Ojalá escuchéis «la voz del Señor»

En el contexto de la construcción del nuevo Plan Pastoral diocesano, la escucha se ha convertido en tema de fondo de muchas actividades en la diócesis. Pero, ¿qué debemos escuchar? ¿para qué servirá esto de escuchar? Parafraseando lo dicho por el entonces cardenal Joseph Ratzinger en el año 2000 en una conferencia sobre Nueva Evangelización (en adelante: Ratzinger, 2000) intentaré exponer algunas ideas que puedan ayudar a responder estas preguntas.

En Nazaret, Jesús afirmó que el Espíritu le había enviado «a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista» (Lc 4, 18). En nuestra diócesis, como en todo el mundo, sigue habiendo pobres, cautivos y ciegos a los que el Señor quiere evangelizar, y para ello cuenta con nosotros, con su Iglesia. Por tanto, estamos obligados a buscar métodos, vías que nos permitan llevar el Evangelio a todos en el mundo de hoy.

Sin embargo, aquí se esconde la tentación de buscar nuestros caminos, de diseñar unas estrategias exitosas que se reflejan en grandes cifras. Pero ese no es el método de Dios. «Nueva evangelización no podría significar: atraer inmediatamente con nuevos y más refinados métodos a las grandes masas alejadas de la Iglesia» (Ratzinger, 2000). Anunciar a Cristo supone sembrar con humildad el grano de mostaza, y dejar a Dios que decida cuándo y cómo va a crecer, pues en realidad, «Dios no cuenta con los grandes números; el poder exterior no es el signo de su presencia». Al tiempo que contemplamos el fruto que ha producido el «gran árbol» de la fe en nuestra iglesia particular durante estos 500 años, «debemos aceptar el misterio que la Iglesia es, al mismo tiempo, un gran árbol y un grano muy pequeño» (Ratzinger, 2000).

Lo anterior nos lleva entonces a discernir cuál debe ser el mejor camino. Es muy acertado utilizar razonablemente los métodos modernos para escuchar a muchos, para conocer su realidad. Pero también nosotros tenemos algo para decir, o más bien, Alguien para anunciar. Por eso conviene hacer nuestro lo que Cristo decía acerca del Espíritu: «Él no viene con un mensaje propio, sino que les dirá lo que escuchó».

Para conocer más a Cristo y darle a conocer, no hemos de escuchar ni transmitir un mensaje propio, sino atender la exclamación del salmista: «ojalá escuchéis hoy la voz del Señor» (cf. Sal 95, 7). Es lo que Ratzinger llama una «forma cristológica y pneumatológica» de evangelizar, pues no anunciamos nuestras ideas sino el mensaje de Cristo, inspirados por el Espíritu Santo.

Ahora bien, Cristo y el Espíritu nos hablan del Padre en la Iglesia. En consecuencia, para garantizar que es Dios quien habla debemos escucharlo en la Iglesia. Por eso, viviremos esta etapa de la escucha como Iglesia. No como ruedas sueltas o como líderes «independientes», sino como miembros de un mismo rebaño guiado por un solo Pastor (Cf. Jn 10, 16). Si trabajamos de este modo, será Cristo el único centro de nuestro Plan diocesano al tiempo que descubriremos la importancia de nuestro papel y el de nuestros hermanos, pues buscaremos siempre escuchar la voz del Señor cuando escuchamos al hermano, así como otros escucharán esa misma voz a través de nuestra aportación. De modo que, por pequeña que parezca, nuestra labor está lejos de ser insignificante.

Para que el grano de mostaza germine, debe caer en tierra y morir. Así también, este proyecto diocesano será posible si aportamos nuestro esfuerzo y dedicación. Sin embargo solo merece la pena entregar el tiempo, los talentos, la vida, por una causa verdaderamente valiosa, por Alguien que nos habla y cuya voz nos mueve a la acción. Ese «entregar la vida» no se quedará en simples reuniones, en jornadas repetitivas, en documentos extensos e inaplicables, en la medida en que busquemos juntos todo y solo lo que el Señor nos pide. Él se encargará de que el árbol crezca y produzca sus frutos.

Sabemos bien que «en este camino hacia el plan pastoral de la Diócesis no queremos inventar un nuevo programa, porque la propuesta fundamental ya está dada: Cristo, su persona y su evangelio» (Cartilla etapa de la escucha, p. 9). Entonces, ¿qué novedades nos aportará escuchar la voz del Señor? ¿Cuál es el mensaje que Cristo nos pide llevar al mundo de hoy y que los demás están llamados a escuchar? Sobre ello reflexionaremos en el próximo artículo, si Dios quiere…