LA ETAPA DE LA ESCUCHA

“A vinos nuevos, odres nuevos”
Mt 9, 17

La misión de la Iglesia nace del envío apostólico de Jesús: “¡Vayan! Hagan discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que les he enseñado” (Cf. Mt 28, 18-20). Desde, entonces, la Iglesia, que peregrina en el tiempo, anuncia a Jesucristo y suscita el encuentro personal con Él, de modo que su Persona y su Evangelio calen profundamente en la mente y en el corazón de todos, y que, por este evento de salvación, “la Buena Nueva del Evangelio llegue a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, la transforme desde dentro” (Cf. EN, 18), que hombres y mujeres asuman los valores del Evangelio en su modo de vivir y encuentren su plena realización en el seguimiento del Señor.

Desde luego que esta misión de la Iglesia solo será eficaz si se realiza en continuo diálogo con los hombres y mujeres de cada tiempo. Por este motivo, es imprescindible que los evangelizadores desarrollen una aguda capacidad de comprensión de la persona y de su entorno y de los criterios de fondo que mueven las actitudes de la generación contemporánea, porque “para la Iglesia no se trata solamente de predicar el Evangelio en zonas geográficas cada vez más vastas o poblaciones cada vez más numerosas, sino de alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de salvación” (EN, 19).

Nuestra amada Diócesis se acerca, junto al pueblo samario, a la celebración de los 500 años de la fundación de la ciudad (2025). Y dentro de 8 años más, a partir de esta conmemoración, viviremos el evento máximo de los 500 años de la creación de nuestra Diócesis (2033).

¿Cómo vamos a vivir estos acontecimientos? De múltiples formas, pero hay una, en particular, que debe ser asumida como prioritaria: construir juntos un nuevo plan pastoral diocesano para los años siguientes. A esas fechas históricas no queremos llegar apenas con mentalidad de historiógrafos o de recolectores de datos. Sin disminuir, desde luego, la importancia de este ejercicio, los datos nos importan no sólo porque satisfacen nuestra curiosidad histórica, sino, fundamentalmente porque nos ayudan a reconocer que nuestra historia se apoya sobre los hombros de héroes que deben recibir su justo reconocimiento y porque, además, esta historia ha sido el escenario de la primera acción evangelizadora en tierras suramericanas y porque, en estos lugares y en nuestro inmenso territorio, ha sido inscrito el Evangelio de Jesucristo, gracias a la labor que quienes nos antecedieron.

Sin embargo, -quiero hacerme entender-, de lo que se trata, al celebrar el pasado, es de asumir nuestra responsabilidad presente, para acoger el legado histórico como depósito vivo, como herencia vital, como plataforma sólida a partir de la cual demos impulso a la misión y le hagamos frente a los desafíos de nuestro tiempo.  Somos peregrinos de esperanza.

Por tanto, el plan pastoral diocesano que verá la luz el día el 29 de julio de 2025, será la carta de navegación de nuestra Iglesia Particular para los años siguientes. Anunciaremos con renovadas fuerzas que Jesucristo es el Señor, que vino a darnos vida y vida en abundancia.

Si, en nuestro tiempo, tomamos en serio a Jesucristo y a su Evangelio, nuestra vida cambia, nuestra vida ministerial se vuelve más auténtica y fecunda, nuestra familia se transforma, nuestra sociedad se abre a nuevos horizontes de esperanza y, en fin, todos los ámbitos de la vida humana son alcanzados desde dentro por la fuerza transformadora del Reino de Dios, la humanidad como Él la soñó.

Así que, con gran ilusión, demos ya inicio a la construcción sinodal del nuevo plan pastoral diocesano con nuestra participación eficaz en estas  tres etapas:

a) Etapa de la Escucha (dic 2023 – nov 2024)

b) Etapa del Discernimiento (dic 2024 – abr 2025)

c) Etapa de la Decisión (mayo 2025 – julio/nov 2025)

En este texto, que ponemos en manos de todos, cada uno encontrará los instrumentos fundamentales para vivir a plenitud esta Etapa de la Escucha.

