Lectio Divina – Jueves Santo

Delegación para la Animación Bíblica de la Pastoral

«Les he dado ejemplo, hagan ustedes lo mismo» La hora del Amor y del Servicio

AMBIENTACIÓN

Hemos llegado al inicio del Triduo Pascual, con la Celebración vespertina de «La Cena del Señor». La institución de la Eucaristía centra el sentido y contenido de este día.

En el contexto y ambiente de la Sagrada Eucaristía el Pueblo de Dios, la Iglesia, se reconoce profundamente amada por su Señor, que, en actitud de humildad y de servicio, purifica la vida de su Pueblo y lo restaura para que vuelva a gozar de la amistad en la Alianza con Dios. También en la celebración de esta tarde la Comunidad de los Discípulos recibe del Maestro el Mandamiento del Amor fraterno, que es consecuencia, para la vida del cristiano, del Amor con el que el Señor Jesús «nos amó hasta el extremo»

Para prolongar su presencia salvadora y servicial, el Señor Jesús instituye el Ministerio Sacerdotal, para el servicio pastoral de apacentar y pastorear a su Iglesia, a partir de la Eucaristía, en permanente actitud de donación. Por eso, en este día, los Pastores de la Iglesia, -Obispos, Presbíteros y Diáconos- renuevan, ante la Comunidad de los fieles, sus compromisos sacerdotales, de fidelidad a Cristo y a la Iglesia.

1. PREPARACIÓN : Invocaciòn AL ESPÍRITU SANTO

Ven, Espíritu Santo, llena de tu luz nuestras mentes para entender el verdadero significado de tu Palabra.

Ven, Espíritu Santo, enciende en nuestros corazones el fuego de tu amor que inflame nuestra fe.

Ven, Espíritu Santo, llena nuestra persona con tu fuerza

para reforzar lo que en nosotros es débil en nuestro servicio a Dios.

Ven, Espíritu Santo, con el don de la comunión

para animar nuestro entusiasmo en el amor a Dios y al prójimo. Amén

2. LECTURA: ¿QUÉ DICE el texto?

Ex. 12,1-8.11-14: «Este día será memorable para ustedes»

El texto del Exodo tiene un carácter prescriptivo: el acontecimiento histórico de la última cena de los hebreos en Egipto, en espera del paso del Señor que libera de la esclavitud, aparece aquí en clave litúrgica para convertirse en «un rito perpetuo». La memoria se hace «memorial» («zikkarón», v. 14), y, en él, la eficacia salvífica de cuanto Yahvé ha ejecutado de una vez por todas se actualiza para cada generación en y mediante la liturgia; de ahí la preocupación por dar normas concretas y detalladas para la celebración (vv. 3-8.11).

El rito hebraico funde elementos originariamente distintos y los historifica. El sacrificio anual del cordero, con la aspersión de la sangre -la «pascua» («pesaj»), fiesta primaveral de los pastores nómadas)-, se convierte para los israelitas en signo de la protección del Señor (vv. 7.12s).

La ofrenda de «las primicias» -los ázimos (fiesta agrícola vinculada al ciclo de las estaciones)-, puesta en referencia con la liberación de Egipto, recuerda ahora, de generación en generación, la rápida huida de aquel país de esclavitud.

En un momento preciso de la historia de un pueblo oprimido, Dios interviene con su poder: aquel momento no pertenece sólo al fluir de los tiempos, sino a la dimensión de Dios. Por eso es un «hoy» ofrecido siempre al que quiera entrar en aquella historia de salvación mediante la celebración del memorial.

El sacrificio anual del cordero, con la aspersión de la sangre -la pascua (pesaj, fiesta primaveral de los pastores nómadas)-, se convierte para los israelitas en signo de la protección del Señor (vv. 7.12s). La ofrenda de las primicias -los ázimos (fiesta agrícola vinculada al ciclo de las estaciones)-, puesta en referencia con la liberación de Egipto, recuerda ahora, de generación en generación, la rápida huida de aquel país de esclavitud.

