Recibiste bienes y Lázaro males: ahora él está aquí consolado, mientras tú eres atormentado
Lc 16, 19-31
La parábola del rico y el pobre Lázaro se encuentra en una sección del Evangelio de Lucas en la que Jesús se dirige a los fariseos. Ellos eran tenidos por amantes del dinero y se burlaban de las enseñanzas de Jesús sobre el desprendimiento de las riquezas (Lucas 16,14). Este contexto es clave para entender el propósito de la parábola: Jesús no condena la riqueza en sí misma, sino el uso egoísta y la indiferencia que a menudo la acompañan.
En esta historia, Jesús nos dice que el rico lo tenía todo: ropa de lujo, fiestas y comida deliciosa, mientras que Lázaro se sentaba a su puerta, hambriento y enfermo, esperando cualquier pedazo de comida que cayera, pero el rico no le daba nada a pesar de que lo tenía tan cerca. Esta situación tan indignante nos obliga a mirarnos al espejo y preguntarnos: ¿Estamos tan ocupados con nuestras propias vidas que no vemos el sufrimiento de los demás a nuestro alrededor?
Cuando mueren, la situación se invierte completamente. El rico termina en un lugar de tormento, y Lázaro es llevado a un lugar de paz y consuelo junto a Abraham. Esto no es un castigo al rico por ser rico, sino por su indiferencia. Él no vio a Lázaro, lo ignoró por completo. Su sufrimiento en el más allá es el resultado de la falta de amor y compasión que tuvo en vida. En cambio, Lázaro es consolado por su paciencia y por el sufrimiento que llevó.
En el tormento, el rico le pide a Abraham que envíe a Lázaro para mojar su lengua, y después, para que advierta a sus hermanos. Pero Abraham le dice que sus hermanos ya tienen el testimonio de la Palabra, de “Moisés y los profetas”. La respuesta es clara: si no escuchan lo que Dios ha revelado, tampoco creerán aunque alguien resucite de entre los muertos. Este pasaje nos enseña que debemos tomar en serio lo que la Sagrada Escritura nos dice. No esperes una señal mágica o un milagro espectacular para empezar a creer o a cambiar tu vida.
A través de la parábola y por boca de Abraham, Jesús nos está diciendo que la verdad ya está disponible para nosotros. No hay excusas. El rico y sus hermanos tenían acceso a las leyes de Dios, que les enseñaban a cuidar a los pobres y a ser justos. El problema no era la falta de información, sino que se negaron a creer y a actuar. Su corazón estaba cerrado a la verdad. La historia nos advierte que no nos volvamos como el rico, que solo quiere un mensajero especial cuando ya es demasiado tarde.
En resumen, esta parábola más que una historia triste, es un llamado a la acción. Nos invita a un cambio de corazón. Nos desafía a pensar en nuestra relación con el dinero y las posesiones. Son herramientas para servir a Dios y a los demás, no para acumular y vivir para nosotros mismos. El destino del rico nos recuerda el peligro de la indiferencia y el egoísmo, mientras que la bendición de Lázaro nos da esperanza, en medio del sufrimiento, en la justicia de Dios.
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