Confiemos, en la oración, los abundantes frutos de este primer paso de nuestro camino hacia el nuevo plan pastoral diocesano.

El Papa Francisco nos ha invitado a vivir el 2024 como el año de la oración en el camino de preparación del próximo Jubileo de la esperanza, 2025. Escuchémoslo:

“Me alegra pensar que el año 2024, que precede al acontecimiento del Jubileo, pueda dedicarse a una gran sinfonía de oración; ante todo, para recuperar el deseo de estar en la presencia del Señor, de escucharlo y adorarlo”.

Por lo tanto, nuestra etapa de la escucha, en la diócesis, coincide con esta invitación del Papa, y este hecho providencial puede favorecer que en cada comunidad se promueva la centralidad de la oración individual y comunitaria; así aseguraremos el fruto maduro de nuestro camino pastoral diocesano.

José Mario Bacci Trespalacios, cjm
Obispo de Santa Marta

27 de abril de 2024

En el Auditorio principal del Colegio Diocesano San José en Santa Marta,
nos reunimos para vivir este gran ENCUENTRO DIOCESANO PARA LA ESCUCHA.

Queremos dar este primer paso en nuestro camino hacia el nuevo plan pastoral diocesano. Para poder cumplir este propósito viviremos este encuentro diocesano con la idea de prepararnos todos como agentes de escucha, capaces de multiplicar la participación de hombres y mujeres en esta búsqueda común.

Objetivo general

Convocar a los sacerdotes, las religiosas y los religiosos, laicas y laicos de la Diócesis de Santa Marta para realizar un ejercicio de escucha con el propósito de capacitarlos como agentes de base para realizar la etapa de la escucha, es decir, la primera de las etapas de nuestro camino sinodal hacia la construcción del nuevo plan pastoral para nuestra Iglesia Particular.

Participantes e invitados especiales

  • Los sacerdotes al servicio de la Diócesis de Santa Marta, diocesanos y religiosos; los diáconos y los jóvenes en Síntesis Vocacional.
  • 3 laicos representantes de sus respectivas parroquias.
  • 2 religiosas por cada una de las 10 comunidades religiosas femeninas que sirve al pueblo de Dios en nuestra Diócesis.
  • 2 representantes por cada uno de los 13 movimientos eclesiales presentes en la Diócesis.
  • 1 representante por cada Delegación de Pastoral de la Diócesis.
  • Los jóvenes en formación del Seminario Mayor San José y sus formadores.

Desde luego que este camino hacia el nuevo plan pastoral para la Diócesis de Santa Marta es una iniciativa que brota del Espíritu Santo que guía y sostiene, inspira y acompaña los esfuerzos misioneros de sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos dispersos por todo el territorio de la Diócesis.

Puestos ante la urgencia de la misión y conscientes de los desafíos de nuestra sociedad, queremos vivir nuestra responsabilidad apostólica con fidelidad y generosidad, y para lograrlo queremos hacer operativa, en nuestro contexto diocesano, la inspiración sinodal que el mismo Espíritu ha suscitado en la Iglesia a través del ministerio del Papa Francisco.

Así se expresaba el Santo Padre con ocasión de la conmemoración del quincuagésimo aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos, “que constituye una de las herencias más preciosas de la última reunión conciliar”: “desde el Concilio Vaticano II a la actual Asamblea, hemos experimentado de manera cada vez más intensa la necesidad y la belleza de “caminar juntos”. Por este mismo motivo, “debemos proseguir por este camino. El mundo en el que vivimos, y que estamos llamados a amar y servir también en sus contradicciones, exige de la Iglesia el fortalecimiento de las sinergias en todos los ámbitos de su misión. Precisamente el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”.

En la conmemoración mencionada, el Papa Francisco pronunció este interesante discurso que debe verse, además, como el punto de partida del camino sinodal en el que estamos inmersos actualmente.