Sal. (116)115: «Alzaré la copa de la salvación invocando el Nombre del Señor»

En este salmo un fiel canta a Dios su vivo reconocimiento por una liberación insigne. Una enfermedad, una violenta persecución o tal vez la prisión, pusieron su vida en peligro y su alma al borde de la desesperación. Con una confianza ilimitada el salmista lanza una súplica acompañada de un voto que Dios acoge. En reconocimiento y para cumplir su voto, va a ofrecer el sacrificio prometido y a bendecir a su sin signe salvador.

En un principio, el salmo tenia un carácter individual; pero pronto tomo una orientación comunitaria. De hecho, el salmo entró en la liturgia pascual judía en conexión con el rito de la tercera copa de vino, debido al v.13 «alzaré la copa de la salvación».

1Co. 11,23-26: «Del Señor recibí la tradición que les he transmitido»

La Iglesia proclama, en la celebración de la Cena del Señor el Jueves Santo, la palabra que San Pablo nos entrega en la Primer Carta a los Corintios. Este pasaje paulino es el primer texto (el más antiguo) sobre la Eucaristía. Recoge una Tradición que se remonta a Jesús y expresa la forma en que las Comunidades Cristianas Primitivas celebraban la «Fracción del Pan» (cfr. Hch. 2, 42ss).

La Pascua Judía rememora y actualiza cada año la liberación de Egipto: «Este día lo recordarán siempre y lo celebrarán como fiesta del Señor, institución perpetua para todas las generaciones» (Ex. 12, 14; cfr. 12, 26-27a). La Nueva Pascua, la Cristiana, «proclama la Muerte del Señor hasta que vuelva» (1Co. 11, 26).

Una comida es un medio que tenemos las personas para compartir fraternalmente nuestra vida, para propiciar el acercamiento, para fortalecer las relaciones de familia, de amistad. En la mayor parte de las Religiones se tiene la experiencia de la comida con carácter sagrado. En Israel la comida sagrada tiene una significación particular: es el signo de los bienes mesiánicos, del favor divino, de la abundancia del don de Dios que se derrama sin límites para favorecer a su Pueblo: Is. 25, 6.9;

San Pablo recuerda a los Corintios, y a nosotros, el sentido del banquete fraterno del Señor, con todas las implicaciones religiosas, éticas y sociales que contiene. Al celebrar la Cena del Señor nos sentimos hermanos, hijos de Dios, la familia grande que es la Iglesia. El Apóstol introduce, en el texto, solemnemente, las palabras «recibir» y «transmitir» son las expresiones rabínicas para señalar una entrega autorizada de la Tradición religiosa (cfr. FOULKES Irene, Primera Carta a los Corintios, en Comentario Bíblico Latinoamericano, Nuevo Testamento, (2003), pp. 847-848).

Los Corintios, olvidando el aspecto misterioso de la Cena, disputaban entre sí y de ese modo negaban el aspecto esencial del banquete eucarístico: el Sacrificio de Cristo, en estado de servicio y abajamiento.

La Eucaristía es tradición recibida. No se trata de una celebración individual donde cada uno hace lo que quiere, sino de una tradición recibida del Señor a través de la Iglesia. Este camino de la tradición del Señor a través de las generaciones cristianas es el que hace posible la renovación de la cena y la pasión del Señor en todos los momentos de la historia. Es un camino de ida en la historia que hace posible la vuelta, el recuerdo vivo y presente del sacrificio del Señor.

La Eucaristía es sacrificio memorial. Es sacrificio pues la sangre es símbolo de la nueva alianza realizada en la cruz del Señor. Es también memorial, no simple recuerdo: La acción litúrgica realiza verdaderamente la salvación. El pasado (la cruz del Señor) se hace accesible en el presente (la vida de la Iglesia) por medio de la celebración. En la celebración tenemos, pues, el memorial y el símbolo de la muerte del Señor. La Eucaristía nos da el ejemplo de la entrega de Cristo para hacerlo realidad en nuestra vida.

Finalmente la Eucaristía es anuncio de la muerte del Señor hasta que vuelva. El Señor presente en la Eucaristía es ya un anticipo ante el mundo de lo que será la culminación de la obra salvadora de Dios.

