Naturaleza Vocacional de la Iglesia

Semana Vocacional  Diocesana 2024

“Al corazón del llamado”

La naturaleza misma de la Iglesia es vocacional. Desde sus raíces más profundas, y desde su sentido veterotestamentario, hasta su surgimiento en la comunidad postpascual, la vocación ha sido, en la vida de la Iglesia, la expresión más profunda con la cual, los bautizados damos respuesta a la iniciativa divina. Dios, desde siempre, ha tejido su voluntad en la historia humana, confiando en el corazón del hombre para llevar a cabo sus designios.

En esta armonía divina de llamados y respuestas, encontramos el relato de la vocación del evangelista y apóstol Mateo. Como un eco eterno, su llamado resuena a lo largo de los siglos, recordándonos la magnitud del encuentro entre Dios y el hombre. En medio de su vida cotidiana, en la quietud de su labor como recaudador de impuestos, Mateo escuchó el llamado divino: “Sígueme”, y en un acto de entrega total, se levantó y lo siguió (Lc 5, 28).

Este pasaje, inmortalizado en las páginas del Evangelio, trasciende el tiempo y el espacio, convirtiéndose en un faro de luz para todos los que buscan su propósito de plenitud en este mundo. Mateo, al escuchar y responder al llamado, nos muestra el poder transformador de la vocación. En su decisión de seguir a Jesús, encontró su verdadera identidad y su misión en la tierra, pero no solo eso; encontró su felicidad.

Por todo lo anterior, esta Semana Vocacional en nuestra Diócesis de Santa Marta, animada bajo el lema: “Al corazón del llamado”, quiere ser la oportunidad para encontrarnos con Dios y responder a su amor de predilección. En cada reflexión, en cada oración, en cada encuentro fraterno, buscamos discernir la voz de Dios que nos llama a seguirle con generosidad y valentía.

En el documento “Evangelii Gaudium”, el Papa Francisco nos recuerda la urgencia de este llamado eterno. Nos invita a ser discípulos misioneros, a salir al encuentro de los demás con alegría y fervor (Cfr EG 1), llevando el mensaje del Evangelio a todas las periferias del mundo. En cada rincón de la existencia humana, en cada corazón sediento de amor y esperanza, resonamos el llamado de Mateo, dispuestos a levantarnos y seguir a Cristo.

La vocación, entonces, no es un mero destino individual, ni mucho menos una inquietud sobre lo que queremos ser en la vida; es más bien, un llamado divino que trasciende nuestras limitaciones terrenales; es una dimensión de plenitud y de eternidad que se aferra a nuestra filiación con Dios. Es el eco del amor de Dios resonando en lo más profundo de nuestro ser, llamándonos a ser instrumentos de su gracia en el mundo. En cada paso que damos hacia adelante, en cada decisión que tomamos, percibimos la llamada celestial  que nos invita a seguir a Cristo, nuestro Señor y Salvador.