“Una Iglesia sinodal -continúa el Papa- es una Iglesia de la escucha, con la conciencia de que escuchar “es más que oír” (EG, 171). Es una escucha recíproca en la cual cada uno tiene algo que aprender. Pueblo fiel, colegio episcopal, Obispo de Roma: uno en escucha de los otros; y todos en escucha del Espíritu Santo, el “Espíritu de verdad” (Jn 14,17), para conocer lo que él “dice a las Iglesias” (Ap 2,7).

Así este grupo de participantes en el ENCUENTRO DIOCESANO PARA LA ESCUCHA debe asumir este espíritu de camino juntos para escuchar juntos al Espíritu Santo y discernir juntos lo que Él desea de nuestra Diócesis.

En esta obra estamos comprometidos todos. Así lo enseña el Papa Francisco en EG: “cada uno de los bautizados, cualquier que sea su función en la Iglesia y el grado de instrucción de su fe, es un agente evangelizador, y sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel sea sólo receptivo de sus acciones”.

Invitados especiales

Invitados especiales de diversos ámbitos de la vida de la ciudad en calidad de observadores con voz:

  • Ámbito académico:  Rectores de universidades en la Diócesis.
  • Ámbito empresarial: Organizaciones de empresas
  • Ámbito castrense: Capellanes, Representantes de las autoridades militares y policiales
  • Ámbito interreligioso: Representantes de confesiones cristianas en la Diócesis.

Al convocar a este grupo de invitados especiales a nuestro ENCUENTRO DIOCESANO PARA LA ESCUCHA, se pretende abrir un frente de diálogo y discernimiento que escuche el punto de vista de gente comprometida en algunos ámbitos de la vida de la ciudad y que, por ese contacto particular que les viene de su campo de acción en la sociedad, nos pueden ayudar a ampliar el horizonte de nuestra búsqueda, a rastrear el querer de Dios para su Iglesia en estos nuevos tiempos y a aprender, con humildad, de sus visiones y reflexiones.

Escucha, discernimiento y decisión

logo_plan-pastoral

La cruz, enmarcada en el círculo de tonos amarillo y naranja evoca que CRISTO, Sol de justicia que nace de lo alto  (Lc 1,78) es el centro de nuestro camino sinodal hacia el nuevo plan pastoral diocesano.

El círculo, por su forma particular, es signo de transcendencia, se refiere a la acción de Dios que todo asume en sí mismo y que despliega en la historia su misericordia, su sabiduría, su salvación. Todos, todos, todos, tienen espacio en el corazón del Padre y, por tanto, en la misión pastoral de la Iglesia.

Al dibujar estos elementos de una manera fresca y libre, reconocemos que en Cristo encontramos la clave de todo lo que tenemos que llevar a cabo y que “conocerlo es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestras palabras y obras es nuestro gozo” (DA, 29).

Por lo tanto, en este camino hacia el plan pastoral de la Diócesis no queremos inventar un nuevo programa, porque la propuesta fundamental ya está dada: Cristo, su persona y su evangelio. Como enseñaba san Juan Pablo II, queremos contar con un plan que formule las orientaciones pastorales adecuadas a las condiciones de cada comunidad para que, realmente, se pueda dinamizar la acción evangelizadora en toda nuestra Diócesis.

Las manos resaltan el carácter de una Iglesia acogedora y cercana. Una Iglesia que es casa y escuela de comunión, de puertas abiertas, habitada por el Señor y animada por las relaciones fraternas entre sus miembros; y que está en continuo aprendizaje de escucha, a Dios y entre nosotros, para servir a todos.

El pueblo de Dios de nuestra Diócesis está representado con la misma imagen del logo del Sínodo. Así se busca resaltar la realidad en la que se encuentra la Iglesia en este momento: una Iglesia en participación, comunión y misión; una Iglesia que camina en comunión; una Iglesia  que anhela un auténtico encuentro con Jesús y que reitera la urgencia de la fraternidad en el mundo.

