Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta

LECTIO DIVINA

Oración inicial

Padre Celestial, al abrir tu Palabra, te pedimos que ilumines nuestro entendimiento con tu Espíritu Santo. Abre nuestros corazones para recibir tu mensaje y concédenos la gracia de aplicar tus enseñanzas en nuestra vida diaria. Que este tiempo de estudio nos acerque más a ti y nos ayude a conocer tu voluntad. Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

LECTURA (¿Qué dice la Palabra? Leer el texto bíblico dos o tres veces)

Texto Bíblico: Lucas 15, 1-32

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: «Ese acoge a los pecadores y come con ellos».

Jesús les dijo esta parábola: «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice: “¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido”. Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.

O ¿qué mujer que tiene diez monedas, si se le pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas y les dice: “Alegraos conmigo!, he encontrado la moneda que se me había perdido”. Os digo que la misma alegría tendrán los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».

También les dijo: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”. El padre les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.

Recapacitando entonces, se dijo: «Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”.

Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos. Su hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”. Pero el padre dijo a sus criados: “Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”. Y empezaron a celebrar el banquete.

Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Este le contestó: “Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”. Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.

Entonces él respondió a su padre: “Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”.

El padre le dijo: “Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”».

Palabra del Señor.

Preguntas para reflexionar personalmente o en grupo:

  • ¿Cuál es el contexto inicial de las parábolas de la misericordia?
  • ¿Los personajes de la parábola a quiénes representan en la vida real?
  • ¿No es ilógico dejar las 99 ovejas en el desierto por buscar a una?
  • ¿Qué llevo al hijo pródigo a regresar a la casa del Padre?
  • El padre de la parábola parece demasiado débil: ¿Crees que esto es así?
  • El hijo mayor tuvo una actitud muy extraña con su hermano. ¿Qué antivalores representa este hijo?

MEDITACIÓN (¿Qué me dice la Palabra?)

 El evangelio de este domingo comienza con una escena muy específica: los recaudadores de impuestos y los pecadores se acercaban a Jesús, mientras que los fariseos y escribas murmuraban con desprecio, diciendo: “Este recibe a los pecadores y come con ellos.” Esta queja no es un detalle menor; es la razón por la que Jesús cuenta estas parábolas. En respuesta a su actitud de superioridad y juicio, Jesús usa las historias para confrontarles directamente. Las noventa y nueve ovejas que no se perdieron, las nueve monedas que la mujer todavía tenía y, de manera más explícita, el hermano mayor, son las figuras que representan a estos líderes religiosos. Ellos se consideraban a sí mismos “justos” y en la comunión con Dios, pero en realidad, estaban perdiendo la esencia del amor y la misericordia.

En las dos primeras parábolas, Jesús nos presenta a dos figuras que reflejan el corazón de Dios: el pastor incansable y la mujer diligente. El pastor deja a las noventa y nueve ovejas en el redil para ir a buscar a la única que se perdió. Su lógica no es de números o conveniencia, sino de amor. De la misma manera, la mujer que pierde una moneda barre y busca con dedicación hasta encontrarla. A través de sus acciones, Jesús nos enseña que cada persona tiene un valor infinito para Dios. Por otro lado, las noventa y nueve ovejas que no se perdieron y las nueve monedas que la mujer aún tenía representan a los fariseos y escribas, que se sentían seguros y justos por su obediencia a la Ley. No podían entender por qué Jesús se esforzaba tanto por aquellos a quienes ellos consideraban “perdidos,” ya que su mentalidad se centraba más en la pureza y las reglas que en la compasión.

La parte más importante y conmovedora de la parabola del hijo pródigo es la actitud del padre misericordioso. Él representa a Dios, cuya compasión no tiene límites. Cuando el hijo menor, sucio y sin nada, decide regresar a casa, el padre no lo espera con reproches. Al contrario, lo ve desde lejos, se conmueve y corre hacia él sin importarle su dignidad. Lo abraza y lo besa, demostrando que su amor no había cambiado a pesar de la distancia y los errores de su hijo. Este padre no solo perdona, sino que restaura completamente a su hijo, devolviéndole su identidad con un anillo y un vestido nuevo. Su única respuesta es una celebración llena de alegría, un claro reflejo de que la felicidad de Dios está en la reconciliación y el regreso de los que estaban perdidos.

