“Yo soy la voz que grita en el desierto”

Oración:

Señor Jesús abre mis ojos y mis oídos a tu palabra. Que lea y escuche tu voz y medite tus enseñanzas, despierta mi alma y mi inteligencia para que tu palabra penetre en mi corazón y pueda yo saborearla y comprenderla. Dame una gran fe en ti para que tus palabras sean para mí otras tantas luces que me guíen hacia ti por el camino de la justicia y de la verdad. Habla señor que yo te escucho y deseo poner en práctica tu doctrina, por que tus palabras son para mí, vida, gozo, paz y felicidad. Háblame Señor tú eres mi Señor y mi maestro y no escucharé a nadie sino a ti. Amén.

 

Texto Bíblico: Jn 1 ,6-8. 19-28.

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. Y éste es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?». Él confesó y no negó; confesó: «Yo no soy el Mesías». Le preguntaron: «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?». Él dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el Profeta?». Respondió: «No». Y le dijeron: «¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: «Allanad el camino del Señor», como dijo el profeta Isaías». Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia». Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

Preguntas para reflexionar personalmente o en grupo:

  • ¿Cuál es la idea o el versículo que más te llamó la atención?
  • Juan el bautista nos enseña que Jesucristo es la luz y no él: ¿Cuál crees que es la luz que Jesús trajo al mundo?
  • Juan es la voz que grita en el desierto: ¿Cuál es el mensaje que transmite Juan?
  • ¿Por qué Juan considera que no es digno de desatarle las sandalias a Cristo?

 

Reflexión

Hay un sobrenombre para este tercer domingo de Adviento: «gaudete», es decir, «alegraos». La liturgia de este domingo nos viene a recordar que la alegría cristiana se llama también esperanza, porque la esperanza cristiana genera alegría.

Uno de los personajes clave en el evangelio de hoy, y que aparece en escena antes de la predicación de Jesús, es Juan el Bautista. Como buen precursor, toma siempre la delantera para preparar la llegada del Mesías y ofrecerle un pueblo bien dispuesto; para “hacer volver -como dice el profeta Malaquías- el corazón de los padres hacia los hijos, y convertir el corazón de los hijos hacia los padres”. Es este mismo profeta quien, refiriéndose a la misión del nuevo Elías, anuncia a Israel esta promesa de parte de Dios: “He aquí que Yo envío mi mensajero delante de ti, que preparará el camino delante de mí” (Mal 3,1). Y sabemos que Jesús, en el Evangelio, siempre que habla de Elías se refiere a Juan el Bautista.

Pero, ¿quién este Juan Bautista? El evangelista san Juan nos dice que “éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz y para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz”(Jn 1, 7-8). Su misión es, por tanto, hablar en nombre de otro y dar testimonio en favor de otro. ¡Mucha humildad se necesita para cumplir esta misión! Y Juan supo hacerlo de modo excelente, aun a costa de su vida. Cuando se presentaron ante él los sacerdotes y levitas, enviados por las autoridades judías desde Jerusalén, confesó con toda claridad: “Yo no soy el Mesías” –respondió sin rodeos–. Y, sin las falsas modestias, también declaró que él no era Elías, ni el Profeta. Él, simple y llanamente se autodefinía “la voz”. Sí, “la voz que grita en el desierto”, como dijo Isaías.

Pero, ¿para qué sirve una voz que grita en el desierto? ¿es que alguien puede escucharla? El desierto significa que tenemos que hacer espacios de silencio en la soledad de nuestro interior para acoger esta voz; y también que hemos de saber desprendernos de las cosas materiales que nos disipan y nos distraen para poder concentrarnos en lo esencial.

San Agustín comenta bellamente este pasaje en uno de sus sermones diciendo que “Juan era la voz y Cristo la Palabra eterna del Padre”. El sonido de la voz de Juan permitió a Jesús pronunciar la Palabra de vida y hacerla llegar hasta nuestro corazón. Juan cumplió su misión de voz y desapareció: “Conviene que Él crezca -dirá en otro momento– y que yo disminuya”.

Pero el mensaje de esta voz es de una grandísima profundidad y trascendencia: “Preparad los caminos del Señor” –clama esta voz–. Preparar los caminos del Señor significa abandonar el pecado y acercarnos a la gracia; significa aprender a ser humildes, como Juan Bautista, dejar entrar al Señor en nuestro corazón y que Él sea quien rija el destino de nuestra existencia. Significa también estar con el corazón atento para poder descubrir a Dios que viene a nosotros, pues tal vez por su humildad, su silencio y su sencillez, podría pasarnos desapercibido, como sucedió a los judíos: “En medio de vosotros hay uno –les decía el Bautista– a quien no conocéis, al que yo no soy digno de desatar la correa de la sandalia”.

 

Reflexión personal

  • A Juan le preguntan si es él el Mesías, el enviado: ¿Tú que podrías decir de Jesús, desde tu experiencia de vida? Te invito a profundizar y conocer a Jesús. ¿Por qué no aprovechas para iniciar un estudio más sistemático para poder dar razón de tu fe?
  • Como Juan, tu misión es anunciar y preparar la venida del Señor. ¿Qué cosas concretas te propones para que así sea?
  • Examina tu vida de oración: ¿cómo la llevas? ¿Eres constante al orar? Déjate guiar y transformar por Él.

¿Qué compromisos puedo hacer?

  • Ayuda y anima a las personas con las que entras en contacto para que lleguen a un mayor conocimiento y experiencia del Señor.
  • El Adviento es desierto, austeridad, conversión. Renuncia a comodidades, cosas y gastos superfluos en beneficio de los que carecen y como preparación a la venida de Jesús.

 

Oración final:

Ven señor Jesús, ven pronto a mi vida porque sin ti no me importa el hermano, no me importa el que sufre. Sin ti, mi corazón es de piedra a quien todo resbala, acostumbrada a los pobres, acomodada a su casa, sin jugarse la vida, sin gastarla por nada. Ven Señor Jesús, ven pronto a mi vida.