“¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!”

Oración inicial

Señor Jesús envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección. Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

 

LECTURA (¿Qué dice la Palabra?)

Texto Bíblico: Mc 10, 17-30

 En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?». Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre». Él replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud». Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme». A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico. Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!». Los discípulos quedaron sorprendidos de estas palabras. Pero Jesús añadió: «Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios». Ellos se espantaron y comentaban: «Entonces, ¿quién puede salvarse?». Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo». Pedro se puso a decirle: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Jesús dijo: «En verdad les digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, que no reciba ahora, en este tiempo, cien veces más –casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones– y en la edad futura, vida eterna».

Palabra del Señor.

 

Preguntas para reflexionar personalmente o en grupo:

 

  • ¿Qué personajes aparecen en este evangelio?
  • ¿Cuál es la pregunta que le hace el rico a Jesús? ¿Qué importancia tiene esta pregunta?
  • ¿Qué le respondió Jesús?
  • ¿Cumplía el rico todos los mandamientos?
  • ¿Qué más le pidió Jesús al rico? ¿Cuál fue la respuesta del rico?
  • ¿Por qué le es muy difícil a los ricos entrar en el Reino de Dios? ¿Un rico se condena por el simple hecho de ser rico? ¿Qué rico en la Biblia recibió la salvación?
  • ¿Cuál es el premio de los que lo han dejado todo por Cristo? ¿El dejarlo todo de manera radical es para todos los seguidores de Jesús?

 

MEDITACIÓN (¿Qué me dice la Palabra)
   

En la tradición judía, la riqueza era vista como una bendición de Dios y la persona rica como especialmente bendecida por Dios. Junto con la idea de la bendición y el favor divino venía una obligación divina (a menudo ignorada): el cuidado de los pobres de Dios.

A medida que se desarrolla la conversación entre el hombre rico y Jesús, vemos que es un hombre bueno y recto. Los mandamientos que Jesús enuncia son aquellos que tienen que ver con el trato que uno da a los demás. El hombre rico dice que siempre los ha cumplido. El amor y el afecto de Jesús por el hombre reconocen sus genuinos esfuerzos por vivir de acuerdo con los mandamientos. Este amor da paso a la llamada al discipulado: «Solo una cosa te falta. Ve, vende todo lo que tienes, da el dinero a los pobres, y así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme». Jesús quiere que este hombre sea su seguidor. Le invita a pasar de un modo de vida centrado en la Torá (la ley judía) a un modo de vida totalmente centrado en Jesús. Cuando el hombre se acerca por primera vez a Jesús, le pregunta qué más tiene que hacer para heredar la vida eterna sin dejar de mantener la dirección actual de su vida. A lo que Jesús le invita es a la transformación total de su vida, a ir en una nueva dirección. Jesús le está invitando a un cumplimiento aún más radical de sus obligaciones con el prójimo, vendiendo todo lo que tiene, dando las ganancias a los pobres y convirtiéndose en seguidor de Jesús. Lamentablemente, el hombre rico no puede dar este paso. Está atrapado y controlado por sus posesiones y no puede dejarlas para entrar en una compañía alegre y vivificante con Jesús.

Cuando Jesús habla de lo difícil que es para un rico entrar en el reino de Dios, los discípulos se quedan asombrados. Ellos también piensan que la riqueza y las posesiones son un signo del favor y la bendición de Dios. Jesús insiste en que más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que un rico . Los discípulos están aún más sorprendidos y concluyen que si los ricos no pueden entrar en el reino, ¿qué esperanza tenemos los demás? La respuesta de Jesús a los discípulos nos dice claramente que si confiamos en los recursos y medios humanos es imposible encontrar la salvación. Pero si confiamos en Dios, entonces podemos ser salvados: el Dios bueno y bondadoso que da el Reino como un don puro e inmerecido. A veces, las mismas cosas que amamos, en las que encontramos nuestra seguridad y en las que depositamos nuestra confianza, pueden convertirse en nuestra ruina y en un obstáculo en nuestro camino hacia el Reino. La respuesta de Jesús acerca de Dios, que puede hacer lo imposible, es también una garantía de que Dios está dispuesto a caminar con nosotros, a ayudarnos a encontrar el camino para que nuestros corazones dejen de depender de nosotros mismos y de los bienes humanos y pasen a confiar en el amor y la compañía de Dios.

 

CONTEMPLACIÓN (Dios me mira y yo lo miro)

En este momento podemos poner música instrumental o canciones de adoración en un volumen adecuado. Permanezcamos por unos minutos en un silencio elocuente, con un espíritu contemplativo ante la mirada de Dios. Experimentemos la alegría, la paz, el gozo de sabernos amados, guiados y protegidos por el Padre. Dejemos que Cristo nos configure progresivamente con él en el seno de su corazón.

En medio del silencio, se puede hacer una reflexión sobre el tema que se está tratando.

 

ORACIÓN ¿Qué me hace decir a Dios la Palabra?

En este momento, si la lectio se está haciendo en comunidad varios pueden participar haciendo una oración espontánea. También se puede hacer la siguiente oración:

Señor, si Tú eres lo único necesario en mi vida, ¿por qué no invierto lo mejor de mi tiempo en vivir tu mandamiento del amor?

Quiero comprometerme más contigo, ser generoso, seguirte de verdad y dedicar lo mejor de mí a ti y a los demás.

Ayúdame a reducir mi afán por lo material y tener un corazón alegre, caritativo y bondadoso que comparta todo con todos.

 

ACCIÓN (compromisos)

  • Para alcanzar la vida eterna, debemos ser desprendidos, generosos, vivir la caridad y aceptar la invitación de Jesús, prescindir de nuestras seguridades materiales para lanzarnos a una aventura fascinante: hallar a Jesús y la vida nueva.
  • Tus bienes, tus talentos, tus capacidades son de Dios que Él te ha concedido. Agradécelos y ponlos al servicio de los demás sin regateos.
  • Jesús les dijo: «Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo». Pon la confianza no en ti, sino en la Gracia de Dios, que todo lo puede.

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