LECTIO DIVINA
Oración inicial
Padre de misericordia, al iniciar este tiempo de encuentro contigo a través de tu Palabra, te pedimos la luz de tu Espíritu Santo. Abre nuestros oídos para escuchar, nuestro corazón para acoger y nuestra mente para comprender este pasaje evangélico. Concédenos la gracia de ser no solo sanados por tu amor, sino transformados por la gratitud y la fe que salva, para que podamos regresar a Ti y darte la gloria que solo Tú mereces.
Amén.
LECTURA (¿Qué dice la Palabra? Leer el texto bíblico dos o tres veces)
Texto Bíblico: Lucas 17, 5-10
Una vez, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros». Al verlos, les dijo: «Vayan a presentarse a los sacerdotes».
Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. Este era un samaritano.
Jesús, tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?». Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado».
Palabra del Señor.
Preguntas para reflexionar personalmente o en grupo:
- Fe y Obra: ¿Cómo demuestra el pasaje que la sanación se obtiene no al oír la orden de Jesús, sino en el acto de obedecerla (“mientras iban de camino”)?
- Actitud ante el Don: ¿Cuál es el significado de que solo el samaritano (el extranjero o marginado) regresara para postrarse, y qué revela esto sobre la gratitud en comparación con la simple recepción de un milagro?
- Doble Salvación: Jesús le dice: “tu fe te ha salvado.” ¿Qué diferencia hay entre la limpieza física recibida por los diez y la salvación completa (física y espiritual) obtenida por el que regresó?
MEDITACIÓN (¿Qué me dice la Palabra?)
El pasaje del evangelio de hoy, cuenta la emotiva historia de diez leprosos. Por su enfermedad, tenían que vivir apartados de los demás. Desde lejos, le gritan a Jesús: “Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros”. Su grito estaba lleno de fe y de desesperación. Sin dudarlo, Jesús les dice que vayan a presentarse ante los sacerdotes, como lo exigía la ley de esa época para quienes se curaban de la lepra. Lo más asombroso de la historia no es que se curen, sino que ellos obedecen por fe. Los diez hombres se van sin ver aún ninguna señal de que están sanos. Es en el camino, mientras hacen lo que Jesús les dijo, que la bondad de Dios se muestra y sus cuerpos se curan por completo.
Pero esta historia no acaba aquí. La parte más importante de la reflexión es lo que hicieron los hombres que se curaron. De los diez que recibieron esta bendición, solo uno regresó: un samaritano, que era un extranjero y no muy bien visto por los judíos. Este hombre, apenas se dio cuenta de que estaba curado, volvió “alabando a Dios a grandes gritos”. Su acto nos enseña algo muy importante: la gratitud es la forma de responder a la bondad de Dios. Mientras los otros nueve, tal vez muy ocupados celebrando su nueva vida, se olvidaron de dar las gracias, el samaritano entendió que su curación no fue casualidad, sino un regalo de Dios que merecía su agradecimiento y adoración.
La pregunta que hace Jesús, “¿No quedaron limpios los diez? ¿Dónde están los otros nueve?”, sigue siendo relevante hoy. Nos hace pensar en lo desagradecidos que podemos ser. Nos invita a reflexionar sobre todas las bendiciones que recibimos, grandes y pequeñas, y cómo a veces las tomamos por garantizadas. A menudo nos comportamos como un mendigo que pide comida y, una vez que la tiene, se va sin agradecer a quien se la dio. Este pasaje nos anima a ser más conscientes de la gratitud, a darnos cuenta de que cada regalo que tenemos viene de Dios, y que nuestra respuesta debería ser siempre la alabanza y las gracias.
La diferencia entre el judío y el samaritano es muy importante. El samaritano, que por su origen social y religión era visto como alguien de menor valor, fue el único que mostró una fe total. Su agradecimiento no fue solo por cortesía, sino una muestra profunda de su fe y de que había sido salvado. Por eso, Jesús le dice: “Levántate y vete; tu fe te ha salvado”. La curación de este hombre no fue solo en su cuerpo, sino que fue la salvación de su alma, un encuentro personal con Dios. Su acción de regresar y arrodillarse ante Jesús es un acto de adoración que lo hace diferente a los demás.
Como el samaritano, estamos llamados a regresar a Jesús, no solo para recibir, sino para dar gracias. Es a través de este acto de agradecimiento que nuestra fe se fortalece y nuestra relación con Dios se hace más profunda, convirtiéndonos de simples beneficiarios en verdaderos adoradores.
ORACIÓN (¿Qué me hace decir a Dios la Palabra)? De manera espontánea los hermanos pueden hacer una oración en comunidad.
CONTEMPLACIÓN (Dios me mira y yo lo miro)
Imagina la escena: los diez van por el camino, y de repente, sus pieles se alisan, sus heridas se cierran; están limpios. Siente su inmensa alegría. Nueve continúan, apresurados por retomar sus vidas perdidas. Pero uno se detiene, su corazón da un vuelco y, desbordado, rompe la carrera para regresar. Visualízalo postrándose ante Jesús, su rostro en tierra, en el polvo del camino, sin importarle la dignidad ni el esfuerzo; solo le importa la adoración y el agradecimiento. Escucha la voz de Jesús, suave y dolida: “¿Y los otros nueve… dónde están?”. Contempla el poder transformador de la gratitud; la sanación fue un milagro, pero el regreso fue un acto de fe profunda que abrió la puerta a una salvación mayor. Permanece en el silencio, identificándote con el samaritano, y deja que tu alma se postre también ante el Maestro.
ACCIÓN (en este momento de manera personal o como comunidad se pueden proponer unos compromisos para ponerlos en práctica. Proponemos unos para fomentar el estudio de la Biblia).
- Obedecer y Confiar: Identificaré un pequeño mandato o deber que he estado posponiendo (rezar una oración, pedir perdón, hacer un servicio) y lo cumpliré hoy, confiando en que la gracia de Dios se manifestará en el camino de la acción.
- Cada día, antes de acostarme, regresaré intencionalmente a la presencia de Dios para nombrar en voz alta tres bendiciones específicas del día, terminando con una pausa de silencio para que mi corazón se “postre” en adoración.
- Reconocer al Extranjero: Buscaré una oportunidad para reconocer y valorar la fe, el esfuerzo o la bondad en alguien que considero “diferente” a mí, imitando la mirada de Jesús hacia el samaritano.
ORACIÓN FINAL
Señor Jesús, te damos gracias por habernos enseñado que la fe no se completa solo con pedir o recibir, sino al volver a Ti en gratitud y adoración. Concédenos un corazón vigilante que no olvide tus favores. Que cada acto de bondad, cada curación y cada bendición en nuestra vida nos impulse a glorificar a Dios no solo con palabras, sino con una vida de obediencia humilde. Que nuestra fe, como la del samaritano, nos salve y nos lleve siempre a postrarnos a tus pies.
Que así sea.