Jn. 13,1-15: «Los amò hasta el extremo… Hagan ustedes lo mismo»

EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN JUAN

R/. Gloria a Ti, Señor.

1 Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
2 Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle,
3 sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvìa,
4 se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó.
5 Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido.
6 Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?»
Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde.» 8 Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás.»

Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo.» 9 Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza» 10 Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos». 11 Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: «No están limpios todos».

12 Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: «¿Comprenden lo que he hecho con ustedes? 13 Ustedes me llaman “el Maestro” y “el Señor”, y dicen bien, porque lo soy. 14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros.15 Porque les he dado ejemplo, para que también ustedes hagan como yo he hecho con ustedes.

Palabra del Señor.
R/. Gloria a Ti, Señor Jesús.

Re-leamos el texto para interiorizarlo

a) Contexto:

El pasaje del evangelio de este día está inserto en un conjunto literario que comprende los capítulos 13-17. El comienzo está constituido por la narración de la última cena que Jesús comparte con sus discípulos, durante la cuál realiza el gesto del lavatorio de los pies (13,1-10). Después, Jesús pronuncia un largo discurso de despedida con sus discípulos (13, 31-14,31), los capítulos 15 -17 tienen la función de profundizar algo más el precedente discurso del Maestro. Inmediatamente sigue, el hecho del prendimiento de Jesús (18, 1-11). De todos modos, los sucesos narrados en 13-17,26 están conectados desde el 13,1 con la Pascua de Jesús. Es interesante anotar este punto: desde el 12,1 la Pascua no se llama ya la pascua de los judíos, sino la Pascua de Jesús. Es Él, de ahora en adelante, el Cordero de Dios que librará al hombre de su pecado. La Pascua de Jesús es una Pascua que mira a la liberación del hombre: un nuevo éxodo que permite pasar de las tinieblas a la luz (8,12) y que llevará vida y fiesta a la humanidad (7,37).

Jesús es consciente de que está por terminarse su camino hacia el Padre, y por tanto dispuesto a llevar a término su éxodo personal y definitivo. Tal pasaje al Padre se realiza mediante la Cruz, momento

b)  Comentario:

vv. 1-3:

Jesús se encuentra en una cena ordinaria con los suyos. Tiene plena conciencia de la misión que el Padre le ha confiado: de Él depende la salvación de la humanidad. Es consciente de que «el Padre había puesto todo en sus manos» (v. 3a); tal expresión deja entrever que el Padre deja a Jesús la completa libertad de acción.

El fragmento pone en evidencia el lúcido conocimiento de Jesús (vv 1-3: «sabía»). Se abraza libremente con el designio de Dios, reconociendo como inminente esa «hora» hacia la cual se dirigían todos sus días terrenos: la hora del verdadero paso (Ex 12,12s), de la nueva pascua, del amor que llega a su plenitud definitiva (v. 1).

vv. 4 y 12:

=>: Destaquemos en el v. 4, , un gesto muy significativo, una «acción simbólica» (es decir, cargada de significado) de Jesús: antes de lavar los pies a los discípulos, «se quita el manto» (v. 4: «τίθησιν τὰ ἱμάτια» = tithesin ta imatia, dice el texto griego)… Y en el v. 12, después de lavarles los pies, «tomó de nuevo el manto» (v. 12: ἔλαβεν τὰ ἱμάτια = «elaben ta imatía», dice el texto griego)…

Ahora bien, los dos verbos que encontramos en el texto original (en griego) son «tithemi» (ti,qhmi = quitar, despojar, dejar) y «lambano» (λαμβάνω = tomar, coger, recuperar).

=>: Tal vez este detalle podrìa parecer irrelevante, si fuera porque son los dos mismos verbos utilizados por Juan en una fórmula muy suya, cuando habla de la misión del Buen Pastor: «desprenderse de la vida y volver a tomarla» (Jn. 10, 17.18). En efecto, en Jn. 10, 17.18, dice el texto: «El Padre me ama porque doy mi vida (tithemi ten psyjen mu = τίθημι τὴν ψυχήν μου) (, para recorbrarla de nuevo» (ina palin labo auten = ἵνα πάλιν λάβω αὐτήν). En el versículo siguiente dice el texto de Juan: «Tengo poder para darla (θεῖναι αὐτήν) y para recuperarla de nuevo» (λαβεῖν αὐτήν) (Jn. 10, 18. Es indudable que con estas expresiones se está hablando de la Muerte y la Resurrección de Jesús.

