LECTIO DIVINA
Oración inicial
Señor Jesús, te doy gracias por este momento de encuentro contigo. Abre mi corazón y mi mente para que pueda escuchar tu voz a través de tu Palabra. Que no solo lea, sino que medite y viva lo que hoy me quieres enseñar. Despoja mi alma de toda distracción y llena mi espíritu con tu luz, para que tu Evangelio transforme mi vida.
Amén.
LECTURA (¿Qué dice la Palabra? Leer el texto bíblico dos o tres veces)
Texto Bíblico: Lucas 12, 13-21
En aquel tiempo, dijo uno de entre la gente a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia». Él le dijo: «Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?».
Y les dijo: «Miren: guárdense de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes».
Y les propuso una parábola: «Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose: “¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha” Y se dijo: “Hare lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente”.
Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?”. Así es el que atesora para sí y no es rico ante Dios».
Palabra del Señor.
Preguntas para reflexionar personalmente o en grupo:
- En la primera parte del pasaje, ¿cuál es la razón por la que Jesús se niega a actuar como juez en la disputa por la herencia?
- ¿Qué lección fundamental enseña la parábola del hombre rico que construye graneros más grandes?
- Según la parábola, el hombre rico es llamado “Necio” por Dios, ¿por qué?
- ¿Cuál es el significado de la frase final: “Así es el que atesora para sí y no es rico ante Dios”?
MEDITACIÓN (¿Qué me dice la Palabra?)
En el evangelio de hoy Jesús nos ofrece una parábola sobre la verdadera riqueza. Un hombre de la multitud le pide a Jesús que intervenga en una disputa por una herencia, revelando una preocupación común por las posesiones materiales. Jesús, sin embargo, no se involucra en el conflicto legal, sino que aprovecha la oportunidad para advertir contra la codicia, señalando que la vida de uno no consiste en la abundancia de los bienes que posee. Esta introducción nos prepara para la historia del rico insensato, un relato que desnuda las falacias de una vida centrada únicamente en lo acumulable.
La parábola del rico insensato ilustra la tentación de la autosuficiencia y la acumulación desmedida. El hombre, cuya tierra produjo una cosecha abundante, se enfrenta a un dilema: no tiene dónde almacenar sus bienes. Su solución es derribar sus graneros y construir unos más grandes, con el propósito de guardar todo su grano y sus bienes, y luego decirse a sí mismo: “Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, como, bebe, banquetea alegremente”. En este monólogo interno, se revela una mentalidad que equipara la seguridad y la felicidad con la cantidad de posesiones. Su planificación ignora por completo la transitoriedad de la vida y la verdadera fuente de la existencia.
El clímax de la parábola llega con la voz de Dios. “Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado? Esta interrupción divina desmantela la ilusión de control y la falsa seguridad del rico. La muerte llega de improviso, haciendo que todos sus planes y acumulaciones materiales sean inútiles. La palabra “necio” (o insensato) no es un mero insulto, sino una descripción de alguien que no comprende las realidades fundamentales de la vida y la eternidad. La riqueza acumulada no puede comprar ni un instante más de vida ni garantizar la salvación del alma.
La reflexión final de Jesús es contundente: “Así es el que atesora para sí y no es rico ante Dios”. Esta frase es el corazón del mensaje. La verdadera riqueza no se mide en bienes terrenales, sino en nuestra relación con Dios y en cómo vivimos nuestra vida a la luz de su voluntad. Ser “rico para con Dios” implica una perspectiva eterna, donde la generosidad, la fe, la justicia y el amor son los verdaderos capitales. Significa reconocer que todo lo que tenemos es un don y que nuestra existencia tiene un propósito más allá de la mera acumulación.
Con este evangelio, Jesús nos desafía a reevaluar nuestras prioridades. Nos advierte contra la trampa de la codicia y la búsqueda desenfrenada de riquezas materiales, recordándonos que la vida es frágil e impredecible. La parábola del rico insensato es un espejo que nos invita a reflexionar sobre dónde estamos depositando nuestra confianza y nuestra esperanza. El amor al dinero y la obsesión por acumular nos llevan a una ceguera peligrosa. Nos volvemos “necios” porque, en esa búsqueda insaciable, no solo descuidamos nuestra relación con Dios, el dador de toda bendición, sino que también dejamos de lado lo verdaderamente valioso en la tierra: nuestra propia familia, nuestros amigos y las relaciones humanas que dan sentido a la vida. ¿De qué sirve tener graneros llenos si el alma está vacía y las personas que amamos se sienten ignoradas? La verdadera plenitud no se encuentra en lo que poseemos, sino en cómo amamos y servimos, edificando tesoros imperecederos tanto en el cielo como en los lazos de amor aquí en la tierra.
ORACIÓN (¿Qué me hace decir a Dios la Palabra)? De manera espontánea los hermanos pueden hacer una oración en voz alta a partir de lo reflexionado. También pueden pedir por necesidades particulares o de la comunidad.
CONTEMPLACIÓN (Dios me mira y yo lo miro)
Cierra los ojos un momento y respira despacio. Ahora, piensa en el pasaje que leímos. Un hombre se acerca a Jesús para pedirle ayuda con su herencia, una preocupación muy de este mundo. Pregúntate: ¿Qué preocupaciones materiales traes tú a la oración? Jesús, en lugar de meterse en el problema, nos da un consejo clave: “Cuidado con la avaricia”. Nos enseña que la vida no depende de las cosas que tenemos.
Después, Jesús cuenta la historia del hombre rico. Imagina sus graneros llenos y cómo se habla a sí mismo, prometiéndose una vida de puro disfrute. Él cree que tiene el futuro asegurado gracias a su riqueza. Pero de repente, aparece la voz de Dios que lo llama “tonto” y le dice que esa misma noche morirá. ¿De qué le sirvieron todos sus bienes? Esta historia nos recuerda que nuestra vida es corta y que las cosas materiales no nos dan la verdadera seguridad. La lección final es clara: no seas alguien que solo acumula para sí mismo. Lo que de verdad importa es ser “rico ante Dios”, y eso se logra con un corazón lleno de fe y amor, no de bienes.
ACCIÓN (en este momento de manera personal o como comunidad se pueden proponer unos compromisos para ponerlos en práctica. Proponemos unos para fomentar el estudio de la Biblia).
- Revisa tus “graneros”
Practica el desapego. Identifica algo que ya no necesites y dónalo. Así, recordarás que tu vida no depende de lo que acumulas.
- Cultiva tu “riqueza ante Dios”
Dedica un tiempo cada día a la oración o al servicio. Invierte en tu relación con Dios y con los demás, que es la única riqueza que permanece.
- Practica la generosidad consciente
Comprométete a compartir tus recursos, ya sea dinero, tiempo o talentos. Cambia la mentalidad de “atesorar para mí” por la de dar para los demás.
ORACIÓN FINAL
Gracias, Padre, por esta Palabra que nos ha invitado a mirar más allá de lo terrenal. Ayúdanos a despojarnos de la codicia y a no poner nuestra esperanza en lo que se acaba. Que nuestros corazones se llenen de ti, para que podamos ser verdaderamente ricos ante tus ojos, compartiendo con generosidad y viviendo cada día con la conciencia de que nuestra vida está en tus manos.
Amén.