Llegó Monseñor José Mario Bacci al barrio. Subió y bajó lomas con 37 grados de temperatura a bordo. Esta vez llegó sin mitra, báculo y solideo, que son vestiduras propias del obispo en las celebraciones litúrgicas.
Ahora además de la proclamación de un texto bíblico sobre la caridad, trajo signos concretos del amor a los pobres. En esta ocasión caminó por las calles del barrio María Eugenia, en medio de un sector tocado por la falta de seguridad, el mismo donde ayudó a una familia a reconstruir la casa que perdieron, debido a un incendio. Allí buscó a quienes tenían hambre.
Encontró familias que, si desayunan, no almuerzan, sino comen algo por la noche, al día siguiente amanecen desprogramadas en la alimentación.
Daba tres golpes suaves a las puertas de las casas. Con la mano derecha saludaba y con la izquierda ofrecía comida a sus feligreses. No faltó quien pidiera una oración y al final la bendición de Monseñor, el cual es considerado un “pastor con olor a oveja”, sobre todo con aroma a esos sectores donde existe vulnerabilidad y necesidad de erradicación del hambre.