SOBRE LAS RELIQUIAS DE SANTA MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE Y SAN OSCAR ARNULFO ROMERO

A propósito de la visita de las reliquias de Santa Margarita María Alacoque y de San Oscar Arnulfo Romero a algunas parroquias de la Diócesis de Santa Marta, es bueno apreciar que, gracias a Dios, muchos fieles conocen la vida y el testimonio de estos dos santos extraordinarios, y disfrutaron de esta gran oportunidad. Otros fieles, sin embargo, han expresado también su deseo de admirarlos y conocer datos concretos sobre ellos. 
 
SANTA MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE
 
Santa Margarita María nació el 25 de julio de 1647, en Janots, Borgoña (Francia). Fue la quinta de siete hijos de un notario acomodado. A los cuatro años prometió pureza y castidad a Dios. Esta promesa la cumplió siempre.
 
A los ocho años, murió su padre y la ingresaron a la escuela de las Clarisas Pobres de Charolles. Desde el primer momento, se sintió atraída por la vida religiosa. La piedad de Margarita produjo tan buena impresión entre las religiosas, que le permitieron hacer la primera comunión a los nueve años. Un permiso que no se acostumbraba conceder en aquel tiempo. 
 
Luego ingresó al Convento de la Visitación. Allí hizo voto a la Virgen de ayunar los sábados y rezar el oficio de su Inmaculada Concepción. Viendo su deseo de entrega, la Virgen Santísima le ayuda a alcanzar la meta de la santidad. Ese fue siempre su gran ahnelo. 
 
MONS. OSCAR ARNULFO ROMERO GADÁLMEZ, Arzobispo de San Salvador
 
Nació el 15 de agosto de 1917 en Barrios, municipio del departamento de San Miguel, en El Salvador. Fue el cuarto arzobispo de San Salvador (1977-1980). Sobresalió por su prédica en defensa de los derechos humanos. 
 
Debido a la persecución, expulsión y asesinato de sacerdotes y laicos, se enfrentó valientemente a la dictadura impuesta en su país. Con sus acciones obtuvo prestigio, debido a que, en sus homilías en la catedral y en sus frecuentes visitas a las poblaciones, denunció ataques contra la Iglesia y los salvadoreños. El 24 de marzo de 1980 fue asesinado frente al altar durante la celebración de la Eucaristía.
 
Mons. Romero ha sido canonizado por el Papa Francisco y presentado ante todos nosotros como un apóstol de la justicia, especialmente ante los sufrimientos de los más pobres; y como un auténtico mártir de la fe. Comprendió que la fe en Jesucristo también se puede vivir desde el compromiso activo por la superación de toda forma de injusticia y empobrecimiento de nuestros hermanos más vulnerables. 
 
Honremos su memoria asumiendo nuestro contexto el compromiso de defensa de los más pobres y de sus derechos para vivir en paz y en respeto a su dignidad.