Joven, da el paso, vive la Pascua

La tristeza, la desesperanza, la angustia del mañana, el sabor amargo del sinsentido, la incógnita de mi vocación… todo lo que nos va quitando la paz, la alegría misma, aquello que nos consume a tal punto de sentir que estamos muertos en vida, que ya ni siquiera rondamos por el mundo de una forma automática, sino totalmente absortos en la oscuridad. Sin poder distinguir si me siento solo como en el desierto o frio como un tempano de hielo, pero entonces, todo se detiene y me dicen que, si la tumba no estuviera vacía, mi corazón lo estaría.

Anduve sin sentido por mucho tiempo porque no alcance a reconocerte, no pude seguirte el paso, tratando de correr detrás de ti cuando entendí que quien corría detrás de mí eras tú, pensé que te perseguía, pero tú me seguías desde que soñaste con crearme. Es que no solo resucitaste y llenaste de vida tu cuerpo de hombre herido por los flagelos, sino que diste vida a mi alma herida por mis pecados. Llenaste con la luz de la eternidad la tumba de mi corazón, resucitaste mis esperanzas de amar y ser amada.

“Joven, a ti te digo: Levántate”, Lucas 7, 14; y es que dar el paso, de lo efímero a lo eterno, de la réplica a lo autentico, no significa que todo a tu alrededor cambiará, significa que te has dejado encontrar por el Resucitado y ya no hay vuelta atrás, algo se ha encendido en ti e incluso cuando sientes que estas a punto de apagarte, pídele la gracia de perseverar y recuerda: “Todo cuanto hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres, conscientes de que el Señor os dará la herencia en recompensa”, Colosenses 3, 23-24.

La Pascua no se resume en una noche ni en una octava, la Pascua es cada Eucaristía, cada abrazo, cada amanecer, cada latido del corazón, en todo y en todos estas dándole sentido a mi sinsentido, no te pido una noche de luz, te pido vivir una vida de resurrección por la alegría de que estas vivo y me quieres viva, en cada noche de oscuridad comprendí que tu luz siempre ha sido mayor.

A ti, que lees esto, confía y ora, no necesitas palabras para hablarle, experimenta la resurrección de Jesús en tu vida resucitando en tus heridas, solo tienes que dar el paso.