“Yo soy el Buen Pastor”

LECTIO DIVINA

Oración inicial

Amado Dios y Padre celestial, me presento ante ti con un corazón abierto y sediento de tu verdad. Al iniciar este tiempo de estudio de tu Santa Palabra, te imploro humildemente que derrames sobre mí el don de la inteligencia. Concédeme la capacidad de comprender profundamente el sentido de la Escritura, de discernir las verdades eternas que en ellas se revelan y de desentrañar la riqueza de tu plan para mi vida y para el mundo. Que mi mente se ilumine con tu luz divina, permitiéndome captar la esencia de tus enseñanzas y crecer en el conocimiento de tu ser. Además, Padre amoroso, te suplico que me otorgues el don de la sabiduría. No solo anhelo entender tu Palabra, sino también aplicarla con discernimiento y prudencia en cada aspecto de mi existencia. Dame la sabiduría para tomar decisiones que te honren, para vivir de acuerdo a tus principios y para reflejar tu amor y tu justicia en mis acciones. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

LECTURA (¿Qué dice la Palabra? Leer el texto bíblico dos o tres veces)

Texto Bíblico: Jn 10, 27-30

Lectura del Santo Evangelio según san Juan

En aquel tiempo, dijo Jesús:

—«Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.»

Palabra del Señor.

Preguntas para reflexionar personalmente o en grupo: 

  • En el contexto de este pasaje, ¿qué implica “escuchar la voz” de Jesús y “seguirlo”? ¿Cómo se manifiestan estas acciones en la vida de un creyente?
  • Jesús afirma: “yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano”. ¿Qué seguridad y consuelo ofrece esta promesa a quienes se consideran sus “ovejas”? ¿Cómo se relaciona la seguridad en la mano de Jesús con la seguridad en la mano del Padre?
  • La declaración final, “Yo y el Padre somos uno”, es una afirmación teológica profunda. ¿Qué nos revela esta frase sobre la naturaleza de Jesús y su relación con Dios Padre? ¿Cómo impacta esta unidad en la comprensión de la salvación y la protección ofrecida a las “ovejas”?

MEDITACIÓN (¿Qué me dice la Palabra?)

La imagen central del evangelio de hoy es la del pastor y sus ovejas. Jesús se presenta a sí mismo como el Buen Pastor, aquel que conoce profundamente a cada una de sus ovejas. Esta relación no es superficial; implica un conocimiento personal, una conexión que va más allá de lo meramente funcional. Las ovejas, a su vez, reconocen la voz de su pastor y lo siguen. Esta escucha activa y esta respuesta de seguimiento son fundamentales para pertenecer a su rebaño.

La promesa de Jesús de dar vida eterna a sus ovejas es una de las mayores garantías de este pasaje: “yo les doy la vida; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano”. Esta vida no es solo una existencia prolongada, sino una calidad de vida plena y definitiva, libre de la amenaza de la perdición. La seguridad que ofrece Jesús es absoluta: nadie, ni siquiera fuerzas externas, podrá arrebatar a sus seguidores de su mano. Esta protección inquebrantable radica en la autoridad que le ha sido dada por el Padre. Sin embargo, la parábola de “la vid y los sarmientos” (Jn 15, 5-7) nos recuerda también que es importante que el sarmiento no se separe de la vid por porque, si no, se seca, y solo sirve para quemarlo. La garantía divina de salvación está dada, pero el creyente está llamado a colaborar con el plan divino permaneciendo en el camino de Jesús.

Culminando en la profunda declaración “Yo y el Padre somos uno”, este versículo constituye una afirmación cristológica fundamental, indica una unidad de esencia, poder y gloria, no solo una mera unidad de propósito o acción. Esta declaración, que provocó la acusación de blasfemia por parte de los judíos: “Tú no eres más que un hombre, pero te estás haciendo Dios a ti mismo” (Cf. Juan 10,31-33), revela la identidad divina de Jesús. Él no es simplemente un mediador o un profeta, sino que comparte la misma naturaleza divina con el Padre, fundamento de su autoridad para dar vida eterna.

En este día, la Iglesia medita sobre el amor incondicional, el cuidado providencial y el sacrificio redentor de Cristo por su rebaño. La figura del Buen Pastor, que conoce íntimamente a cada una de sus ovejas, da la vida por ellas y las protege de todo peligro, se convierte en un modelo esencial para comprender la vocación y la misión de aquellos llamados a pastorear el Pueblo de Dios. Esta celebración nos recuerda la profunda conexión entre Cristo, el Pastor Supremo, y aquellos a quienes ha confiado el cuidado de su grey, invitándonos a reflexionar sobre la responsabilidad y la gracia inherentes al ministerio sacerdotal.

