Aquel que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío

LECTIO DIVINA

Oración inicial

Señor, abre nuestros oídos y nuestros corazones para que podamos escuchar tu voz en este texto sagrado. Envíanos tu Espíritu Santo para que ilumine nuestra mente y podamos comprender tu mensaje, no solo con la razón, sino con la fe. Ayúdanos a interiorizar tu palabra, a transformarla en oración y a llevarla a la vida, para que la lectura de hoy nos acerque más a ti y nos convierta en verdaderos discípulos tuyos.

Amén.

LECTURA (¿Qué dice la Palabra? Leer el texto bíblico dos o tres veces)

Texto Bíblico: Lucas 14, 25-33

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.

Así, ¿quién de ustedes, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”.

¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.

Así pues, todo aquel de entre ustedes que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».

Palabra del Señor.

Preguntas para reflexionar personalmente o en grupo:

  • El texto utiliza tres ejemplos para ilustrar lo que significa ser un discípulo: posponer a la familia, cargar con la cruz y renunciar a los bienes. ¿Qué tienen en común estos tres conceptos y cómo se relacionan con el mensaje central de Jesús sobre el discipulado?
  • Jesús menciona la necesidad de “calcular los gastos” antes de construir una torre o “deliberar” antes de una batalla. ¿Cómo se aplican estas analogías de planificación y preparación a la vida de un creyente que busca seguir a Jesús? ¿Qué “costos” o “riesgos” implica seguirle?
  • La frase “Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos… no puede ser discípulo mío” puede parecer extrema. ¿Cómo se interpreta esta afirmación en el contexto del resto de las enseñanzas de Jesús sobre el amor y el respeto a la familia? ¿Qué tipo de “posposición” se está pidiendo aquí?
  • El texto concluye con “todo aquel de entre ustedes que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío”. ¿Qué significa en la práctica “renunciar a todos sus bienes”? ¿Se refiere únicamente a una renuncia material, o implica una actitud más profunda de desapego?

MEDITACIÓN (¿Qué me dice la Palabra?)

El Evangelio de hoy nos presenta una verdad muy importante sobre lo que significa seguir a Jesús. Había mucha gente siguiéndole, quizás por curiosidad o porque esperaban algo fácil. Pero Jesús les aclara que ser su discípulo no es algo superficial; es un compromiso profundo que cambia todo en nuestra vida. Nos pide que pongamos a Dios en el primer lugar de nuestro corazón, por encima de todo lo demás, incluso de las personas que más amamos.

Cuando Jesús dice que debemos “posponer” a nuestra familia, no significa que debamos despreciarlos. ¡Para nada! Jesús, el mismo que amó tanto a su madre y nos enseñó a amar al prójimo, jamás pediría eso. Es una forma fuerte de hablar para decir que nuestro amor y lealtad a Él deben ser los más grandes, tan grandes que en comparación, cualquier otro amor parezca pequeño. Esto significa que si alguna vez tenemos que elegir, nuestra elección principal siempre debe ser Él. Poner a Jesús en primer lugar en nuestra vida y en nuestra familia no la daña, sino que la edifica y fortalece. Cuando cada miembro de la familia busca a Dios, la paz, el respeto y el amor de Cristo llenan el hogar, haciendo que las relaciones sean más sólidas y llenas de la luz de Dios.

Además de amarle por encima de todo, Jesús nos dice que debemos “cargar nuestra cruz”. Esto suena difícil, y lo es. En ese tiempo, llevar la cruz significaba ir camino a la muerte. Para nosotros hoy, significa estar listos para enfrentar dificultades, sacrificios y desafíos por seguir a Jesús. Significa dejar de lado nuestros propios deseos egoístos y estar dispuestos a sufrir por su causa, con paciencia y fe. No significa que busquemos el dolor, sino que aceptemos las pruebas de la vida como oportunidades para crecer y demostrar nuestra fe.

