“El niño iba creciendo lleno de sabiduría”

Oración:

Haz, Señor, que en nuestra casa, cuando se hable, siempre nos miremos a los ojos y busquemos crecer juntos; que nadie esté solo, ni indiferente, ni aburrido; que los problemas de los otros no sean desconocidos ni ignorados, que pueda entrar quien tiene necesidad y sea bienvenido.

Señor, que en nuestra casa sea importante el trabajo, pero no más importante que la alegría; que la comida sea un momento de gozo y de conversación; que el descanso sea paz del corazón y del cuerpo; que la mayor riqueza sea estar juntos.

Señor, que en nuestra casa el más débil sea el centro de atención; que el más pequeño y el más viejo sean los más queridos; que el mañana no nos dé miedo, porque tú, Jesús, siempre estás cerca; que cada gesto esté lleno de significado; que te demos gracias por todo lo que la vida nos ofrece y tu amor nos da, Señor. Que nuestra casa sea un lugar de acogida como la tuya en Nazaret con María y José, y como la de tus amigos Marta, María y Lázaro en Betania.

Amén.

 

Texto Bíblico: Lucas 2, 22-40

Cuando se cumplieron los días de la purificación de María, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones. Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.» Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción, ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! – a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.» Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él.

Palabra del Señor.

 

Preguntas para reflexionar personalmente o en grupo:

  • ¿Por qué Jesús es presentado y María se purifica, siendo Jesús Hijo de Dios y María inmaculada?
  • ¿Cuál es el mensaje de Simeón y de la profetisa Ana en este Evangelio?
  • ¿Qué puede significar la espada que atravesará el alma de María?

 

 Reflexión

Era tradición en Israel que la madre que daba a luz debía presentarse en el templo a los cuarenta días después de su parto para “purificarse”, pues era idea común entre los judíos que la madre, al parir, quedaba “manchada” según la Ley, y debía presentar una ofrenda al Señor para purificar su alma. Y era entonces cuando las madres aprovechaban para ofrecer a Dios a sus primogénitos. María no necesitaba purificarse, porque Dios la había adornado de una pureza inviolada y la había preservado de toda mancha de pecado desde su concepción inmaculada. Y el Niño Jesús, por su parte, tampoco necesitaba ser ofrecido a Dios, porque era ya todo de Él desde el instante mismo de su encarnación y desde la eternidad. No obstante, María se somete libremente a las prescripciones de la ley mosaica y acepta purificarse, y el niño Jesús también es presentado, como todo primogénito judío. En el seno de la Sagrada familia se vive, pues, la fe y la tradición judía.

Mis ojos han visto al Salvador: Simeón y Ana, reconocen en este Niño al Mesías esperado. Simeón lleno de júbilo descubre en el Niño: al Salvador de todos los pueblos; a la Luz que ilumina a todas las naciones y a la gloria del pueblo de Israel. La promesa de salvación de Dios a su pueblo Israel, se ha cumplido en este Niño. La historia de la salvación ha llegado, no sólo para el pueblo hebreo, sino para todo el mundo. Ana, la profetisa, también reconoce quién es aquel Niño. Y alaba a Dios y pregona a todos que aquel niño viene para colmar las esperanzas de Israel y liberar del pecado a todos los hombres.

En el templo están Jesús, María y José, miembros de la Sagrada Familia. Están viviendo un momento, en familia, de piedad y de obediencia a Dios. Las familias de hoy también están llamadas a seguir el ejemplo de la familia de Nazareth, sacar ese espacio de tiempo cada domingo para presentarse ante el Señor para adorarlo y darle gracias. También el Señor obrará en cada familia uniéndola con su gracia, iluminándola con su Palabra y alimentándola en la Eucaristía. Familia que reza unida, permanece unida.

 

Reflexión personal

  • ¿Puede significar algo esta escena para los padres de hoy, para la formación religiosa de sus hijos, para el proyecto que Dios tiene sobre cada uno de sus hijos, para los miedos y angustias que los padres llevan en el corazón pensando qué sucederá cuando sean grandes sus hijos?
  • A ejemplo de la Sagrada familia, ¿qué pasos concretos te propones dar en tu vida?

 

¿Qué compromisos puedo hacer?

  • Procura orar en familia por tu familia. Dedícale tu tiempo, sé comprensivo, misericordioso y muéstrales que los amas.
  • Acércate a alguna familia que esté viviendo dificultades de enfermedad, falta de trabajo, discriminación, necesidad de emigrar, dificultades para comprenderse e incluso de desunión.

 

Oración final:

«Creemos en la familia, pequeña comunidad de fe, esperanza y fraternidad; por eso la soñamos abierta y la queremos capaz de dar cabida y acoger otras personas; y construirla sobre el compartir.

Creemos en el amor, el beso y la caricia, creemos en los ojos que miran limpiamente, creemos en el diálogo que sugiere y escucha y en la fidelidad que construye el nosotros de cada día.

Creemos en el espíritu de Dios que nos hace ser de su familia.

Señor acoge hoy la vida de los padres, las madres, los esposos los hijos, los hermanos, los separados, y también la vida de las «otras familias. Amén».