LECTIO DIVINA
Oración inicial
Espíritu Santo, ilumina nuestra mente y abre nuestro corazón. Queremos acercarnos a tu Palabra, contenida en el Evangelio de Lucas, para no solo leerla, sino para escuchar tu voz y meditar en la profundidad del misterio de la Cruz. Haz que, al contemplar el escarnio y la fe del ladrón arrepentido, esta Escritura se convierta en una verdad viva que interpele nuestras vidas y nos muestre dónde necesitamos la fe, el arrepentimiento y la misericordia.
Amén.
LECTURA (¿Qué dice la Palabra? Leer el texto bíblico dos o tres veces)
Texto Bíblico: Lc 23, 35-43
En aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús diciendo:
«A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido». 36 Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, 37 diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo». 38 Había también por encima de él un letrero: «Este es el rey de los judíos».
39 Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». 40 Pero el otro, respondiéndole e increpándole, le decía: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? 41 Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada malo». 42 Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». 43 Jesús le dijo: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».
Palabra del Señor.
Preguntas para reflexionar personalmente o en grupo:
- ¿Cuál era el título que figuraba sobre la cruz de Jesús y qué buscaban desacreditar los que le pedían que se “salvara a sí mismo”?
- ¿Qué acciones demuestran que el buen ladrón tenía temor de Dios y reconocía la inocencia de Jesús?
- Al decirle a Jesús: “acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”, ¿qué estaba entendiendo el ladrón sobre la realeza de Jesús que los demás se negaban a ver?
MEDITACIÓN (¿Qué me dice la Palabra?)
El pasaje del evangelio de hoy, que nos muestra a Jesús en la Cruz, es impactante porque invierte por completo nuestra idea de poder y realeza. Las autoridades, los soldados e incluso uno de los criminales se burlan de Él, exigiéndole: “Sálvate a ti mismo”. Para ellos, un rey debe ser fuerte, invencible, capaz de escapar del dolor. La burla es, en el fondo, una tentación: si Jesús usa su poder para evitar la Cruz, se ajustaría a las expectativas humanas de un Mesías triunfador. Sin embargo, su silencio es la respuesta más fuerte. Al no salvarse a sí mismo, al quedarse clavado, Jesús demuestra que su verdadero reino no es de este mundo y que Su poder más grande es el del amor incondicional y el sacrificio por los demás.
En medio de tanto desprecio, Lucas nos presenta uno de los diálogos más hermosos de toda la Biblia: el del Buen Ladrón. Lo más notable de este criminal es que, en el último momento de su vida y en el máximo dolor, tiene un acto de fe. Primero, hace un acto de sinceridad y humildad, reconociendo su propia culpa (“Nosotros… lo estamos justamente”). Al aceptar que es un pecador que merece su castigo, abre la puerta para ver la inocencia de Jesús. Ve en Él no solo a un hombre injustamente condenado, sino a un Rey cuyo reino va más allá de la cruz. Esta conversión final nos enseña que nunca es tarde para la fe.
La plegaria del ladrón es sencilla, pero profunda: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. Él no le pide a Jesús que lo baje de la cruz ni que le quite el sufrimiento; solo pide ser incluido en su futuro. Este acto de confianza total y humilde toca el corazón misericordioso de Jesús. Es un reconocimiento de que, aunque Jesús está sufriendo igual que él, su destino final es de gloria y realeza. Esta súplica es un modelo para nosotros: en medio de nuestras “cruces” y dificultades, lo único que realmente necesitamos pedir es que Jesús no se olvide de nosotros y nos tenga en cuenta para su Reino.
La respuesta de Jesús es la cumbre de la misericordia: “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso”. La palabra clave aquí es “hoy”. Jesús no le dice que lo hará cuando que pase un tiempo determinado; le asegura la salvación inmediatamente. Con esta promesa, Jesús nos muestra que Su poder como Rey no es para imponerse, sino para perdonar sin límites. El primer hombre que entra al paraíso con Él es un pecador que acaba de arrepentirse, una prueba de que el Reino de Dios está abierto a todos los que se vuelven a Él con el corazón contrito.
ORACIÓN (¿Qué me hace decir a Dios la Palabra)? De manera espontánea los hermanos pueden hacer una oración en comunidad.
- Señor Jesús, danos la gracia de la humildad del buen ladrón para reconocer nuestra culpa, aceptar tu justicia y no caer en la burla, sino en la fe sincera.
- Jesús crucificado, te suplicamos: “Acuérdate de mí” en mi hora final y concédeme la gracia de vivir hoy en la confianza absoluta en tu promesa de Paraíso.
CONTEMPLACIÓN (Dios me mira y yo lo miro)
Sitúate bajo la Cruz, no para juzgar las burlas de los soldados y líderes, sino para escuchar el diálogo final entre la Misericordia y el arrepentimiento. Contempla el asombroso acto de fe del ladrón, quien, estando en su propia condena justa, reconoce a Jesús como Rey (“cuando llegues a tu reino”) justo cuando nadie más lo hacía. Fija tu mirada en la respuesta de Jesús: una promesa inmediata, sin condiciones, que transforma la crucifixión en la puerta del Cielo: “Hoy estarás conmigo en el paraíso.” Reflexiona sobre la fuerza de esa palabra: si el ladrón, en su último aliento, pudo alcanzar esta certeza por su fe, ¿qué me impide a mí recurrir a Jesús hoy mismo con mis propias faltas, creyendo en la inmensidad de Su amor que no pospone la salvación?
ACCIÓN (en este momento de manera personal o como comunidad se pueden proponer unos compromisos para ponerlos en práctica). Proponemos los siguientes:
- Compromiso de Arrepentimiento Diario: Hoy, tomaré un momento breve (quizás por la noche) para reconocer honestamente mi “condena justa” (mis faltas o culpas específicas del día) y, con fe sencilla, me dirigiré a Jesús con la súplica: “Jesús, acuérdate de mí.”
- Compromiso de Misericordia Hoy: Como Jesús ofreció la salvación de forma inmediata (“hoy estarás conmigo”), me esforzaré por no posponer el perdón o la reconciliación con alguien que me haya ofendido o que necesite mi ayuda. Actuaré con la “misericordia del hoy” que vi en Cristo.
ORACIÓN FINAL
Señor Jesús, hemos meditado tu Palabra y te hemos respondido con nuestra oración. Te agradecemos por la promesa de que el paraíso está disponible para el corazón arrepentido. Ayúdanos ahora a llevar lo que hemos contemplado a nuestra vida diaria. Que la firmeza de tu amor y tu realeza, revelada en la Cruz, nos impulse a vivir con humildad, a reconocer la justicia y a confiar en tu promesa de salvación. Que el eco de tu voz permanezca en nosotros.
Amén.