=>: Por otra parte, si reparamos en el interés de Juan por «los vestidos» («ta imatía» = ἱμάτια) de Jesús en la Pasión (Jn. 19, 23ss: «los soldados se apropiaron de sus vestidos… » = elabon ta imatia autu= ἔλαβον τὰ ἱμάτια αὐτοῦ), podemos reflexionar este gesto («quitarse» y «ponerse de nuevo» la túnica) que estamos destacando y pensar que acentúa el valor parabólico, es decir, significativo, del relato del lavatorio de los pies.

Jesús, entonces, al «imitar» (si así puede decirse) su Muerte y su Resurrección, muestra que ése es el «servicio» por excelencia, fuente de toda «purificación» (lavatorio) y condición necesaria para entrar en el Reino («Si no te lavo, no tienes parte conmigo» (Jn.13, 8).

Jesús se despoja de sus vestidos se ciñe un delantal símbolo de servicio. El «despojarse de sus vestidos» es una expresión que tiene la función de expresar el significado del don de la vida. ¿Qué enseñanza quiere Jesús transmitir a sus discípulos con este gesto? Les muestra que el amor se expresa en el servicio, en dar la vida por los demás como Él lo ha hecho. Entre estos dos gestos (quitarse el manto y tomarlo de nuevo), sucede el lavatorio.

v. 5:

Con esta plena conciencia de su identidad y de su completa libertad Jesús se dispone a cumplir el grande y humilde gesto del lavatorio. El gesto cumplido por Jesús intenta mostrar que el verdadero amor se traduce en acción tangible de servicio. En tiempos de Jesús el lavado de los pies era un gesto que expresaba hospitalidad y acogida con los huéspedes. De ordinario era hecho por un esclavo con los huéspedes o por una mujer o hijas a su padre. Además era costumbre que el rito del lavado de pies fuese siempre antes de sentarse a la mesa y no durante la comida. Esta forma de obrar de Jesús intenta subrayar la singularidad de su gesto.

Esa actitud de servicio y abajamiento resalta en la escena del «Lavatorio de los pies», exclusiva del evangelio según San Juan, y uno de los momentos principales de su relato de la Cena.

Este gesto de Jesús sirve de pórtico a todo el Triduo Pascual. A veces se confunde esta acción del Maestro con la costumbre de lavarse antes o después de las comidas, propia de aquellos tiempos. Pero aquí Jesús no sigue costumbre alguna. Hay que anotar que el lavatorio tuvo lugar «durante la cena» ni antes ni después (vv. 2.3). «El evangelista sitúa esta acción en el tiempo y en espacio interior de Jesús» ( MUÑOZ LEON Domingo, Evangelio según san Juan, en Comentario Bíblico Latinoamericano, Nuevo Testamento, p. 653; cfr. pp. 652-654).

v. 6: La reacción de Simón Pedro

Ante el gesto de Jesùs, Simòn Pedro se extraña, se niega a aceptar que su Señor se haga su servidor… También hay cambio en el modo de dirigirse a Jesús: Pedro lo llama «Señor» (v. 6). Por ese señorìo que reconoce en Jesùs, le parece que no puede aceptar ese gesto de «lavar» los pies: èsta es una acciòn propia de un ser inferior, de un esclavo. La no aceptaciòn de Simòn Pedro es enérgicamente expresada por las palabras: «¿Tú lavarme a mí los pies?».