Este pueblo de Dios nace de los inicios de la evangelización en esta porción de nuestro continente. El encuentro de culturas que se produjo a partir del año 1525, con la fundación de la ciudad de Santa Marta y la llegada de la fe cristiana, se evoca también en las piedras de una terraza Tayrona, los habitantes ancestrales de estas tierras, sobre las que avanza esta porción del pueblo de Dios hacia la Catedral-Basílica.

La imagen de la Catedral- Basílica de Santa Marta indica el fruto maduro de una Iglesia establecida en el territorio luego de que la fe cristiana arraigó en la mente y en el corazón de los hombres y mujeres de estas tierras.

Debajo del logotipo se lee Escucha-Discernimiento-Decisión. HACIA EL PLAN PASTORAL. De esta manera se sugiere cuál es nuestro objetivo en este camino a dos años en el que está implicada toda la Diócesis de Santa Marta: juntos, construir el nuevo plan pastoral de la Diócesis de Santa Marta.

Es como una carta de navegación que permite a una Iglesia Particular en un contexto determinado cumplir fielmente la tarea que Cristo le ha encomendado, con una organización tal, que, animada por el Espíritu Santo, lleve a todos los hombres y mujeres a sentirse “un solo rebaño bajo un solo Pastor” (Jn 10,16).

Se dice PLAN porque hay una organización básica y fundamental que da a la Diócesis una identidad común.

Se dice PASTORAL porque así se denomina el servicio apostólico que la Iglesia realiza en diálogo con los hombres y mujeres de todos los tiempos: anunciar a Jesucristo, el Buen Pastor, e invitar a conocerlo, a amarlo y a servirlo en los hermanos.

Se dice DIOCESANO porque es construcción de todos los miembros de una diócesis o Iglesia particular, y está destinado a orientar la misión en el mismo territorio.

¿Para qué un nuevo plan pastoral en la diócesis?

“Cada Iglesia Particular, porción de la Iglesia Católica bajo la guía del obispo, también está llamada a la conversión misionera. Ella es sujeto primario de la evangelización, ya que es la manifestación concreta de la única Iglesia en un lugar del mundo, y en ella verdaderamente está y obra la Iglesia de Cristo, que es Una, Santa, Católica y Apostólica” (CD, 11).

“En orden a que este impulso misionero sea cada vez más intenso, generoso y fecundo, exhorto también a cada Iglesia Particular a entrar en un proceso decidido de discernimiento, purificación y reforma” (EG, 30).

Una escucha que abre nuevos rumbos para la misión

“Después Jesús partió de allí y fue a la región de Tiro. Entró en una casa y no quiso que nadie lo supiera, pero no pudo permanecer oculto. Enseguida una mujer cuya hija estaba poseída por un espíritu impuro, oyó hablar de él y fue a postrarse a sus pies. Esta mujer, que era pagana y de origen sirofenicio, le pidió que expulsara de su hija al demonio. Él le respondió: “Deja que antes se sacien los hijos; no está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los perritos”. Pero ella le respondió: “Es verdad, Señor, pero los perritos, debajo de la mesa, comen las migajas que dejan caer los hijos” Entonces él le dijo: “A causa de lo que has dicho, puedes irte: el demonio ha salido de tu hija”. Ella regresó a su casa y encontró a la niña acostada en la cama y liberada del demonio”

Mc 7, 24 – 30

La escena tiene dos únicos protagonistas: Jesús y la mujer sirofenicia.

  • Desde el inicio del texto aparece entre ambos una barrera infranqueable que los distancia casi irremediablemente: comparten la misma geografía (el territorio de Tiro), pero JESÚS está dentro de una casa con intención de que nadie se enterase. Eso indica su claro deseo de no tomar contacto con el mundo pagano que le rodea. Sus palabras posteriores confirman esta intención.
  • Además, en torno a LA MUJER se acumulan datos negativos: su hija está poseída por el demonio y es de origen pagano (de Fenicia y Siria), dos enemigos tradicionales de Israel. El lector tiende a considerarla culpable de frustrar el propósito de Jesús de permanecer incógnito. Ella irrumpe dentro de la casa de manera extemporánea y sin haber sido llamada.
  • Jesús la recibe con aire displicente y expresa una comprensión muy reducida de la misión. Se suscita un diálogo tenso y, al final, la mujer logra romper toda barrera, consigue que la fuerza sanadora de Jesús llegue al territorio pagano y el demonio de su hija sea expulsado. Vuelve a su casa confirmada por la palabra de Jesús y “vencedora” en la confrontación con él.

