“Pensé abortarte”

“Hijo, cuando me enteré que estaba embarazada, pensé abortarte”, me dijo mi mamá hace poco. Ahí me di cuenta, que en un acto de valentía y coraje continuó con el embarazo, concediéndome ver la luz y así inicia esta vocación hermosa por la defensa de los más inocentes, aquellos que no tienen voz y que a diario son asesinados en muchos vientres.

Existen numerosos discursos provenientes de personas que esparcen errores en las realidades sociales para defender el aborto y la cultura de la muerte. Lo hacen convencidas de que no es un asesinato, porque supuestamente es sólo una lucha por sus derechos, pero esas ideas van en contra de la dignidad del hogar cristiano, pues la madre es libre de decidir sobre su vida, pero no sobre la vida del bebé.

Es en la familia donde aprendemos a valorar el don de la vida, allí crecemos como apóstoles de la defensa y formación sobre la vida. Con base en esto, traigo a colación al papa Francisco en una de sus homilías: “las buenas relaciones familiares representan una riqueza irremplazable. No podemos ser indiferentes al futuro de la familia, comunidad de vida y de amor, lugar de encuentro entre generaciones, esperanza de la sociedad”.

Desde el 2006, cuando se despenalizó el aborto en 3 causales con la sentencia c- 355, de manera progresiva esto se ha ido flexibilizando y normalizando en nuestro país. Tanto es así, que ya en el 2022 la misma corte cambió la jurisprudencia mediante la sentencia c-055, declarando que, por cualquier razón que se tuviera, era válido torturar y asesinar a un bebé en el vientre hasta los 6 meses de gestación.

Podemos sentir dolor ante el crimen del aborto. Sí, pero no podemos quedarnos sólo con la tristeza y el malestar, hay que salir a gritar la maldad del aborto. La vida sigue y para los colombianos, para los hombres y mujeres de buena voluntad y los católicos en general, convencidos del valor no negociable de la vida humana, la historia sigue su rumbo; y toca hacernos la pregunta: ¿qué sigue?

Busquemos que nuestras convicciones no queden guardadas en el corazón. Proclamemos la vida desde el púlpito o desde la cátedra, el que pueda debe hacerlo; el comerciante que pueda decirlo o hacerlo leer a sus clientes, hágalo; la ama de casa que considere no tiene otro medio, al menos puede decirlo a sus hijos y vecinos para defender el más sagrado de los dones naturales que Dios nos ha dado: la vida. Dilo en tu equipo de fútbol, en la heladería, en el colegio y en tu grupo de amigos.

Cada uno verá el modo de vivir esta vocación a la defensa de la vida. Lo que no se puede es callar ante una realidad que cada vez se fortalece en nuestro país. La verdad es que doy gracias a mi mamá, porque me dejó vivir y ahora conmigo es apóstol de la defensa de la vida. ¡Tú también puedes hacerlo, ánimo!

Es hora de proclamar firme, fuerte y claramente, que la vida es sagrada, queremos ser los pies de los que no pueden marchar, la voz de los que no pueden gritar para defender su dignidad y sus derechos. Es importante orarlo, vivirlo y hacerlo.

Gracias, gracias y mil gracias a quienes participaron en la Marcha Provida el sábado 4 de mayo. Sigamos trabajando por la vida, desde la concepción hasta la muerte natural, y recordemos lo que dice Jesús: “en verdad les digo que cuanto hicieron a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron” (San Mateo 25,40).

Que el corazón de los bebés por nacer siga latiendo siempre y brindemos verdadero apoyo a las mujeres que están en un embarazo inesperado. Pidámosle a la Santísima Virgen María, que reine en nuestros corazones y nos ayude a ser verdaderos discípulos y misioneros de Jesús, que es camino, verdad y vida.