Jesús también usa dos ejemplos sencillos: el de alguien que construye una torre y el de un rey que va a la guerra. Ambos necesitan sentarse y “calcular los gastos” antes de empezar. Jesús nos enseña que seguirle es una decisión muy seria, y no quiere que la tomemos a la ligera. Quiere que pensemos bien si estamos listos para todo lo que implica, para no empezar con entusiasmo y luego rendirnos cuando las cosas se pongan difíciles. Es una invitación a la sinceridad y a un compromiso bien pensado, no solo por impulso del momento.

Para llevar este evangelio a la práctica en nuestro día a día, podemos empezar por dedicar tiempo a la oración personal y familiar, pidiendo a Dios que nos guíe en cada decisión. También podemos buscar servir a los demás, tanto dentro como fuera de nuestro hogar, practicando el amor y la compasión que Jesús nos enseñó. Al enfrentar desafíos, recordemos que son oportunidades para crecer en fe y confiar más en Él, y así nuestras acciones se convertirán en un testimonio vivo de lo que significa tener a Cristo en el centro de nuestra vida y nuestra familia, transformándolas en un espacio de amor y fortaleza.

En resumen, Jesús nos hace un llamado a la entrega total. Nos muestra claramente que el costo de seguirle es grande, pero el beneficio es mucho mayor. Nos invita a soltar todo aquello que nos distrae de Él: el apego a lo material, a las costumbres del mundo y sí, incluso a los afectos más profundos, si esos nos alejan de Él.

ORACIÓN (¿Qué me hace decir a Dios la Palabra)? De manera espontánea los hermanos pueden hacer una oración en voz alta a partir de lo reflexionado. También pueden pedir por necesidades particulares o de la comunidad.

CONTEMPLACIÓN (Dios me mira y yo lo miro)

Cierra los ojos y respira profundamente. Imagina que estás entre la gente que acompaña a Jesús, escuchando sus palabras. Él te mira a ti y te pregunta: “¿Estás dispuesto a posponer todo lo que más amas, incluso a ti mismo, para seguirme?”. Siente el peso de esa pregunta. Luego, mira la imagen de la torre sin terminar y del rey que se rinde. Piensa en lo que Jesús te pide: un compromiso total y realista, sabiendo que seguirlo tiene un costo. Finalmente, medita sobre la idea de renunciar a los bienes. No se trata solo de dinero, sino de cualquier cosa que te impida ponerlo a Él en el centro de tu vida. Permanece en silencio, sintiendo lo que estas palabras significan para tu corazón en este momento, sin buscar respuestas, solo aceptando la invitación de Jesús a un discipulado completo.

ACCIÓN (en este momento de manera personal o como comunidad se pueden proponer unos compromisos para ponerlos en práctica. Proponemos unos para fomentar el estudio de la Biblia).

  • Prioridad Diaria. Antes de empezar tu día, dedica unos minutos a la oración. Reconoce a Dios como tu prioridad principal por encima de tus planes, tus responsabilidades y tus preocupaciones.
  • Aceptar tu Cruz. Elige una dificultad que estés enfrentando hoy, por pequeña que sea. En lugar de quejarte, acéptala con paciencia, ofreciendo ese esfuerzo como parte de tu camino con Jesús.
  • Desapego Material. Escoge una cosa que te importe mucho (un objeto, una actividad, una comodidad). Comprométete a desprenderte de ella por un día o a compartirla con alguien, para recordar que nada te pertenece del todo.

ORACIÓN FINAL

Señor Jesús, te pedimos la valentía para ponerte en primer lugar en nuestras vidas, por encima de nuestros apegos familiares, de nuestras comodidades y de todo aquello que nos impide seguirte con libertad. Ayúdanos a cargar con nuestra cruz de cada día, confiando en que tú nos das la fuerza para superar cualquier obstáculo. Enséñanos a vivir con el corazón desprendido, para que nada material nos ate y podamos ser verdaderos discípulos tuyos, sirviendo con amor a los demás y construyendo, contigo, el camino hacia la vida eterna.

Amén.

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