Sobre el Triduo Pascual

“La Iglesia celebra solemnemente los grandes misterios de nuestra redención en el Sagrado Triduo Pascual; en él se actualiza la pasión, muerte y resurrección del Señor con celebraciones especiales” (Misal Romano, Sagrado Triduo Pascual, n. 1).

El Sagrado Triduo Pascual inicia el Jueves Santo con la Cena del Señor; continua el Viernes Santo con su Pasión y Muerte que se extiende hasta el Sábado Santo (la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y muerte, su descenso a los infiernos, y esperando su resurrección en oración y ayuno); culmina gloriosamente con la Resurrección del Señor, el domingo en la Misa de la Vigilia (celebrada el sábado santo por la noche).

Mucho antes de padecer Jesús había sido cuestionado por los de su generación de manera especial por los que no le creyeron y Él, les respondió con claridad:

“¡Generación malvada y adúltera! Una señal pide, y no se le dará otra señal que la señal del profeta Jonás. Porque de la misma manera que Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches” (Mt 12,39-40).

Estas palabras dejan de manifiesto que lo sucedido con Jonás y el cetáceo era anuncio de lo que sucedería realmente con el Salvador: He aquí que […] lo que se presenta como un naufragio funesto se convierte en signo de la Resurrección del Señor (San Pedro Crisólogo).

Meditemos sobre el desenlace de la vida del Salvador para redescubrir una y otra vez que el dolor es propio de la naturaleza humana, pero que unido a Dios se convierte en redención; que la calumnia no puede dañar el corazón del que ha entregado su vida al servicio de los demás; que las amenazas de muerte no pueden reducir la fuerza del Evangelio que alegra verdaderamente el corazón del hombre; y que morir es con toda verdad, vivir, pues como bien lo expresa san Pablo: Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, ya vivamos ya muramos, del Señor somos (Rm. 14,8).

Deseo y en mi oración pido al Señor que fruto de este sumergirnos en su Pasión, Muerte y Resurrección podamos decir con el auxilio del Señor, la compañía de nuestra Madre Celestial, la protección de san José y la fuerza de nuestra propia vida: ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?, como dice la Escritura: Por tu causa somos muertos todo el día; tratados como ovejas destinadas al matadero. Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó (Rm. 8,35-37).