- Por: Andrea Liliana Ortiz
- Decana Escuela de Psicología Universidad Sergio Arboleda
La empatía y la escucha, son parte fundamental para cultivar y cuidar la salud mental; y esto lo podemos aprender. Conversar y sentirnos escuchados es quizá uno de los principales regalos que podemos dar y recibir para nuestro bienestar y salud mental.
Conversar hoy en día se ha limitado a espacios de interacción rápidos, sin contacto físico, sin una “sintonía” cómplice y sin una consonancia facial y verbal, reduciendo el “conversar” sólo a leves y puntuales palabras, sin un lenguaje facial, físico, afectivo que vincule al otro.
Conversar realmente se trata de saber escuchar, pero escuchar con empatía, es decir, permitir que se sintonicen interacciones faciales, tonos, gestos con el mensaje, donde disponemos de la atención total para ese otro, que nos busca o espera ser comprendido.
La disposición no es sólo temporal física, es total, es decir, cuerpo, postura, mirada, tono de voz, mensajes, movimientos que realmente sintonicen en el mensaje. Escuchar por tanto es el pilar fundamental, donde la empatía florece cuando retroalimento, cuando expreso con mi gesto la “comprensión y sintonía”, cuando integro el tema del otro con su interés, cuando le observo y conecto con su mirada.
Escuchar y empatía, no pueden separarse puesto que la escucha si requiere esa capacidad de expresión sintonizada con el otro, con el entorno y con el contexto. La empatía sin escucha, tampoco sería posible, puesto que el ser empáticos requiere escuchar las necesidades del otro, escuchar sus gestos, su contexto, su urgencia.
Ese verdadero vínculo entre la escucha y empatía permite cultivar “dignidad”, “resiliencia”, ”tolerancia“ y autoesquemas protectores para la salud mental. Entonces… ¿qué esperamos para aprender a conversar, a escuchar con empatía… esto puede aliviar tantos dolores que sólo requerían sentirse escuchados, y eso se puede aprender y se puede enseñar.