- Por: Oscar Pérez Palomino
La forma de aliviar, no los síntomas, sino la enfermedad…es viviendo en conversión, afirman los escolapios.
La conversión como proceso de madurez humana no se logra de un momento a otro, como un cambio radical abrupto, sino que se consigue mediante un enfoque gradual, un proceso secuencial, que nos mueve progresivamente sobre un continuum de crecimiento espiritual.
El proceso de conversión implica “dejar atrás al hombre viejo y dar paso al renacer del hombre nuevo (…) es un largo proceso que comienza por una toma de conciencia, seguida de una crisis inicial y una decisión en el que hay momentos fuertes, momentos difíciles, y crisis de maduración donde debemos volver a elegir reiteradamente” para corregir nuestras fallas y errores e ir ajustando nuestro comportamiento “a las enseñanzas y principios proclamados y encarnados por cristo”, señala el sacerdote y escritor chileno Segundo Galilea.
El proceso incipiente de conversión, que comienza con la superación de nuestros defectos, es el que está a nuestro alcance…porque el proceso profundo de conversión, que implica la superación del pecado o de los principios quebrantados, requieren del apoyo de la Providencia, dado que, tal como lo señala el sacerdote colombiano Juan Jaime Escobar “la posibilidad de vivir una vida de compasión, de vivir una vida buena, es una realidad que escapa a la mera capacidad humana”.
En virtud de lo anterior, nos detendremos en la etapa incipiente de este proceso de conversión, el cual se realiza negándonos a utilizar la inconciencia, la justificación teórica, darle gusto al mal, la culpabilización psicológica y la búsqueda de compensaciones como mecanismos para aliviar los síntomas de la enfermedad.
Vivir en conversión consiste, entonces, en una toma de conciencia de un error seguida de la decisión de optar por no volver a cometerlo… en empezar a darme cuenta de mis errores. Si soy imprudente, por ejemplo, es darme cuenta de que lo soy, y empezar a no seguir siéndolo, mediante una vigilancia constante de mi comportamiento. De esta manera desandamos el camino y desaprendemos el habito nocivo.
No justificando teóricamente nuestros errores ni el mal que habita en nosotros y que hacemos, sino denunciándolo y analizándolo con valentía. Como señalábamos la justificación teórica es la búsqueda de dos o tres razones elegantes que disfracen la realidad…esa capacidad que tenemos para autoengañarnos, para actuar mal y estar convencidos de que actuamos bien. Como las disculpas teóricas nos hacen parecer justos ante los demás y ante nuestra propia consciencia, vivir en conversión consiste en no justificarnos.
No darle gusto a nuestras faltas y males sino aprendiendo a sufrir nuestro mal…es vivir en conversión.
No culpabilizándonos, no exagerándolo todo, pues de esta manera no nos sentimos enfermizamente angustiados por nuestro error, sino que sentimos un pesar tranquilo, alegre. Cuando hay angustia, hay problema psicológico, no conversión. La conversión es paz, es confianza, es alegría.
Renunciando a las compensaciones… tal vez tengo debilidades, fallas, errores…pero como es difícil enfrentarlas, en lugar de superarlas busco compensaciones en la droga, el alcohol para olvidar y huir, en horas y horas de TV, en acumular posesiones, en la entrega a la búsqueda de dinero, a la búsqueda de placer, y la felicidad aparente. Renunciar a este mecanismo consiste en concentrar mis esfuerzos en ser integro…ajustar mis comportamientos a principios eternos, en cultivar una rica vida privada leyendo, reflexionando, a través del discernimiento, y prestando un servicio.
Aquí es importante aclarar que los bienes placenteros mencionados de la tv, las posesiones, la entrega a la búsqueda de dinero y placer…son un goce y deleite sobreviniente, si el sujeto no los usa para huir y eludir sus debilidades, fallas y errores. Pero si se buscan como una compensación para eludir la tarea de superar las debilidades, fallas, errores, males y pecados…se convierten en una nueva y sofisticada enfermedad, entendida la compensación como el mecanismo de defensa utilizado para “encubrir las debilidades, frustraciones, insuficiencias o incompetencias en un área de la vida enfocándose o destacándose en otra”, para mantener el equilibrio emocional.