Oración:
Hoy, Señor, me presento ante ti con todo lo que soy y lo que tengo. Acudo a ti como persona sedienta, necesitada, porque sé que en ti encontraré respuesta.
Siento que no puedo vivir con la duda todo el tiempo y que se acerca el momento de tomar una decisión.
Deseo ponerme ante ti con un corazón abierto como el de María, con los ojos fijos en ti esperando que me dirijas tu Palabra. Deseo ponerme ante ti como Abraham, con el corazón lleno de tu esperanza, poniendo mi vida en tus manos. Deseo ponerme ante ti como Samuel, con los oídos y el corazón dispuestos a escuchar tu voluntad.
Texto Bíblico: Marcos 1, 29-39.
Y enseguida, al salir ellos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a la casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, e inmediatamente le hablaron de ella. Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.
Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca».
Él les responde: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido». Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.
Palabra del Señor.
Preguntas para reflexionar personalmente o en grupo:
- ¿Qué versículo te llamó más la atención? ¿por qué?
- ¿Qué hizo la suegra de Pedro después de curada?
- ¿Qué opinas del hecho de que Jesús se levantase en la madrugada a orar?
- ¿La evangelización de Jesús a quién va dirigida?
Reflexión
La escena de este evangelio de hoy representa como la programación de una jornada entera de Jesús. Al salir de la sinagoga va a casa de Pedro y cura a su suegra: la toma de la mano y la «levanta». No debe ser casual el que aquí el evangelista utilice el mismo verbo que servirá para la resurrección de Cristo, «levantar» (en griego, «egueiro»). Cristo va comunicando su victoria contra el mal y la muerte, curando enfermos y liberando a los poseídos por el demonio.
Luego atiende y cura a otros muchos enfermos y endemoniados. Pero tiene tiempo también para marchar fuera del pueblo y ponerse a rezar a solas con su Padre, y continuar predicando por otros pueblos. No se queda a recoger éxitos fáciles. Ha venido a evangelizar a todos.
Ahora, después de su Pascua, como Señor resucitado, Jesús sigue haciendo con nosotros lo mismo que en la «jornada» de Cafarnaúm. Sigue luchando contra el mal y curándonos -si queremos y se lo pedimos- de nuestros males, de nuestros particulares demonios, esclavitudes y debilidades. La actitud de la suegra de Pedro que, apenas curada, se puso a servir a Jesús y sus discípulos, es la actitud fundamental del mismo Cristo. A eso ha venido, no a ser servido, sino a servir y a curarnos de todo mal. Sigue enseñándonos, él que es nuestro Maestro auténtico, más aún, la Palabra misma que Dios nos dirige. Día tras día escuchamos su Palabra y nos vamos dejando llenar de la Buena Noticia que él nos proclama, aprendiendo sus caminos y recibiendo fuerzas para seguirlos.
Sigue dándonos también un ejemplo admirable de cómo conjugar la oración con el trabajo. El, que seguía un horario tan denso, predicando, curando y atendiendo a todos, encuentra tiempo -aunque sea escapando y robando horas al sueño- para la oración personal. La introducción de la Liturgia de las Horas (IGLH 4) nos propone a Jesús como modelo de oración y de trabajo: «su actividad diaria estaba tan unida con la oración, que incluso aparece fluyendo de la misma», y no se olvida de citar este pasaje de Mc 1,35, cuando Jesús se levanta de mañana y va al descampado a orar.
Con el mismo amor se dirige a su Padre y también a los demás, sobre todo a los que necesitan de su ayuda. En la oración encuentra la fuerza de su actividad misionera. Lo mismo deberíamos hacer nosotros: alabar a Dios en nuestra oración y luego estar siempre dispuestos a atender a los que tienen fiebre y «levantarles», ofreciéndoles nuestra mano acogedora (J. ALDAZABAL, ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4. Tiempo Ordinario. Semanas 1-9, Barcelona, 1997. Págs. 23-28 ).
Reflexión personal
Contempla estas dos frases del evangelio:
- «Se acercó, la tomó de la mano y la levantó».
- «Se levantó de madrugada y se puso a orar».
¿Qué compromisos puedo hacer?
- Estaré atento a las necesidades de los que me rodean para ayudarles.
- Oraré diariamente, aunque me cueste.
Oración final:
Señor Jesús, te damos gracias por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.