Veamos el movimiento del texto: se pueden intuir 3 grandes momentos del relato:

a) 24-26: la anticipación e iniciativa de la mujer

b) 27-28: la mujer enfrenta obstáculos y rechazos

c) 29-30: la reacción de Jesús

a) 24-26: la anticipación e iniciativa de la mujer: “Oyó hablar de él, e inmediatamente vino y se postró a sus pies”.

  • Jesús quería pasar desapercibido, pero la mujer va a su encuentro. Ella estaba expectante, vigilante, urgida por la enfermedad de su hija atormentada. Es muy alta su calidad de presencia.
  • Como en el relato de la hemorroísa (5,27), se dice que la sirofenicia oyó hablar de Jesús. Ambas escuchan acerca de él y eso ya basta para confiarse. Escuchan prestando adhesión. El contraste con el comportamiento de los discípulos es evidente: en 8, 17 recibirán dura reprensión de Jesús: “¿Todavía no comprenden ni entienden? ¿Tan endurecido tienen su corazón, que teniendo ojos no ven y teniendo oídos no escuchan?”.  Las mujeres escuchan y creen; los discípulos, en cambio, no escuchan y no comprenden.
  • La mujer reacciona rápidamente: se hace cercana y se postra a sus pies (igual que había hecho la hemorroísa cuando se dio a conocer). A pesar de su condición pagana y extranjera, que le prohibía acercarse a un judío, corre el riesgo de alzar su voz y suplicar la curación de su hija.

b) 27-28: la mujer enfrenta obstáculos y resistencias: “No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos”.

  • La reacción de Jesús ante la mujer es desconcertante y desestimulante: esperaríamos que se pusiera en camino y acompañara a la mujer a donde está su hija enferma (como con Jairo). Al contrario, Él inicia una conversación chocante… pospone su petición porque es pagana, considerada excluida del ámbito sacral de Israel y alejada de Dios.  Como sucede con la mayoría de los pobres, también esta mujer tiene que esperar a ser atendida.
  • La negativa de Jesús es muy clara en la mentalidad judía de la época. Los hijos son los judíos, miembros del pueblo elegido; los perritos son los paganos, excluidos de la Alianza. ¡Esta desconocida y anónima mujer será quien enseñe a Jesús a ensanchar el ámbito de Dios!
  • La reacción de la mujer responde a la segunda observación de Jesús (27b):  lo llama “Señor”. Él todavía no le ha reconocido su dignidad, pero ella se adelanta a hacerlo con él. Ella ve y espera más allá del momento presente. No se deja vencer por su condición de extranjera ni por lo que la situación encierra de desprecio.
  • Las respuestas desconcertantes de Jesús no la desaniman; no se va a encoger ni a callar, porque busca a toda costa la curación de su hija. Este motivo mayor la sostiene en la lucha. Y responde con audacia: También los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de los hijos” (v.28). Ha convertido la negativa de Jesús en una jerarquización: primero los judíos, pero después también los paganos. Mientras los judíos van a rechazar entrar en el banquete, esta mujer reconoce que es tan abundante y espléndido que con poco que le llegue, sabrá usarlo bien.  Thomas Merton decía: “A las personas no se les conoce por el intelecto, ni sólo por sus principios, sino únicamente por el amor”. Y eso es lo que esta mujer revela a Jesús, su identidad profunda de criatura amada por un Dios mayor que su etnia, su condición o su religión.

