“Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros, como yo los he amado”

LECTIO DIVINA

Oración inicial

Espíritu Santo, fuente de luz y sabiduría, ven sobre nosotros mientras nos disponemos a explorar las Sagradas Escrituras. Ilumina nuestras mentes para comprender la profundidad de la Palabra de Dios, abre nuestros corazones para acoger su verdad transformadora y fortalécenos para vivir conforme a sus enseñanzas. Guíanos en este estudio, para que encontremos en él la guía, el consuelo y la inspiración que necesitamos para seguir los caminos del Señor. Amén.

LECTURA (¿Qué dice la Palabra? Leer el texto bíblico dos o tres veces)

Texto Bíblico: Jn 13, 31 – 33ª. 34-35

Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijitos, me queda poco de estar con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros; como yo los he amado, ámense también unos a otros. En esto conocerán todos que son discípulos míos: si se aman unos a otros».

Palabra del Señor.

Preguntas para reflexionar personalmente o en grupo: 

  • Jesús afirma que la salida de Judas marca un momento de glorificación. ¿De qué manera la traición y los eventos que seguirán (pasión, muerte y resurrección) glorifican al Hijo del hombre y a Dios, según tu entendimiento?
  • Jesús introduce un “mandamiento nuevo”: amarse los unos a los otros “como yo los he amado”. ¿Qué aspectos específicos del amor de Jesús crees que este mandamiento nos invita a imitar en nuestras relaciones con los demás?
  • La señal distintiva de los discípulos de Jesús sería el amor mutuo. En el contexto actual, ¿cómo se manifiesta o se dificulta este amor fraterno como signo de identidad cristiana en el mundo?

MEDITACIÓN (¿Qué me dice la Palabra?)

En el cenáculo, justo después de la partida de Judas para consumar su traición, Jesús declara: “Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él”. En este momento de profunda vulnerabilidad y anticipación del sufrimiento, Jesús revela una verdad paradójica: la gloria de Dios se manifiesta plenamente en su humillación y entrega. La cruz, que para el mundo representa vergüenza y derrota, se convierte para Jesús en el culmen de su glorificación y, por ende, de la glorificación del Padre. Esta perspectiva nos invita a reconsiderar nuestras propias nociones de poder y grandeza, sugiriendo que la verdadera gloria reside en el amor sacrificial y la fidelidad hasta el extremo.

Ante la inminencia de su partida, Jesús se dirige a sus discípulos con un afectuoso “Hijitos, me queda poco de estar con ustedes”. Esta expresión tierna revela el profundo lazo de amor que une a Jesús con sus seguidores y la tristeza que embarga su corazón al anticipar la separación física. Sin embargo, en lugar de centrarse en la pérdida, Jesús les entrega un nuevo mandamiento, un legado que trascenderá su ausencia: “Le doy un mandamiento nuevo: Que se amen unos a otros; como yo los he amado, ámense también unos a otros”.

Este mandamiento, no es simplemente una exhortación a la benevolencia general; está intrínsecamente ligado al amor que Jesús mismo ha demostrado. Él establece un nuevo estándar, un amor ágape que se entrega sin reservas, que perdona, que sirve y que busca el bien del otro incluso a costa del propio sacrificio. Este amor “como yo los he amado” se convierte en la medida y el modelo para las relaciones dentro de la comunidad de sus seguidores. 

La consecuencia de vivir según este nuevo mandamiento es profunda y transformadora: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”. El amor fraterno se erige como la señal distintiva, el sello de autenticidad de la fe cristiana. No son las palabras elocuentes, sino el amor concreto y visible entre los creyentes lo que testimonia al mundo la realidad de la presencia de Cristo en medio de ellos.

En definitiva, este pasaje del Evangelio de Juan nos desafía a vivir un amor radical, inspirado en el ejemplo de Jesús. Un amor que glorifica a Dios en la entrega, que se expresa en la ternura y el servicio mutuo, y que se convierte en el distintivo inconfundible de nuestra identidad como seguidores de Cristo. Al amarnos unos a otros como Él nos amó, no solo cumplimos su mandamiento, sino que también hacemos visible el amor de Dios al mundo.

ORACIÓN (¿Qué me hace decir a Dios la Palabra)? De manera espontánea los hermanos pueden hacer una oración en voz alta a partir de lo reflexionado. También pueden pedir por necesidades particulares o de la comunidad).

CONTEMPLACIÓN (Dios me mira y yo lo miro)

Imagina la escena en el cenáculo, la tensión palpable tras la partida de Judas. Jesús, consciente de la inminente entrega y el sacrificio que le aguarda, pronuncia palabras que resuenan con una profunda paradoja: “Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él”. Contempla cómo en el acto de aparente derrota y humillación se revela la máxima gloria de Dios, un amor que se entrega hasta el extremo. Detente en la mirada de Jesús hacia sus discípulos restantes, una mirada llena de ternura y un último legado: “Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros; como yo los he amado, ámense también unos a otros”. Siente el peso y la novedad de esta petición, un amor que trasciende la mera simpatía y se arraiga en el modelo del amor incondicional de Jesús.

Ahora, traslada este mandamiento a tu propia vida. ¿Cómo resuena en tus relaciones cotidianas? ¿En qué momentos te resulta fácil amar como Jesús amó, y en cuáles encuentras resistencia o dificultad? Reflexiona sobre la promesa implícita: “En esto conocerán todos que son discípulos míos: si se aman unos a otros”. ¿Cómo tu manera de amar a los demás se convierte en un testimonio vivo de tu seguimiento a Jesús? ¿Qué cambios concretos podrías realizar para que tu amor sea un reflejo más fiel del amor que has contemplado en estas palabras?

ACCIÓN (en este momento de manera personal o como comunidad se pueden proponer unos compromisos para ponerlos en práctica. Proponemos unos para fomentar el estudio de la Biblia).

  • Escuchar atentamente y con empatía: Dedica tiempo a comprender las perspectivas y sentimientos de los demás antes de responder.
  • Servir a otros de forma activa: Busca oportunidades diarias para ayudar y apoyar a quienes te rodean con gestos concretos.
  • Perdonar con paciencia y buscar la reconciliación: Sé tolerante con las debilidades ajenas y trabaja en superar los conflictos.

ORACIÓN FINAL 

Señor Jesús, al meditar en tus palabras antes de tu entrega, nos has recordado que la señal distintiva de tus seguidores es el amor mutuo, un amor que se refleja en la manera en que Tú nos amaste. Te pedimos humildemente que infundas en nuestros corazones la capacidad de amar de esa manera: un amor generoso, paciente, servicial y dispuesto al perdón. Que nuestras acciones diarias sean un testimonio vivo de este mandamiento nuevo, para que el mundo reconozca en nosotros a tus discípulos y así, tu gloria se manifieste a través de nuestro amor fraterno.

Amén.

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