A los ojos del discípulo este humillante gesto del lavatorio de los pies parece una inversión de valores que regulan las relaciones entre Jesús y los hombres: el primero es el Mesías, Pedro es un súbdito. Pedro no aprueba la igualdad que Jesús quiere establecer entre los hombres. No es aceptable que Jesús abandone su posición de superioridad para hacerse igual a sus discípulos. Tal idea del Maestro desorienta a Pedro y lo lleva a protestar. No aceptando el servicio de amor de su Maestro, no acepta ni siquiera que muera en la cruz por él (cfr. Jn. 12,34;13,37). Es como decir, que Pedro está lejos de comprender qué cosa es el verdadero amor y tal obstáculo sirve de impedimento para que Jesús se lo muestre con la acción.

v. 7: Oferta de Jesús

A tal incomprensión Jesús responde a Pedro invitándolo a acoger el sentido de lavar los pies como un testimonio de su afecto hacia él. Más precisamente: le quiere ofrecer una prueba concreta de cómo Él y el Padre lo aman.

v. 8ª: Obstinaciòn del discìpulo

Pero la reacción de Pedro no cesa: rechaza categóricamente que Jesús se ponga a sus pies. Para Pedro cada uno debe cumplir su papel, no es posible una comunidad o una sociedad basada en la igualdad.

v. 8b: Advertencia de Jesùs a Simòn Pedro

A continuación de la advertencia de Jesús: «Si no te lavo, no tendrás parte conmigo». Mientras que Pedro no esté dispuesto a compartir la dinámica del amor que se manifiesta en el servicio recíproco no puede compartir la amistad con Jesús, y se arriesga, realmente, a autoexcluirse.

vv. 9:

Simòn Pedro, consiente a las amenazantes palabras del Maestro, pero sin aceptar el sentido profundo de la acción de Jesús, se muestra abierto, dispuesto a dejarse lavar, «no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza». Parece que Pedro admite mejor el gesto de Jesús como una acción de purificación o ablución, más que como servicio.

v. 10-11: La purificación

Pero Jesús responde que los discípulos están purificados («limpios») desde el momento en que han aceptado dejarse guiar por la Palabra del Maestro, y han rechazado la del mundo. Pedro y los discípulos no tienen necesidad del rito judaico de la purificación, sino de dejarse lavar los pies por Jesús; o mejor, de dejarse amar por él, que les da dignidad y libertad.

vv. 13-15: Contraste «Señor .- servidor»

El relato del Lavatorio de los pies se mueve sobre el contraste «Señor – servidor» (cfr. Flp. 2, 7). Este signo del amor de Jesús hacia los hombres va acompañado del mandato de imitar su ejemplo (v. 15). La doble alusión a Judas (vv. 2 y 11) parece importante para la comprensión del texto: no hay excepciones para el mandamiento del amor. En efecto, Jesús lava también los pies a aquél que lo va a traicionar y a aquél que lo va a negar.

La intención del Señor está bien clara en los versículos 10 y 14. Quiere purificar a Judas y quiere darles a todos un ejemplo de humildad. Ambas cosas, la pureza y el amor fraterno capaz de servir a los demás son las condiciones necesarias para que se constituya la Iglesia de Jesús.   La caridad está en la esencia de la Iglesia, o sea, el amor al Maestro, que lleva a una adhesión total a El y el amor a los hermanos, capaz de servirles en todo. Así se pertenece a la Iglesia de Jesús.

3. MEDITACIÓN: ¿QUÉ NOS DICE la PALABRA?

Tres gestos de Jesús

En un ambiente cargado de tensión por los acontecimientos que se veían llegar, y con los sentimientos a flor de piel, porque se presentía ya cercano el final y el momento de la despedida, Jesús realiza tres gestos -los más transcendentes antes de su muerte- que marcaran para siempre la vida de los discípulos y la vida de la Iglesia:

a)   «Tomen y coman, esto es mi cuerpo. Tomen y beban, ésta es mi sangre; la sangre de la alianza nueva y eterna».

Jesùs institye la Eucaristìa, memorial de su Pascua. El pan y el vino consagrados por la bendición de Dios, se convierten en alimento de salvación y garantía de su presencia perpetua en medio de sus discípulos. Comer el Cuerpo y la Sangre del Señor, es garantía de que El vive en nosotros, que nos mantiene unidos a Él. Esta es nuestra fe. Y si esta es nuestra fe, somos los seres más afortunados de la tierra.

b)  «Hagan esto en conmemoración mía».