En el contexto de esta significativa festividad, la oración por los sacerdotes adquiere una importancia particular. Ellos son los colaboradores directos de Cristo en la tarea de guiar y alimentar al rebaño del Señor en el mundo actual. Al igual que el Buen Pastor, están llamados a conocer a sus comunidades, a escuchar sus voces, a ofrecerles el alimento espiritual de la Palabra y los sacramentos, y a guiarlos por los caminos de la fe y la santidad. Orar por los sacerdotes en su día es un acto de profunda comunión eclesial, reconociendo los desafíos y las alegrías de su vocación, pidiendo por su fortaleza, sabiduría y santidad, para que puedan ser verdaderos reflejos del corazón pastoral de Cristo y cumplir fielmente la misión que les ha sido encomendada.

ORACIÓN (¿Qué me hace decir a Dios la Palabra)? De manera espontánea los hermanos pueden hacer una oración en voz alta a partir de lo reflexionado. También pueden pedir por necesidades particulares o de la comunidad).

CONTEMPLACIÓN (Dios me mira y yo lo miro)

Cierra los ojos por un momento e imagina la escena. Estás en un campo tranquilo, la hierba suave bajo tus pies. Delante de ti, una figura irradia una paz profunda: es Jesús, el Buen Pastor. Su mirada se posa en ti, una mirada llena de amor y conocimiento. Escucha sus palabras resonando en tu corazón: “Mis ovejas escuchan mi voz”. Siente cómo esa voz te llama, no con un grito, sino con una melodía suave y familiar que despierta algo profundo en tu interior. Él te conoce por tu nombre, conoce tus alegrías y tus miedos, tus fortalezas y tus debilidades. Y tú, instintivamente, sientes el deseo de seguirlo, de caminar tras sus pasos, confiando en su guía.

Ahora, detente en la promesa que brota de sus labios: “Yo les doy vida eterna; no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano”. Siente la fuerza de estas palabras, la seguridad que emana de ellas. Imagina su mano extendida, fuerte y protectora, rodeando la tuya. Nada ni nadie tiene el poder de arrebatarte de ese abrazo. Visualiza la unidad profunda entre Jesús y su Padre: “Yo y el Padre somos uno”. Es como si estuvieras doblemente seguro, envuelto en un amor infinito e indivisible. Esta contemplación te invita a descansar en esa certeza, a soltar cualquier temor, sabiendo que perteneces a un rebaño amado y eternamente protegido por el Pastor que dio su vida por ti.

ACCIÓN (en este momento de manera personal o como comunidad se pueden proponer unos compromisos para ponerlos en práctica. Proponemos unos para fomentar el estudio de la Biblia).

  • Escucha atenta: Dedícate a discernir la voz de Jesús cada día. Busca su guía en la oración, la Escritura y la comunidad. Afina tu oído espiritual para reconocer su llamado en cada situación.
  • Sigue con confianza: Vive con valentía, imitando el amor y la justicia de Jesús. Toma decisiones que reflejen sus valores, confiando en su guía constante, incluso en los momentos difíciles.
  • Descansa en su amor: Cultiva una paz profunda sabiendo que estás seguro en sus manos. Entrega tus miedos y ansiedades, confiando en su amor incondicional y protección eterna.

ORACIÓN FINAL 

Amado Jesús, Buen Pastor de nuestras almas, te damos gracias por revelarnos la profundidad de tu amor y la seguridad que encontramos en tu cuidado. Te pedimos la gracia de escuchar atentamente tu voz en medio del bullicio del mundo, de reconocer tu llamado en cada instante de nuestras vidas. Ayúdanos a afinar nuestro corazón para discernir tus caminos y a responder con prontitud y generosidad a tu guía.

Confiados en tu promesa de vida eterna y en la certeza de que nada puede arrebatarnos de tu mano ni de la de tu Padre, te entregamos nuestras preocupaciones y temores. Que esta verdad nos llene de una paz profunda y nos impulse a seguir tus pasos con valentía y amor. Te pedimos la gracia de vivir cada día con la certeza de tu presencia protectora, sabiendo que somos tus ovejas amadas, seguras en tu redil eterno. Amén.

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