“Tú eres el Mesías. El Hijo del hombre tiene que padecer mucho”

Oración

Señor Jesús envía tu Espíritu, para que él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección. Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu Palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

 

Texto Bíblico: Marcos 8, 27-35

 En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos le contestaron: «Unos, Juan el Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas». Él les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy?». Tomando la palabra Pedro le dijo: «Tú eres el Mesías». Y les conminó a que no hablaran a nadie acerca de esto. Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días». Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Pero él se volvió y, mirando a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!». Y llamando a la gente y a sus discípulos les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque, quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma?».

Palabra del Señor.

 

Preguntas para reflexionar personalmente o en grupo:

  • ¿Qué pensaba la gente de la época sobre quién era Jesús?
  • ¿Cuál fue la respuesta de Pedro?
  • ¿Qué dijo el Señor sobre su pasión y muerte?
  • ¿Por qué Jesús llamó Satanás a Pedro?
  • ¿Cuáles son las exigencias de Jesús para aquél que lo sigue?

 

Meditación

En el Evangelio de hoy, Jesús pregunta: “¿Quién dicen los hombres que soy yo?”. Ellos responden relatando las diversas opiniones: -“Juan Bautista”. -“Elías o uno de los profetas”. Después de oír las opiniones de los demás, Jesús pregunta: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Pedro respondió: “¡El Señor, el Cristo, el Mesías!” Esto es, el Señor es aquel que ¡el pueblo está esperando! Jesús concuerda con Pedro, pero le prohíbe hablar de esto con la gente. ¿Por qué lo prohíbe? En aquel tiempo, todos esperaban la venida del mesías, pero cada uno a su manera: unos como ¡rey, otros como sacerdote, doctor, guerrero, juez, profeta! Ninguno parecía estar esperando al mesías servidor sufriente, anunciado por Isaías (Is 42,1-9). Pero, preguntémonos: ¿por qué los apóstoles, en boca de Pedro, no fallan en su respuesta? Hay que decir que, por gracia de Dios, pero también esa gracia se da porque estos discípulos mantenían una relación íntima con Cristo. Los que no tenían esta relación con Jesús, se equivocaron. También hoy estamos invitados a estar muy cerca de Jesús para poder comprender la profundidad del misterio de Cristo.

En Marcos 8,31-33 encontramos el primer anuncio de la pasión. En seguida, Jesús comienza a enseñar que él es el Mesías Siervo y afirma que, como Mesías Siervo anunciado por Isaías, pronto será condenado a muerte en el ejercicio de su misión de justicia (Is 49,4-9; 53,1-12). Pedro se espanta, llama a Jesús a un lugar apartado para desaconsejarle. Y Jesús responde a Pedro: «¡Quítate de mí vista Satanás, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!» Satanás es una palabra hebraica que significa acusador, aquel que aleja a los demás del camino de Dios. Jesús no permite que alguien lo aleje de su misión. Literalmente el texto dice: “¡Atrás de mí, Satanás!” Pedro debe seguir a Jesús. No debe invertir los papeles y pretender que Jesús le siga a Pedro.

 

Contemplación

  • Todos creemos en Jesús. Pero algunos le entendemos a Jesús de una forma, otros de otra. ¿Cuál es hoy la imagen común que la gente tiene de Jesús? ¿Cuál es la respuesta que la gente daría hoy a la pregunta de Jesús? Yo, ¿qué respuesta le doy?
  • ¿Qué nos impide reconocer a Jesús como Mesías?

 

¿Qué compromiso puedo hacer?

  • Pedro le dijo: «Tú eres el Mesías». Intenta responder ante Dios y los que te rodean, más que con una afirmación de los labios, con un testimonio en tu vida que indique quien es Jesús para ti.
  • El seguimiento al que Jesucristo te invita, es ir tras sus pasos. Sin adelantarte. «El que quiera venir detrás de mí, que renuncié a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga«. Renunciar, cargar y seguir, nos hablan de una invitación a hacer de nuestra vida, una donación y entrega.

 

Oración final:

Señor, enséñame a vivir con libertad interior. Ayúdame a desprenderme de mis planes cuando la vida me los modifique. Señor, que no me resista al cansancio, al desgaste, a los cambios, y que no busque falsas seguridades.

Enséñame a aceptar con serenidad y fortaleza los límites variados de cada día y las cosas imprevistas. Líbrame de toda resistencia interior contra la realidad. Enséñame a vencer mis nerviosismos y tensiones, para enfrentar con calma y seguridad interior todo lo que me suceda. Destruye toda desconfianza para que pueda descansar en tu presencia, entregarme a tus brazos, sin pretender escapar de tu mirada de amor. Vive conmigo Señor, enfrenta conmigo los desafíos y las dificultades que ahora tengo que resolver. Contigo todo terminará bien. Amén.

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