c) 29-30: la reacción de Jesús

  • Jesús ha sido confrontado por el amor tenaz y por la sabiduría humilde de esta mujer que no quería nada para sí misma… a tal punto que fue interpelado en su “discernimiento personal” acerca de su misión. Descubre que la voluntad de Dios, su amor proyectado sobre el mundo, tiene caminos que Él va a recibir también a través del odre nuevo que esta extranjera le ofrece.
  • Ella le revela algo más acerca del plan de Dios: que su vida va a ser entregada por todos. Le posibilita comprender y abrirse a la universalidad de su misión.
  • Jesús reconoce la autoridad de las palabras de la mujer: “A causa de lo que has dicho…” Por las palabras de esta mujer se produce la recuperación de la hija y, con ello, el acceso a la salvación de todos los alejados. Su palabra se convierte en posibilitadora de la Buena Noticia. Sus palabras se convierten también para él en portadoras de buenos anuncios.

El itinerario de fe y sanación de esta mujer sirofenicia es reflejo de esa determinación de triunfar sobre el sufrimiento y cambiar la vida. Esta es una característica del genio femenino que enriquece a la humanidad y a la Iglesia. Recorramos este itinerario en este tiempo de escucha diocesana… ¿a qué audacia e intrepidez nos invita el Señor para renovar la misión en nuestra Iglesia Particular?

“Jesús descubre que la voluntad de Dios, su amor proyectado sobre el mundo, tiene caminos que Él va a recibir también a través del odre nuevo que esta extranjera le ofrece.”

Lo que busca:

  • Detectar y considerar los movimientos espirituales, tanto de uno mismo como de los demás participantes.
  • Su objetivo es elegir el camino de la consolación que fortifica la fe, la esperanza y la caridad.
  • Tiene como fruto el fortalecimiento de la unión de ánimos (aunque puede no darse la unanimidad de opinión).
  • Su práctica hace que el grupo crezca en facilidad para discernir y descubrir cómo se mueve el Espíritu.
  • La conversación espiritual precisa y al mismo tiempo crea un ambiente de confianza y de apertura en nosotros y en los demás.

Lo que es:

  • Un instrumento para animar el discernimiento comunitario
  • Lo entendemos como un intercambio con tres características:

+ Escucha activa (1)

+ Escucha perceptiva (2)

+  Escucha prospectiva (3)

  • La escucha, por tanto, es el centro del proceso sinodal. Se trata de una escucha compartida, porque una Iglesia sinodal es una Iglesia que escucha. Por esta razón es una gracia que pone en juego nuestra propia conversión, nuestra capacidad para salir de nuestro propio amor, querer e interés. Es decir, nos exige ser capaces de dejar de lado, poner entre paréntesis nuestras propias ideas u opiniones y abrirnos, disponernos a centrar nuestra atención en el Otro y el otro, y en el querer del Espíritu que habla a través de todo el grupo.

Lo que vamos a hacer:

a) Luego de proclamado, escuchado y orado el episodio del encuentro de Jesús con la Sirofenicia (Mc 7, 24-30), cada uno de manera individual responderá -siempre en contexto de oración, durante la adoración al Santísimo- las preguntas que serán sugeridas en función de la escucha, en este camino hacia la construcción del nuevo plan pastoral diocesano.

b) Por eso, se trata de ponernos juntos a la escucha del Señor, acerca de la Iglesia que el Señor quiere establecer en Santa Marta (¿qué Iglesia soñamos?) y acerca del reconocimiento de la realidad actual (con todas sus expresiones negativas o positivas) de nuestra Diócesis (¿qué Iglesia tenemos?).

c) Luego de esta imprescindible confrontación personal, habrá un ejercicio de escucha en tres rondas.

d) Este ejercicio es el corazón de nuestra capacitación como agentes de escucha. Al vivir hoy el ejercicio, aprenderemos haciendo, y luego, en nuestras parroquias, movimientos, lugares de misión, capacitaremos a otros para realizar también la escucha en los diversos grupos poblacionales que se establezcan.

¿Por qué a la Diócesis también se le llama Iglesia Particular?

