Estén en vela para estar preparados

Estén en vela para estar preparados
Mt 24, 37-44

El evangelio de este domingo forma parte de la enseñanza de Jesús sobre los últimos tiempos: Mt 24 y 25. Fue pronunciado en el Monte de los Olivos. Están referidos a la segunda venida de Cristo (la Parusía), el juicio final, y el fin de la historia. Jesús nos dice hoy que estos acontecimientos últimos llegarán para todos de manera inesperada. Para que lo entendamos, usa el ejemplo de Noé, diciendo que “pasará como en tiempo de Noé”. En esos días, la gente estaba demasiado ocupada con sus cosas, sin prestar atención a nada más: “comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo“. No vivían con plena consciencia de sus responsabilidades personales y sociales, y por eso, el diluvio los tomó por sorpresa. Este pasaje nos invita a mirarnos a nosotros mismos: ¿Estamos tan metidos en la rutina diaria que hemos olvidado que hay algo más importante, algo eterno? No se trata de dejar de vivir, sino de no dejar que lo normal nos distraiga de lo esencial.

El pasaje sigue con una imagen fuerte que nos pone a pensar: dos personas trabajando juntas, pero a la hora de la verdad, “a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán”. Es lo mismo para las mujeres que están moliendo. Esta parte nos enseña nadie nos sustituye en la responsabilidad de construir un proyecto de vida de bien y de bondad. No importa quién esté a nuestro lado, sino cómo estamos construyendo nuestra vida. Aunque estemos haciendo lo mismo que los demás, la diferencia está en si nuestro corazón está listo para el encuentro con Dios. La salvación es personal, y cada uno debe asegurarse de vivir de una manera que le permita ser “llevado” y no “dejado” atrás.

Para que nadie se confíe, Jesús nos da otra clave: la comparación con el ladrón. Éste no avisa cuándo va a robar. Si el dueño supiera la hora, se quedaría despierto, “estaría en vela”. Pero como no lo sabe, debe estar atento siempre. Por eso, el mandamiento principal es “estén en vela, porque no saben qué día vendrá su Señor”. Estar en vela o vigilantes no significa tener miedo, sino vivir con seriedad, con profundidad, con plena responsabilidad, nuestra vida. Es como si el Señor pudiera llegar en cualquier momento, y siempre debemos tener nuestra “casa” (nuestra alma) limpia y preparada para recibirlo.

Entonces, ¿cómo podemos estar realmente “en vela” hoy en día? Es más simple de lo que parece. Estar vigilantes significa poner amor y honestidad en todo lo que hacemos: en el estudio, en el trabajo, en la familia. Es la caridad con el prójimo. Es vivir cada día pensando que ese podría ser el día del encuentro con Dios, o nuestro último día. La vigilancia es un acto de amor que hacemos en el presente, sabiendo que el Hijo del hombre viene “a la hora que menos piensen”.

El mensaje final de Jesús es un llamado claro a la esperanza activa y al compromiso: “Por eso, estén también ustedes preparados”. Él quiere que estemos listos para Él, sin temor, sino con alegría. Esta preparación constante es el mejor acto de fe. Si vivimos de esta manera, la venida del Señor, cuando sea que ocurra, no será una sorpresa desagradable, sino el momento feliz en que se cumple todo el sentido de nuestra vida.

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