Posteriormente, el padre sale a rogarle a su hijo mayor que entre a la fiesta, al igual que Jesús intentaba convencer a los fariseos. El padre les explica la alegría del regreso de su hijo perdido. “Era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y ha sido hallado.” Esta frase no solo es para el hijo mayor, sino que es el mensaje central para los fariseos. Jesús les está diciendo: Ustedes, que se sienten justos, están perdiendo de vista lo más importante: la alegría del retorno del que se había perdido. Su justicia se había vuelto un peso que los separaba de la misericordia de Dios y del amor por sus hermanos.

En conclusión, las parábolas de la misericordia no son solo sobre el amor de Dios por los pecadores, sino también sobre una fuerte advertencia a aquellos que se consideran justos. Las noventa y nueve ovejas y el hijo mayor estaban “en casa”, pero sus corazones estaban lejos de la misericordia de Dios. El mensaje de Jesús es claro: la verdadera alegría no se encuentra en el juicio y la separación, sino en la celebración del perdón y el regreso de los perdidos. Tengamos, pues, la misma actitud del padre misericordioso.

ORACIÓN (¿Qué me hace decir a Dios la Palabra)? De manera espontánea los hermanos pueden hacer una oración en comunidad.

CONTEMPLACIÓN (Dios me mira y yo lo miro)

Ahora, visualicen un rebaño de ovejas. El sol brilla, la hierba es abundante, y el pastor las cuida con ternura. Vean cómo las ovejas se sienten seguras y protegidas. En ese rebaño, imaginen que ustedes son una de esas ovejas.

Por un momento, imaginen que se alejan del grupo. Un poco por curiosidad, un poco por distracción. De repente, se dan cuenta de que están solos. El silencio se vuelve pesado y el miedo comienza a aparecer. Sientan la soledad de estar perdidos.

Pero en ese momento de angustia, el pastor no se ha olvidado de ustedes. Él deja a las otras ovejas y se pone en camino, buscando a la que se perdió. Sientan la esperanza que surge al escuchar su voz a lo lejos, la voz de alguien que no se ha rendido.

Ahora, visualicen ese momento en que el pastor los encuentra. No hay reproches en su mirada, solo un inmenso gozo. Él los carga sobre sus hombros con una ternura infinita. Sientan ese abrazo, ese contacto seguro. Siéntanse amados y valiosos, tal como son.

Permanezcan un momento en esta sensación de ser amados y celebrados por Dios, nuestro Pastor. Sientan la paz y el gozo de haber regresado a casa.

ACCIÓN (en este momento de manera personal o como comunidad se pueden proponer unos compromisos para ponerlos en práctica. Proponemos unos para fomentar el estudio de la Biblia).

  • Observa a quienes faltan. En lugar de enfocarte solo en quienes están presentes, mira a tu alrededor para identificar a quienes se han alejado o se sienten solos. Sé consciente de la ausencia.
  • Toma la iniciativa. El pastor no esperó, fue a buscar. Sal de la comunidad para acercarte a alguien que está alejado, ya sea con una llamada, un mensaje o un simple gesto de amistad.
  • Celebra el reencuentro. Cuando alguien regresa o se reconcilia, en lugar de juzgar, celebra. Alégrate por su vuelta con el mismo gozo que siente el pastor, sin importar los errores del pasado.

ORACIÓN FINAL

Oh Dios, Pastor misericordioso, te damos gracias por tu amor incansable que no se rinde ante nuestra distancia. Te pedimos que nos des un corazón como el tuyo, capaz de notar a quienes están perdidos y de ir en su búsqueda, sin juzgar y con una alegría inmensa. Ayúdanos a celebrar el regreso de cada hermano y a vivir, como comunidad, el gozo de sabernos encontrados por ti, que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

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