“Cada Iglesia Particular (o diócesis) es “la manifestación concreta de la única Iglesia en un lugar del mundo, y en ella verdaderamente está y obra la Iglesia de Cristo, que es Una, Santa, Católica y Apostólica”. Es la Iglesia encarnada en un espacio determinado, provista de todos los medios de salvación dados por Cristo, pero con un rostro local. Su alegría de comunicar a Jesucristo se expresa tanto en su preocupación por anunciarlo en otros lugares más necesitados como en una salida constante hacia las periferias de su propio territorio o hacia los nuevos ámbitos socioculturales. Procura estar siempre allí donde hace más falta la luz y la vida del Resucitado” (EG, 30; CD, 11)

A continuación se explicará paso a paso  cómo realizar la escucha en los grupos convocados para este ejercicio de cara al propósito de construir el nuevo plan pastoral diocesano.

En el Instrumentum laboris del Sínodo de los obispos sobre la sinodalidad (págs. 88-89), se indica que este método se articula en tres momentos fundamentales, que comúnmente son conocidas como rondas.

En este ENCUENTRO DIOCESANO PARA LA ESCUCHA vamos a vivir este método sinodal, la conversación en el Espíritu, con dos propósitos:

  • dar inicio a la etapa de la escucha en la diócesis
  • capacitarnos como agentes de escucha y promotores de otros agentes en nuestras parroquias y comunidades

Paso a paso, se describirá ahora la dinámica de la conversación en el Espíritu:

a) Convocación del grupo para la escucha y entrega de la cartilla

b) Explicación del objetivo general de esta Etapa de la Escucha

c) Explicación sobre qué es un plan pastoral diocesano y por qué es necesario en nuestra diócesis

d) Explicación del método sinodal: la conversación en el Espíritu

e) Proclamación y meditación del texto bíblico

f) Adoración al Santísimo, en ambiente de silencio y oración personal

En el marco de la adoración al Santísimo, cada uno responde a las preguntas sugeridas en el marco de esta etapa de la escucha y, estas respuestas, fruto de la oración, serán el punto de partida de la conversación espiritual a tres rondas que tendrá lugar una vez se encuentren los grupos, después de la oración.

Desde luego que este es un momento clave en nuestro ejercicio diocesano de escucha: cada uno se pone a la escucha del Señor, en respuesta a su Palabra, para disponerse a tomar parte activa y protagónica en la construcción del nuevo plan pastoral diocesano. Nos ponemos a la escucha del Señor para, juntos, en la escucha de unos a otros, descubrir hacia dónde el Espíritu del Señor guía a nuestra Iglesia diocesana. Es una obra tan importante que solo puede ser realizada por la acción profundamente transformadora del Espíritu de Dios.

Para el moderador de LA ESCUCHA es muy importante dejar claro a todos que este momento de oración es decisivo para imprimirle autenticidad y fecundidad a este esfuerzo sinodal de construcción del nuevo plan pastoral diocesano.

g) Luego de este tiempo de adoración al Santísimo, se viven las tres rondas del modo que, a continuación, se explica:

1. ESCUCHA ACTIVA: cada uno tiene una aportación valiosa

¿En qué consiste?

“Esta primera ronda está dedicada a que cada uno tome la palabra a partir de su propia experiencia releída en la oración durante el tiempo de preparación. Los demás escuchan sabiendo que cada uno tiene una valiosa aportación que ofrecer, sin entrar en debates ni discusiones” (Instrumentum Laboris, 37)

¿Cómo se realiza?

Reunido el grupo en el lugar previsto, el moderador invita a dar inicio al compartir general, en el marco de esta primera ronda, llamada de la escucha activa.

El moderador invita a hacer 5 minutos de silencio para que cada uno tome consciencia de las resonancias más importantes que el Señor mismo ha suscitado durante la oración  y que cada uno ha puesto por escrito en la cartilla.

Acto seguido, todos rezan a una voz la oración Ante Ti, Espíritu Santo.

