Oración
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección. Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu Palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.
Texto Bíblico: Marcos 7, 31-37
Se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él. El, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effatá», que quiere decir: «¡Abrete!» Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente. Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. Y se maravillaban sobremanera y decían «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos».
Palabra del Señor.
Preguntas para reflexionar personalmente o en grupo:
- ¿En dónde estaba Jesús cuando realizó el milagro?
- ¿Qué personajes aparecen?
- ¿Cómo curó Jesús al sordo mudo?
- ¿Qué pidió Jesús después de realizar el milagro?
- ¿Cuál fue la reacción de la gente al ver el milagro?
Meditación
Jesús se encuentra con una comunidad sorda y muda. Esto es lo que simboliza el personaje que nos presenta hoy el relato evangélico. Ese hombre representa a la comunidad que tiene que ser curada espiritualmente. Esa curación, que es producto del amor gratuito de Dios, llevará a la comunidad a saber captar las palabras de Jesús y llegar a confesarlo como el “Hijo de Dios Crucificado y Resucitado”.
Este relato evangélico tiene muchos signos liberadores que se hace necesario comprender para poder asimilar el contenido profundo de esta perícopa. Este milagro, ante todo, establece una gratuidad en la que la humanidad total de Jesús se encuentra comprometida. Jesús utiliza sus manos; la utilización de las manos manifiesta la cercanía de Dios que Jesús trae. Esta cercanía se hace necesaria, para que el pueblo vuelva a escuchar y sea capaz de proclamar. La religión oficial había alejado a Dios de la esfera popular, y por eso ellos lo sentían distante y abstracto. Jesús emplea también la saliva: es el símbolo que entra a recrear al individuo nuevamente y dejarlo apto para que pueda avanzar por la historia, por la nueva historia de libertad inaugurada por Jesús. Otro signo: los ojos levantados al cielo: es la expresión con la que el evangelista pone de manifiesto el deseo intenso de Jesús de sanar a la comunidad que padece de sordera y de mudez, y ese deseo lo convierte en oración, oración que el Padre misericordioso escucha para el bien del mismo pueblo. Una palabra: effatá; con esta palabra Jesús invita a la comunidad a abrirse, para que el proyecto de Dios se haga efectivo en medio de la comunidad. Todos estos signos externos que Jesús realiza para que el milagro se haga posible en la vida del pueblo, son un don gratuito de Dios, y este don gratuito del Padre es el que hará luego posible que la comunidad confiese a Jesús como el Señor de la historia.
La sordera imposibilitaba a la comunidad seguidora de Jesús a entender lo que Jesús decía de sí mismo. Hoy también nosotros, en nuestras comunidades, padecemos de sordera que nos imposibilita escuchar el proyecto liberador de Dios en nuestras vidas.
Contemplación
En un momento de silencio presentaré mi sordera al Señor porque me cuesta ser obediente a Cristo. También le diré a Jesús que aquí está mi lengua, esa misma que no se abre para proclamar que Dios sigue sanando a su criatura predilecta, el hombre. Deja que el señor transforme tu humanidad caída.
¿Qué compromiso puedo hacer?
- Procuraré ser pronto para escuchar y lento para para hablar.
Oración final:
Padre Santo, soy sordo cuando no oigo las necesidades de los demás, cuando no busco entender su punto de vista. Soy mudo cuando no pronuncio palabras llenas de bendición sino de crítica, por eso confío en que esta meditación, y mi esfuerzo permanente por crecer en mi vida de oración, me ayude a curar esas malas acciones que me apartan de ser un auténtico testigo de tu amor.