El Mes Misionero

“Vayan e inviten a todos al banquete” (cf. Mt 22, 9)

Octubre: mes del Rosario, de las Misiones, de la segunda Sesión del Sínodo sobre la Sinodalidad, de la Diversidad Cultural, de la Semana Litúrgica, entre otros eventos y circunstancias que nos reúnen como cristianos para dar testimonio de nuestra esperanza.

El Papa Francisco nos invitó al comienzo del mes a orar por una misión compartida: “Oremos para que la Iglesia siga apoyando por todos los medios un estilo de vida sinodal, bajo el signo de la corresponsabilidad, promoviendo la participación, la comunión y la misión compartida entre sacerdotes, religiosos y laicos” (Intención del Papa octubre 2024).

En esta tónica de oración y del Sínodo vivimos los cristianos este mes, recordando el mandato misionero del Señor presentado en Mateo 28, 18-20:

  • “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra”.
    Es una razón: todo el poder del Padre, le fue concedido también al Hijo, Jesús es el Misionero del Padre.
  • “Vayan por todo el mundo”.
    Es una orden: pero en el amor y en el respeto, no como la da el mundo, atropellando los derechos y la libertad.
  • “Hagan discípulos a todas las gentes”.
    Es una Misión: La esencia, la razón de ser de nuestra Madre Iglesia, es la Evangelización y es para todos.
  • “Bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y ensenándoles a guardar todo lo que yo les he mandado”.
    Es la pedagogía divina: Nos invita como misioneros, a sumergirnos totalmente en el amor de la Santísima Trinidad y a ser celosos y fieles al Evangelio.
  • “He aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”.
    Es una promesa: ¡Dios nunca nos abandona!

Consciente de este mandato y bajo la luz del Espíritu Santo el Papa San Pablo VI constató que, para la Iglesia, la misión de evangelizar constituye su gracia y vocación propia y expresa su verdadera naturaleza (cf. EN 14).

Lo mismo presenció en el siglo XVII San Vicente de Paúl, que hizo suyo el programa misionero del mismo Cristo: “Me ha enviado a evangelizar a los pobres” (Lc 4, 18).  Vicente de Paúl contempló y experimentó a la Iglesia como continuadora de la misión de Jesu­cristo, haciendo lo que Él hizo en la tierra, coope­rar con Él en la salvación de los hombres. En efecto, es una visión donde la Iglesia aparece como una realidad histórica, itinerante, misionera, y al servicio de los pobres.

Si existen hoy numerosas experiencias misioneras y si el Papa Francisco insiste en la necesidad de salir y de ser verdaderos discípulos misioneros, es porque el mandato del Señor no solo sigue vigente, sino que interpela e inspira el caminar de cada bautizado.

Es así como recibimos el lema del DOMUND 2024: “Vayan e inviten a todos al banquete” (cf. Mt 22, 9). (Mensaje del Santo Padre Francisco para la XCVIII Jornada Mundial de las Misiones 2024). Lejanos, cercanos, consagrados, sacerdotes, religiosos, laicos comprometidos, en fin, todos nos sentimos invitados al Banquete del Señor; y más aún, nos sentimos enviados para acoger, amar, perdonar y ser artesanos de paz por donde vayamos.

Finalmente, en el camino que hace nuestra diócesis hacia el nuevo Plan Pastoral, este mes de octubre nos pone en una constante actitud de “conversión misionera”, expresión utilizada por el Papa Francisco para explicar el dinamismo en que la Iglesia, cada una de sus comunidades y estructuras y cada uno de los cristianos ha de introducirse para dar respuesta a las urgencias de la Misión hoy (cf. EG 30).

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