Orientados por el moderardor, cada uno, toma la palabra y comparte el fruto de su oración con los demás. Cada uno lee lo escrito durante la oración al respecto de las preguntas-guía de la oración personal. Cada uno lo hace libre y abiertamente. Cada uno solamente escucha y todos atienden la intervención de los demás. Aquí se trata de reconocer cómo el Espíritu Santo actúa a través de la valiosa aportación de cada uno. Todos escuchan y, si lo ven conveniente, en silencio, los demás pueden anotar lo que les resulta más llamativo y profundo de lo que los demás dicen. No hay reacción ni diálogo entre los participantes. Ahora se trata solo de escuchar y dejar resonar en cada uno lo que el otro dice.

2. ESCUCHA PERCEPTIVA: el eco vital del Espiritu en la voz de cada uno

¿En qué consiste?

“En la segunda ronda, preparada por el silencio y la oración, se invita a cada persona a abrir en sí misma un espacio para los demás y para el Otro. De nuevo, cada uno toma la palabra: no para reaccionar y contrarrestar lo que se ha escuchado, reafirmando su propia posición, sino para expresar lo que durante la escucha le ha conmovido más profundamente y por lo que se siente interpelado con más fuerza. Las huellas que la escucha de las hermanas y hermanos producen en la interioridad de cada uno son el lenguaje con el que el Espíritu Santo hace resonar su propia voz”. (Instrumento Laboris, 38)

¿Cómo se realiza?

El moderador da inicio a esta segunda ronda con la invitación a hacer silencio por 5 minutos para que cada uno se haga consciente de las resonancias más importantes que el Señor suscitó en cada uno por la escucha de los demás participantes en la primera ronda. Cada uno puede retomar eso que dijo o que escuchó en la primera ronda y puede ahora escribir una nueva resonancia del Espíritu en su percepción de lo vivido durante la primera ronda.

El moderador invita a rezar la oración Ante Ti, Espíritu Santo

Los participantes comparten (reflejan) lo que más les impresionó de la primera parte. Se abre el diálogo y se mantiene la tensión espiritual. Cada uno puede dejarse guiar por estas preguntas: ¿Qué me ha impresionado más de lo escuchado?, ¿qué siento como preocupación común, dónde experimento armonía?, ¿qué emociones o sentimientos percibo, qué ideas se me ocurren?

3. ESCUCHA PROSPECTIVA: ¿Hacia dónde el Espíritu conduce a nuestra Iglesia diocesana?

¿En qué consiste?

“De nuevo en clima de oración y bajo la guía del Espíritu Santo, identificar los puntos clave que han surgido y construir un consenso sobre los frutos del trabajo común”.  No se trata de buscar un denominador común o mencionar los puntos más citados. “Es necesario un discernimiento que preste atención también a las voces marginales y proféticas y no pase por alto la importancia de los puntos en los que surgen desacuerdos. El Señor es la piedra angular que permitirá que la “construcción” se mantenga en pie, y el Espíritu, maestro de armonía, ayudará a pasar de la confusión a la sinfonía”. (Instrumentum Laboris, 39.40)

¿Cómo se realiza?

El moderador invita a hacer 10 minutos de silencio para que cada uno reflexione sobre lo que fue suscitando el Señor dentro de cada uno en el desarrollo de las dos rondas iniciales. Cada uno es invitado a hacer síntesis vital de lo dicho, de lo escuchado, de los sentimientos y pensamientos que brotaron en cada uno.

Es un momento decisivo de la conversación porque apunta a los frutos concretos de la escucha y a la definición de los elementos concretos que ofrecerán la materia prima  del discernimiento hacia el nuevo plan pastoral diocesano.

De cada uno se espera que puedan preguntarse: ¿Hacia donde nos guía el Espíritu?, ¿hacia donde el Espíritu guía a la Iglesia diocesana?, ¿qué puedo aportar, a luz de la oración y de la conversación, a la elaboración del nuevo plan pastoral diocesano? Cada uno pone por escrito el fruto de su reflexión.

El moderador invita a rezar la oración Ante Ti, Espíritu Santo.

Todos comparten el fruto de su reflexión y un secretario toma nota para elaborar la síntesis.