Este mandato que les da a sus discípulos, les convierte en depositarios de este tesoro y garantes de que ese modo de presencia entre los suyos, será para siempre. Aquì tiene su fundameto la misiòn del Ministerio Sacerdotal.: para perpetuar, por los siglos, el Misterio Pascual de Jesucristo, en y para la Iglesia. El sacerdote es el depositario de los misterios de Dios; el que obedeciendo los mandatos del Señor administra y reparte entre los discípulos la vida de Dios. Y por estar en contacto permanente con los misterios de Dios, debe conformar su vida con ellos. El sacerdote, más que nadie, debe ser presencia viva de Jesús en medio de su comunidad y en medio del mundo.

En los ministros ordenados Cristo quiere seguir presente en medio de su comunidad como el que parte el pan y lava los pies de los discípulos. Más allá de la limitación y pobreza de los hombres que lo realizan, en los ministros de la Iglesia reconocemos la presencia permanente de Cristo como servidor de su comunidad.

c) « Se quitó el manto y se puso a lavar los pies a los discípulos, asumiendo una tarea reservada en exclusiva a los esclavos. ¡Han visto lo que he hecho? Pues hagan ustedes lo mismo»

Es el Mandamiento del amor.

Al término del lavatorio de los pies, Jesús intenta dar a su acción una validez permanente para su comunidad y al mismo tiempo dejar en ella un memorial o mandamiento que deberá regular para siempre las relaciones fraternas. Jesús es el Señor, no en la línea de dominio, sino en cuanto comunica el amor del Padre (su Espíritu) que nos hace hijos de Dios y aptos para imitar a Jesús, que libremente da su amor a los suyos. Esta actitud interior de Jesús lo ha querido comunicar a los suyos, un amor que no excluye a ninguno, ni siquiera a Judas que lo va a traicionar. Por tanto si los discípulos lo llaman Señor, deben imitarlo; si lo consideran Maestro deben escucharlo.

Nosotros, por consiguiente, debemos aprender de Jesús, que nos dice «Les he dado ejemplo… ». Debemos aprender de él a decir siempre «gracias»” y a celebrar la Eucaristía en la vida entrando en la dinámica del amor que se ofrece y sacrifica a sí mismo para hacer vivir al otro. El rito del lavatorio de los pies tiene como finalidad recordarnos que el mandamiento del Señor debe llevarse a la práctica en el día a día: servirnos mutuamente con humildad. La caridad no es un sentimiento vago, no es una experiencia de la que podemos esperar gratificaciones psicológicas, sino que es la voluntad de sacrificarse a sí mismo con Cristo por los demás, sin cálculos. El amor verdadero siempre es gratuito y siempre está disponible: se da pronta y totalmente.

Eucaristía y fraternidad son las dos caras de una misma moneda. Celebrar la Eucaristía es, por tanto, tomar parte en la carne humillada de la entrega total del Hijo y exaltada por la obra transformadora del Espíritu, ser injertados en la vida para dar frutos de amor en el mundo.

4. ORACIÓN: ¿QUÉ LE DECIMOS NOSOTROS a DIOS?

Presidente: Pongamos en las manos de Dios Padre, por medio de su Hijo, Jesucristo, nuestra vida llena de necesidades, pero también de gratitud y confianza. Digámosle:

R/. Escucha, Padre Santo, nuestra oración

  • Por el Papa, los Obispos, los Sacerdotes y los Diáconos, para que juntos como Iglesia, renueven siempre su compromiso de ser presencia del amor de Cristo entre la R/.
  • Por las naciones del mundo en especial las de nuestra patria para que logren la paz en la justicia y la fraternidad, asumiendo la Palabra de Dios revelada en la Escritura como proyecto de vida. R/.
  • Por todos los que sufren víctimas de la enfermedad, la guerra y el egoísmo, para que ellos ofrezcan su dolor como sacrificio y logren la conversión de los corazones sumidos en el rencor, el egoísmo y la violencia. R/.
  • Por quienes nos encontramos en esta celebración para que tomemos conciencia de la necesidad apremiante de vivir en el autentico amor de Cristo que se nos da en la Eucaristía y se hace servicio en el sacerdocio que por el bautismo somos R/.

