta cita?
  • Según las palabras de Jesús ¿con qué remplazan los mandamientos de Dios?
  • ¿Qué es lo que hace impuro al hombre?
  • ¿Y las malas intenciones de donde provienen? ¿Cuáles son algunas de las nombradas por Jesús en el relato?

Meditación

Durante la lectura de esta Lectio miramos de cerca el comportamiento de Jesús respecto a la pureza. Marcos había ya afrontado este tema. En Mc 1,23-28, Jesús arroja un demonio impuro. En Mc 1,40-45, cura un leproso. En Mc 5,25-34, cura a una mujer considerada impura. En otros diversos momentos, Jesús toca a enfermos físicos sin miedo de convertirse impuro. Ahora, aquí, en el capítulo 7º, Jesús ayuda a la gente y a los discípulos a profundizar el concepto de pureza y las leyes de la pureza. Desde siglos, los judíos, para no contraer la impureza, tenían prohibido entrar en contacto con los paganos y de comer con ellos. En los años 70, época en la que Marcos escribe su evangelio, algunos judíos convertidos decían: “¡Ahora que somos cristianos debemos abandonar las antiguas usanzas que nos separan de los paganos convertidos!”. Pero otros judíos convertidos pensaban que se debía continuar observando las leyes relativas a la pureza. La conducta de Jesús, descrita en el evangelio de hoy, ayuda a superar este problema.

Jesús tilda a los fariseos de hipócritas porque los mandamientos principales de Dios como practicar la justicia y la misericordia los olvidan por aferrarse a costumbres humanas que parecen muy piadosas, pero en el fondo solo lo hacen externamente sin involucrar el corazón. Ante esto, nuestro Señor propone un nuevo camino para llegar hasta Dios. Jesús dice a la gente: “No hay nada fuera del hombre, que entrando en él, pueda contaminarlo” (Mc 7,15). Jesús invierte las cosas: lo que es impuro no viene de fuera hacia dentro, como enseñan los doctores de la ley, sino de dentro hacia fuera. Y así, ninguno tiene necesidad de preguntarse si este alimento o bebida son puros o no. Jesús coloca lo que es puro o impuro en otro nivel, sobre el nivel del comportamiento ético. Abre un camino para llegar hasta Dios, y así, realiza el deseo más profundo de la gente. Y Jesús termina su aclaración con una expresión que a Él le gusta mucho usar: “¡Quien tengas oídos para oír que oiga! O sea: ¡Esto es lo que hay! ¡Lo han oído! ¡Ahora traten de entenderlo!” Dicho con otras palabras, usen la cabeza y el buen sentido y analicen las cosas partiendo de la experiencia que tienen de la vida. 

Los discípulos no acaban de entender lo que Jesús quería decir con aquella afirmación. Cuando llegaron a casa pidieron una explicación. Esta petición dejó maravillado a Jesús. Pensaba que al menos ellos lo hubiesen entendido. La explicación va hasta el fondo de la cuestión de la pureza. Declara puros todos los alimentos. O sea, ningún alimento que desde fuera entra en el ser humano podrá volverlo impuro, porque no va al corazón, sino al estómago y termina en el excusado. Lo que vuelve impuro, dice Jesús, es lo que, desde dentro, desde el corazón, sale para envenenar las relaciones humanas. Y las enumera: Fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, avaricias, maldades, fraudes, libertinaje, envidia, calumnia, soberbia, insolencia, insensatez” Así, de muchos modos, por medio de la palabra, del gesto o de la convivencia, Jesús ayudaba a las personas a ser puras. Por medio de la palabra, purificaba a los leprosos (Mc 1,4044), arrojaba los espíritus inmundos (Mc 1,26-39; 3,15.22 etc.) y vencía la muerte, fuente de todas las impurezas. Por medio del gesto, la mujer considerada impura vuelve a ser limpia (Mc 5,25-34). Por medio de la convivencia con Jesús, los discípulos se ven animados a imitar a Jesús que, sin miedo de contaminarse, come con las personas consideradas impuras. (Mc 2,15-17).

Contemplación

En un momento de silencio dejaré que Dios escudriñe en mi corazón y descubra todas las impurezas que tiene. Le pediré también que por el poder del Espíritu Santo sea limpiado de todo ello. También le pediré que no vea a nadie como alguien impuro, sino que este dispuesto, como Jesús, a tener amor y misericordia con todos.

¿Qué compromiso puedo hacer?

  • Esta semana buscaré reconciliarme con Dios mediante el sacramento de la confesión con el fin de alcanzar la pureza del corazón.
  • Oraré por alguna persona que tal vez me caiga mal.

Oración final:

Señor, ¡qué lección tan bella proclamas en tu Evangelio! Denuncias la hipocresía de los fariseos. Honran a Dios con los labios, practican un culto externo, pero no lo aman de veras. Su corazón está lejos. Para Ti, Señor, no sirve cumplir humanos preceptos. Lo que da valor al hombre es “lo que sale de dentro”. Tú nos aclaras, Señor, que “el corazón es el centro”, donde la persona cuida la flor de sus sentimientos. Y muchas veces, Señor, clavamos a sangre y fuego, en Dios y en nuestros hermanos, “espinas” de sufrimiento. Danos a todos, Señor, un corazón noble y bueno: Que sea fuente de amor, misericordia y consuelo. Haz que nuestro corazón responda como el almendro: Que, cuando recibe un golpe, suelta una lluvia de besos. Amén.

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