LECTIO DIVINA
Oración inicial
Espíritu Santo, fuente de luz y sabiduría, ven sobre nosotros mientras nos disponemos a explorar las Sagradas Escrituras. Ilumina nuestras mentes para comprender la profundidad de la Palabra de Dios, abre nuestros corazones para acoger su verdad transformadora y fortalécenos para vivir conforme a sus enseñanzas. Guíanos en este estudio, para que encontremos en él la guía, el consuelo y la inspiración que necesitamos para seguir los caminos del Señor.
Amén.
LECTURA (¿Qué dice la Palabra? Leer el texto bíblico dos o tres veces)
Texto Bíblico: Lucas 24, 46-53
Jesús dijo a sus discípulos: «Así está escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto.» Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto». Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios.
Palabra del Señor.
Preguntas para reflexionar personalmente o en grupo:
- El texto menciona que Jesús les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras y luego les dice: “Ustedes son testigos de todo esto”. ¿Qué implica ser “testigos” de algo tan trascendental como la pasión, muerte y resurrección del Mesías, y cómo se relaciona esto con la misión de predicar la conversión y el perdón de los pecados a todas las naciones?
- Jesús les instruye a permanecer en la ciudad “hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto” antes de ser llevado al cielo. ¿Qué significado tiene esta “fuerza” y por qué es crucial para el cumplimiento de la misión encomendada? ¿Qué nos enseña esto sobre la dependencia de los discípulos (y de nosotros hoy) de una ayuda divina para la evangelización?
- Después de la Ascensión, los discípulos vuelven a Jerusalén “con gran alegría” y permanecen continuamente en el Templo alabando a Dios, a pesar de la ausencia física de Jesús. ¿Cómo pueden conciliar esta “gran alegría” con la partida de su Maestro? ¿Qué nos revela esta reacción sobre la naturaleza de su fe y la promesa del Espíritu Santo?
MEDITACIÓN (¿Qué me dice la Palabra?)
El evangelio de este domingo nos presenta el culmen de la misión terrenal de Jesús y el inicio de la de sus discípulos. Es un pasaje que, en la solemnidad de la Ascensión del Señor, nos invita a reflexionar sobre el propósito de la vida de Cristo, su partida y, de manera crucial, el mandato que nos deja. Jesús, antes de ser elevado, les abre el entendimiento para comprender las Escrituras, revelándoles que era necesario que el Mesías padeciera y resucitara al tercer día. Esta comprensión no es solo intelectual, sino una iluminación del corazón que les permite ver el plan divino de salvación desplegado desde la antigüedad. Es un recordatorio de que nuestra fe no es ciega, sino que tiene profundas raíces en la historia de la salvación y en el cumplimiento de las promesas de Dios.
La Ascensión, lejos de ser una despedida melancólica, es una afirmación gozosa del triunfo de Cristo. Jesús asciende al cielo para sentarse a la derecha del Padre, glorificado en su humanidad. Este evento marca el fin de su presencia física entre nosotros, pero inaugura una nueva forma de relación. Él no nos abandona; al contrario, su ascensión es la garantía de que ha preparado un lugar para nosotros y que intercede constantemente por la Iglesia. Nos recuerda que nuestra verdadera patria no está aquí abajo, sino en el cielo, y nos llena de esperanza ante la promesa de su segunda venida. Es un puente entre la realidad terrenal y la celestial, invitándonos a vivir con una mirada puesta en lo eterno. Al respecto, decía San Agustín: “La Ascensión es la coronación del triunfo de Cristo, y el comienzo del nuestro.”
Pero la partida de Jesús no es un vacío, sino un envío. Antes de ascender, les encarga a sus discípulos que proclamen la conversión y el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén. Este es el corazón de nuestra misión como católicos: ser testigos de Cristo resucitado hasta los confines de la tierra. La promesa del “poder de lo alto”, el Espíritu Santo, es la fuerza que capacitará a los apóstoles y a nosotros hoy para cumplir esta tarea monumental. Sin el Espíritu, nuestra misión sería vana; con Él, somos capaces de llevar el mensaje de esperanza y redención a un mundo que lo necesita desesperadamente.
Finalmente, el pasaje culmina con los discípulos volviendo a Jerusalén “con gran alegría” y alabando continuamente a Dios en el templo. Esta alegría no es superficial, sino el fruto de la fe en el Resucitado y de la confianza en el Espíritu Santo. A pesar de la ausencia física de Jesús, experimentan una plenitud que los impulsa a la alabanza y a la acción. Para nosotros, la Ascensión debe ser también una fuente de gozo y gratitud. Nos desafía a vivir nuestra fe de manera activa, siendo portadores de la Buena Nueva y buscando a Cristo en nuestra vida diaria, confiando en que Él está con nosotros “todos los días, hasta el fin del mundo”.
Es digno de notar cómo Lucas nos relata que Jesús, después de darles esta última instrucción y bendición, fue elevado al cielo mientras ellos lo miraban. Y lo más significativo es que, después de su desaparición de la vista, no regresan tristes o desorientados, sino que lo adoran. Esta adoración es un reconocimiento de su divinidad y de su poder soberano. Luego, con esa misma actitud de adoración, se dirigen al templo, el lugar de la presencia de Dios en la tradición judía, para estar continuamente alabando y bendiciendo a Dios. Este final del Evangelio de Lucas nos muestra no solo el mandato de la evangelización, sino también la actitud fundamental del creyente ante el Señor ascendido: adoración, alabanza y una alegría que se desborda en el testimonio.
ORACIÓN (¿Qué me hace decir a Dios la Palabra)? De manera espontánea los hermanos pueden hacer una oración en voz alta a partir de lo reflexionado. También pueden pedir por necesidades particulares o de la comunidad).
CONTEMPLACIÓN (Dios me mira y yo lo miro)
ACCIÓN (en este momento de manera personal o como comunidad se pueden proponer unos compromisos para ponerlos en práctica. Proponemos unos para fomentar el estudio de la Biblia).
- Testificar a Jesús: Vive y comparte el mensaje de Cristo con tus acciones y palabras.
- Buscar conversión y perdón: Reflexiona, arrepiéntete y busca la reconciliación con Dios y los demás.
- Confiar en el Espíritu y alabar a Dios: Ora, confía en la guía divina y alaba a Dios con alegría.
ORACIÓN FINAL
Señor Jesús, te damos gracias por tu Palabra y por el inmenso amor con el que nos amaste hasta dar tu vida y resucitar. Te pedimos que nos revistas con la fuerza de tu Espíritu Santo para que, como tus discípulos, seamos testigos valientes de tu resurrección en todo lugar. Ayúdanos a vivir siempre en conversión y a buscar el perdón de nuestros pecados, para que podamos permanecer en ti con gran alegría, alabando tu nombre continuamente.
Amén.