En la Casa de mi Padre hay muchas moradas

Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos

LECTIO DIVINA

Oración inicial

Padre Bueno, al iniciar esta meditación, te pedimos que calmes nuestro corazón y nos prepares para escuchar la voz de tu Hijo. Abre nuestra mente y nuestro espíritu para que este pasaje del Evangelio de Juan no solo sea letra, sino Palabra Viva que nos ilumine, nos consuele y nos muestre el camino a seguir. Que tu Espíritu Santo nos guíe a la verdad completa que es Cristo, nuestro único Camino, Verdad y Vida.

Amén.

LECTURA (¿Qué dice la Palabra? Leer el texto bíblico dos o tres veces)

Texto Bíblico: Juan 14, 1-6

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

No se turbe su corazón, crean en Dios y crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, se los habría dicho, porque me voy a prepararles un lugar. Cuando vaya y les prepare un lugar, volveré y los llevaré conmigo, para que donde estoy yo estén también ustedes. Y adonde yo voy, ya saben el camino. Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Jesús le responde: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí.».

Palabra del Señor

Preguntas para reflexionar personalmente o en grupo:

  • ¿A quién se dirige Jesús directamente con la frase “No se turbe su corazón, crean en Dios y crean también en mí”? ¿Qué situación previa o inminente (según el contexto inmediato del Evangelio) pudo haber causado la turbación en los discípulos? ¿Qué miedos concretos (“turbaciones”) me impiden ahora mismo confiar plenamente en Jesús?
  • ¿qué indica la palabra “moradas” y qué implica literalmente que Jesús “se va” para “prepararles un lugar”? La promesa del “lugar preparado”, ¿cómo me motiva a vivir con esperanza práctica en mis dificultades y a valorar más lo eterno que lo temporal?
  • ¿Qué quiere decir Jesús cuando expresa que él es el camino, la verdad y la vida? Si Jesús es el Camino, Verdad y Vida, ¿qué prioridades o búsquedas debo cambiar para ponerlo a Él en el centro de mi existencia?

MEDITACIÓN (¿Qué me dice la Palabra?)

En este día en que nos unimos para recordar y orar por nuestros seres queridos que ya partieron, el corazón se pone inevitablemente triste al pensar en esos rostros que amamos y cuya presencia física ya no tenemos. Sentimos el dolor de la ausencia, y el misterio de la muerte puede llenarnos de preocupación y angustia. Es justo en este momento de gran pena donde escuchamos con más fuerza la voz de Jesús: «No se turbe su corazón, crean en Dios y crean también en mí». Es como un abrazo que nos calma, una invitación a dejar de mirar la tumba para mirar con fe la promesa. Este Evangelio no es solo un deseo bonito, sino una verdad firme: para quienes hemos creído, la muerte no es el final, sino la puerta hacia la promesa de Aquel en quien confiamos.

Jesús nos muestra el destino final con una imagen llena de cariño: «En la casa de mi Padre hay muchas moradas». Esta frase nos quita la idea de un final incierto y la cambia por la promesa de un hogar. Es un destino preparado especialmente para cada uno de nosotros, un hogar de acogida inmensa. Para nuestros hermanos difuntos, esta promesa ya es una posibilidad real. El alma que deja la tierra, está llamada a esa morada eterna que es la communion con Dios para siempre. Se cumplirá entonces lo que nos dice el Apocalipsis: “Secará todas las lágrimas de ellos, y ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor; porque todo lo que antes existía ha dejado de existir” (21, 4).

El centro de nuestra esperanza está en la promesa del regreso y la reunión: «Cuando vaya y les prepare un lugar, volveré y los llevaré conmigo, para que donde estoy yo estén también ustedes». Es una verdad que anula la separación. Jesús, que nos amó hasta morir en la Cruz, no nos deja solos. Su partida fue un acto de amor para asegurarnos el reencuentro definitivo con él. Esta promesa nos permite ver la muerte de quienes queremos no como un adiós final, sino como un “hasta pronto” con la certeza de que estamos unidos en la comunión de los santos y que, algún día, volveremos a encontrarnos en la casa del Padre Dios.

Ante la duda de Tomás, que expresaba su ignorancia sobre el destino de del Señor y el camino a seguir, Jesús le da la respuesta definitiva, la única guía segura: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí». Esta frase es el centro de nuestra fe. Él es el Camino, lo que significa que no tenemos que buscar otra ruta; Él es el único puente que nos lleva a Dios. Él es la Verdad, disipando las confusiones y miedos sobre la vida después de la muerte. Y Él es la Vida misma, la fuente de la felicidad eterna que deseamos para quienes amamos. Nuestra oración por los difuntos se convierte en una simple entrega: le pedimos a Cristo que actúe como ese Camino seguro para el alma de quien ha partido.

ORACIÓN (¿Qué me hace decir a Dios la Palabra)? De manera espontánea los hermanos pueden hacer una oración en comunidad.

  • Te pedimos, Señor Jesús, la gracia de una fe inquebrantable para que, cuando la incertidumbre y el miedo nos asalten, recordemos tu promesa y creamos en ti como el único refugio y certeza.
  • Concédenos, Espíritu Santo, la docilidad y la valentía para caminar por la Verdad que es Cristo, desechando las mentiras del mundo y los caminos fáciles que nos alejan del Padre.

CONTEMPLACIÓN (Dios me mira y yo lo miro)

Cierra tus ojos por un momento e imagina que estás junto a Jesús y sus discípulos en el Cenáculo, escuchando directamente estas palabras llenas de consuelo. Siente la inquietud de Tomás, pero escucha con más fuerza la voz serena y firme de Jesús. Escúchalo decirte a ti, personalmente: “No se turbe tu corazón”. Permite que esta paz te inunde. Ahora, míralo a los ojos mientras levanta la mano y dice con autoridad: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Medita en cada una de estas tres palabras: Camino que te guía; Verdad que te libera del error; Vida que te sostiene. Él no te señala una ruta, Él es la ruta. Permanece en este encuentro con el Señor, tu única morada segura y eterna, el que te espera.

ACCIÓN (en este momento de manera personal o como comunidad se pueden proponer unos compromisos para ponerlos en práctica). Proponemos los siguientes:

  • Cada mañana, antes de iniciar tus labores, repite y medita brevemente la frase: “No se turbe mi corazón, creo en Dios y creo en Jesús”, y entrega a Dios la principal preocupación o miedo del día como un acto de fe.
  • Dedica un tiempo semanal (al menos 15 minutos) a la lectura profunda del Evangelio (la Verdad revelada), pidiendo al Espíritu Santo que te muestre un área de tu vida que necesita ser corregida o iluminada por la Palabra.
  • Esfuérzate por fomentar una vida sacramental activa. Si es posible, acude al sacramento de la Reconciliación con frecuencia para renovar la Vida de Cristo en ti, y a la Eucaristía, que es la fuente y cumbre de esa Vida.

ORACIÓN FINAL 

Señor Jesús, Camino, Verdad y Vida, te agradecemos por esta Palabra que ha disipado nuestras dudas y ha renovado nuestra esperanza. Ayúdanos a no desviar la mirada de Ti, a seguir tus pasos con fidelidad y a vivir de acuerdo con tu Verdad. Que la promesa de la “morada en la Casa del Padre” nos impulse a la santidad aquí en la tierra, para que un día podamos gozar de la Vida eterna contigo. Que así sea.

Amén.

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