- Por: P. German Mauricio Pacheco Sanjuán
«Todo cuánto hagan, háganlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres…»
(Col 3, 23s)
El 1 de mayo, para el mundo es el Día Internacional del Trabajo y del Trabajador. Una conmemoración suscitada por el movimiento obrero mundial[1] en pro de mejores condiciones laborales. Una jornada para defender los salarios justos, día de marcha por reivindicaciones sociales y laborales para las clases trabajadoras.
Para el mundo católico es un día dedicado a honrar a San José el Obrero, en su dimensión de trabajador, aquel varón justo de Dios, que santificó el día a día con su trabajo humilde como carpintero de Nazaret.
El 19 de marzo la Iglesia celebra a su patrono San José, así honra e imita sus virtudes (custodio, justo, casto, obediente, silencioso). Sin embargo, el 1 de mayo exaltamos su virtud de trabajo honesto. Era un humilde carpintero que con su trabajo cumplió sus deberes en un constante servicio.
San José trabajó para sacar adelante a su familia. Al mismo tiempo, como nosotros, necesitaba del trabajo para vivir con dignidad, con la alegría de haberse ganado el pan con esfuerzo y colaborar con Dios en el plan de salvación. “San José como carpintero trabajaba honestamente para asegurar el sustento de su familia. De él, Jesús aprendió el valor, la dignidad y la alegría de lo que significa comer el pan que es fruto del propio trabajo”[2].
El trabajo es fundamental para la dignidad de la persona, donde los dones recibidos de Dios los ponemos a su servicio. Así aportamos valor a la sociedad, produciendo bienes o dispensando servicios. El trabajo bien hecho es una forma de colaboración social, de ayuda a los demás, de mejoría de las condiciones de vida. “El trabajo no es más que la continuación del trabajo de Dios: el trabajo humano es la vocación del hombre recibida de Dios al final de la creación del universo”[3].
De esta manera, el trabajo no es sólo medio de sustento económico, sino en medio de santificación. Un trabajo decente por muy sencillo que sea, dignifica y santifica a la persona que lo realiza, si lo desempeña con esfuerzo, dedicación y ofreciéndolo a Dios a imitación de San José, el Obrero.
El Papa francisco, en su carta apostólica Patris Corde # 6 enseña:
“La persona que trabaja, cualquiera que sea su tarea, colabora con Dios mismo, se convierte un poco en creador del mundo que nos rodea. La crisis de nuestro tiempo, que es una crisis económica, social, cultural y espiritual, puede representar para todos, un llamado a redescubrir el significado, la importancia y la necesidad del trabajo para dar lugar a una nueva “normalidad” en la que nadie quede excluido”.
No es en vano, que muchos protesten hoy por condiciones laborales más favorables y dignas. Es triste ver escenarios de explotación laboral e infantil. No es humano trabajar así. Por ello como cristianos debemos con ejemplo y oración, convertir el trabajo en medio de santificación. Luchar a la manera de Cristo, por una sociedad más justa, donde el trabajo no sea objeto de sórdida ganancia, sino un medio para dignificar y santificar a la persona humana.
San José, el Obrero nos recuerda: El hombre no debe limitarse a hacer cosas, a construir objetos, a trabajar sólo por una mera ganancia o remuneración, “el trabajo nace del amor, manifiesta el amor, se ordena al amor”[4]. Su amor a Jesús y a María le impulsaba a trabajar con intensidad; su amor se manifestaba, en el empeño y cariño que ponía para realizar todo bien; y aquel mismo inmenso amor, en unidad de vida, le permite que su labor cotidiana se ordene a la misión encomendada por Dios. San José “acercó el trabajo humano al misterio de la redención.”[5]
Por ello los trabajadores estamos invitados a imitarlo y como auténticos cristianos decirle al mundo que es posible servir a Cristo desde el trabajo, que se puede trabajar por amor y servicio, ofreciéndolo a Dios por amor, que sí es posible crear políticas sociales justas para garantizar trabajos y salarios dignos.
Encomendemos a San José, nuestras vidas, nuestros trabajos y empleados, para ser instrumentos de Dios en el servicio, la justicia y, conformando desde nuestras realidades personales y sociales un entorno más digno, más agradable y santo en el Señor. San José Obrero, ¡ruega por nosotros!
[1] https://concepto.de/dia-del-trabajo/#ixzz8YoBAm5BC
[2] Cfr. Francisco, carta apostólica Patris corde, n. 6.
[3] Homilía Francisco. 1-V -2020
[4] San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 48.
[5] Juan Pablo II, Redemptoris Custos n. IV.