Presidente: Padre misericordioso que quienes nos alimentemos del Pan Eucarístico y vivamos el Mandamiento del Amor, haz que caminemos por el sendero de la paz y la reconciliación que Cristo Jesús nos comunica en esta fiesta pascuales que hoy iniciamos.

5. CONTEMPLACIÓN – ACCIÓN: ¿A QUÉ NOS COMPROMETE la PALABRA?

Para profundizar en el diálogo

De todo lo que se trata en esta celebración:

  • ¿Qué es lo que más te impacta? ¿Por qué?
  • ¿Hay alguna idea que te resulte nueva o extraña?
  • ¿Cómo podrías explicar a los demás, basándote en lo leído y en tu propia experiencia, lo que los cristianos celebramos en la Misa de la Cena del Señor?

La ambición de poder y de dominio no es cristiana

Jesús con su gesto intenta demostrar que cualquier asomo de dominio o prepotencia sobre el hombre no está de acuerdo con el modo de obrar de Dios, quien, por el contrario, sirve al hombre para atraerlo hacia Sí. Además no tienen sentido las pretensiones de superioridad de un hombre sobre otro, porque la comunidad fundada por Jesús no tiene forma piramidal sino horizontal, en la que cada uno está al servicio del otro, siguiendo el ejemplo de Dios y de Jesús.

El Papa nos ha dicho: «la verdadera alegría está en el don de sí mismo, en el don de sí, en salir de uno mismo, y en que él ha triunfado sobre el mal con el amor de Dios» (PAPA FRANCISCO, Homilía XXVIII Jornada Mundial de la Juventud, Plaza de San Pedro, Domingo de Ramos, 24 de marzo de 2013)

El Papa Francisco tambièn ha destacado esta lección de amor del Corazón de Cristo: «Jesús ha despertado en el corazón tantas esperanzas, sobre todo entre la gente humilde, simple, pobre, olvidada, esa que no cuenta a los ojos del mundo. Él ha sabido comprender las miserias humanas, ha mostrado el rostro de misericordia de Dios y se ha inclinado para curar el cuerpo y el alma. Este es Jesús. Este es su corazón atento a todos nosotros, que ve nuestras debilidades, nuestros pecados. El amor de Jesús es grande» (PAPA FRANCISCO, Homilía XXVIII Jornada Mundial de la Juventud, Plaza de San Pedro, Domingo de Ramos, 24 de marzo de 2013).

Relación con la Eucaristía

Renovamos el gesto del lavatorio de los pies, no para recordar un episodio conmovedor de la vida de Jesús, sino para reconocer, en una expresión sacramental, la única manera posible de ser discípulos del Maestro.

«¡Qué grande es este misterio! Como un siervo lavas los pies a tus siervos y como Dios mandas rocío del cielo […]. También yo quiero lavar los pies a mis hermanos, quiero cumplir el mandato del Señor. El me mandó no avergonzarme ni desdeñar el cumplir lo que él mismo hizo antes que yo. Me aprovecho del misterio de la humildad: mientras lavo a los otros, purifico mis manchas» (San Ambrosio, El Espíritu Santo I, 12-15).

Algunas preguntas para meditar

  1. Si la bondad divina se nos puede manifestár, ¿qué podremos hacer nosotros a cambio?
  2. ¿No deberíamos igualar esta dulce bondad suya, que rebosa amor por nosotros, y brindar la misma bondad y el mismo amor?
  3. «Hagan ustedes lo mismo»… ¿Lo hacemos? ¿No buscamos nosotros honores, rangos, privilegios, ocasiones de ser servidos por todos y en muchas ocasiones? ¿No excluimos a los más excluidos y aumentamos los privilegios de los más privilegiados?
  4. ¿Nos remuerde la conciencia cuando pedimos, exigimos ser servidos considerando a los demás nuestros criados, nuestros esclavos?

P. Carlos Pabón Cárdenas, CJM.

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